De Mauricio Macri sospechan todos. Esa es la principal coincidencia entre los políticos del macrismo. La dirigencia que integra el PRO desde sus orígenes y figura en la lista de los espiados durante el gobierno de Cambiemos no habla en público, pero acepta con naturalidad que al lado del expresidente se orquestó un formidable operativo de espionaje. Algunos recuerdan el antecedente del espía Ciro James y del excomisario Jorge “El Fino” Palacios en la ciudad de Buenos Aires y opinan que el origen de esa obsesión de Macri está en su gen empresario, dado que la práctica es habitual en el sector privado entre compañías que compiten por una licitación o por un negocio.
Pese a sus matices, diferencias y peleas, Horacio Rodríguez Larreta, Emilio Monzó, Diego Santilli, María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo y Nicolás Massot están unidos en la causa que lleva adelante el juez federal de Lomas de Zamora Federico Villena. Para la Agencia Federal de Inteligencia que conducían el broker Gustavo Arribas y la dirigente del PJ porteño Silvia Majdalani, eran lo mismo y representaban algún tipo de amenaza. Antes de que se destapara la olla de Villena, Arribas ya era despreciado por varios de los nombrados: consideraban que, después de operar contra sectores de la oposición, iba a salir rumbo a Brasil y permanecer a salvo de la extradición gracias a la nacionalidad que consiguió por intermedio de su esposa, la abogada Linda Summy. Con Majdalani, el vínculo de algunos era más cercano. La singular Señora 8 llegó a alertar a su manera a una de las víctimas de espionaje con la que dialogaba por teléfono. “Hablemos tranquilos que por WhatsApp todavía no podemos escuchar”, le dijo. El que la oía del otro lado de la línea todavía lo tiene presente: tranquilo no se quedó.
TIBURÓN, DELFÍN Y MOJARRITA. A partir de ahí, surgen las diferencias con la cobertura general de los medios que tratan el tema y con la gravedad del caso. El primer dato en el que coinciden los políticos PRO es que la banda de policías, narcos y miembros del Servicio Penitenciario que trabajaban para la SIDE amarilla dejó, por todos lados, huellas de su escaso profesionalismo. Parte de la fallida innovación emprendedurista, los poliespías Alan Ruiz, Leandro Araque y Jorge “El Turco” Sáez, no sólo hablaban demasiado y almacenaban en sus teléfonos toda la podredumbre que recogían, sino que además recolectaban fotos públicas y datos que en algunos casos eran incomprobables o inexactos.
Sucedió, por ejemplo, con la famosa empleada doméstica que le habrían infiltrado a una de las víctimas. Primero se mencionó a Rodríguez Larreta como blanco, pero no era cierto. Después se especificó que el infiltrado era Santilli, pero eso tampoco era correcto. Finalmente, en el Gobierno de la Ciudad se dedujo que se trataba de una empleada de la Legislatura porteña que trabajaba para la AFI. “Estos eran como Tiburón, Delfin y Mojarrita, más berreta no se conseguía. Sólo Macri podía contratar a esta gente”, le dijo a Letra P uno de los espiados. Aludía también a las bandas que se superponían en la tarea de espionaje: Arribas, Majdalani, los socios de Patricia Bullrich y también el binguero Daniel Angelici, que tenía un pie en la ex SIDE a través de Juan Sebastián Destefano, el director de Asuntos Legales de la Casa.
CAMBIEMOS. Entre los políticos del PRO que cursaron la escuela técnica en el peronismo no prende la ola de indignación republicana y responden sin escandalizarse sobre los sótanos de la democracia: “No nos olvidemos de que el kirchnerismo espiaba a Scioli”, retrucó otra de las víctimas ante Letra P. La segunda conclusión que salta a la vista, según algunos de los que figuran en la lista de Villena, es que a los laderos de Macri que mandaban a espiar les faltaba calle. Dicen que no hacía falta escucharlos para saber lo que pensaban, porque lo planteaban en las reuniones en las que el núcleo duro del PRO los desoía y que, mas que acumular información, lo que hace falta es saber leerla. “Si les cobraban para darles ese informe trucho, les estaban robando la plata”, deslizan.
Sin embargo, el caso de Sergio “Verdura” Rodríguez no mueve a risa. El narco que actuaba en Esteban Echeverría y Almirante Brown fue detenido con ocho kilos de cocaína, un revólver calibre .22 y uno calibre .38, una pistola 9 milímetros y dos pistolas calibre .40, un cargador especial para 28 cartuchos y 250 municiones, además de 24 automóviles, chalecos antibalas, remeras, gorras, borceguíes, handies, esposas y luces azules propias de las fuerzas de seguridad. De las intervenciones telefónicas surgió que había baleado con ráfagas de ametralladora a un vendedor de autos usados, que le había prendido fuego la casa a una persona y que buscaba a uno de sus competidores en el rubro con intenciones no muy amigables. “Verdura” no sólo colocó el explosivo en el domicilio del exfuncionario radical José Luis Vila, sino que le encontraron en su poder cinco fotos de Villena, con lo cual en Lomas de Zamora no descartan que estuviese planeando un atentando en su contra. Dicen en el macrismo que fue Ritondo el que comenzó a perseguirlo en 2018. Mientras la AFI amarilla estuvo activa, alguien alertó siempre al narco y le permitió escapar en al menos dos oportunidades, después de tirotearse con la Policía bonaerense. Recién cuando cambió el gobierno pudieron detenerlo. Para los políticos del PRO, era un cuentapropista que hacía trabajos por encargo, incluido el que le pedían Arribas y Majdalani.
VIDAL, CAMPBELL Y LOS ESPÍAS. El caso más sorprendente es el de Alex Campbell, que apareció en la causa involucrado en chats con espías como Araque. El exfuncionario vidalista entró en contacto con ellos a través de la exdirectora de Documentación Presidencial Susana Martinengo, una secretaria a la que en el PRO vinculan al exdirigente de Boca y exdirectivo de la Corporación Puerto Madero Jorge Alves. Espiaban a Pablo Bruera y sus tíos Luis y Jorge Lugones. El obispo de Lomas de Zamora es un jesuita de llegada directa al papa Francisco que le hizo pasar un momento de lo más incómodo a Vidal en la jornada de la Pastoral Social en Mar del Plata en 2018.
Entre los políticos más experimentados del PRO se ríen de que Campbell pueda orquestar una maniobra de espionaje. Pero algo parece claro y desconcierta a casi todos: los mismos que espiaban a Vidal estaban en contacto con uno de sus funcionarios de confianza.
El actual diputado provincial y vicepresidente del bloque de Juntos por el Cambio fue secretario de Asuntos Municipales y tiene la confianza de Vidal. Sin embargo, entre los políticos más experimentados del PRO se ríen de que pueda orquestar una maniobra de espionaje. Lo devalúan como un “bon vivant” que pasó del sector privado a la hiperactividad en la política sin abandonar la “ingenuidad” y se burlan del funcionario al que solían presentar como el líder de los “Backstreet Boys” amarillos.
Al lado de la gobernadora algunos hablan de la “imprudencia” de Campbell y otros suponen que fue utilizado por los espías para conseguir información sobre ella. Cuando se les dice que esa sería la explicación más amable para salvar a la chica de Flores, responden: “Incluso pensando que María Eugenia haya decidido espiar a alguien, ¿a quién se le ocurre que pueda elegir a Alex?”. La denuncia la hizo Bruera a la salida del juzgado de Villena y en el vidalismo afirman que el exintendente de La Plata aprovecha para “victimizarse” y recuperar algo de visibilidad política. Algo parece claro y desconcierta a casi todos: los mismos que espiaban a Vidal estaban en contacto con uno de sus funcionarios de confianza.
Unidas ante la línea de halcones del macrismo, las palomas se dividen en política sobre todo por la distancia que persiste entre Monzó y Vidal. El expresidente de la Cámara de Diputados aceptó ir la semana pasada a una reunión con la exgobernadora por pedido de Larreta y Martín Lousteau, pero el ruido permanece. Cerca de Monzó piensan que Macri y Vidal espiaban parejo hasta 2018 o 2019, cuando se rompió el pacto, surgió el Plan V y los espías del expresidente comenzaron a seguir a la gobernadora. Todos manoseados en el juego de las conspiraciones, unos apuntan al operador judicial y capo penitenciario Juan Bautista Mahiques, otros mencionan a Ritondo y están también los que recuerdan al exministro de Justicia Gustavo Ferrari. En algo están de acuerdo: la mano de obra ocupada por Macri no era ejemplo de meritocracia y la línea Martinengo-Campbell no hace más que confirmarlo.