La sola mención por parte de líderes religiosos de la posibilidad de reabrir los templos, mezquitas e iglesias mereció una respuesta tajante de la Casa Rosada, a tono con la estrategia oficial para aplanar la curva de contagios y evitar un colapso del sistema sanitario. "No va a haber modificación de la normativa que restringe la realización de las celebraciones religiosas con público porque todavía no es conveniente por una cuestión de salud”, respondió taxativamente el secretario de Culto, Guillermo Oliveri.
El pedido no implica –puntualizaron a Letra P voceros de los credos- que los líderes religiosos desconozcan la gravedad de una eventual propagación sin control del Covid-19. Recordaron, en ese sentido, que son los primeros en predicar el cuidado de la vida y priorizar la asistencia social, aportando a los programas oficiales, sobre cualquier otra variable en la actual coyuntura.
El tema, al parecer intrínseco a la profesión de fe, tiene otros condimentos. Desde internas eclesiásticas, pasando por lobbies de sectores conservadores minoritarios o ultraortodoxos, hasta una lógica coincidencia con fechas religiosas
Pero el tema, al parecer intrínseco a la profesión de fe, tiene otros condimentos. Desde internas eclesiásticas, pasando por lobbies de sectores conservadores minoritarios o ultraortodoxos, hasta una lógica coincidencia con fechas religiosas: la Semana Santa para los cristianos, el Pésaj (Pascua) para los judíos y el Ramadán, mes sagrado para el musulmanes.
La primera “consulta”, tal el término que invocaron, fue formalizada por la cúpula de la Conferencia Episcopal Argentina, presidida por Oscar Ojea. En una reunión con el secretario de Culto, los obispos católicos pidieron que se evaluiara la posibilidad de retomar en forma gradual la celebración de la misa “con los debidos recaudos sanitarios dispuestos” por las autoridades.
A ese contacto oficial se sumó una carta privada del arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández, con sugerencias a sus pares para la reapertura de las iglesias que, según fuentes eclesiásticas, se “filtró” y llegó a manos del presidente Alberto Fernández.
El prelado, hombre de confianza del papa Francisco, aclaró que la idea no era forzar esa posibilidad en el corto plazo, sino hacer visible ante las autoridades que la Iglesia tiene un “plan” para que los fieles puedan participar de la misa sin más riesgos que las actividades ya exceptuadas.
Las sugerencias del arzobispo platense igual hicieron ruido en Balcarce 50 y el primer mandatario ordenó a Oliveri que saliera a decir que “no eran oportunas” y a dejar en claro que esa alternativa no sería contemplada en la cuarentena administrada. También le requirió que puntualizara que el planteo eclesiástico no entraba en conflicto con las acciones sociales que ya comparten para a ayudar a los sectores de alta vulnerabilidad en medio del aislamiento por la pandemia.
Paralelamente, jóvenes y familias católicas vinculadas a los sectores más conservadores de la Iglesia lanzaron la campaña “Devuélvannos la misa”, replicando una iniciativa similar en España. El video con el reclamo imperativo a los obispos se hizo viral y motivó duras respuestas por parte de los referentes eclesiásticos interpelados.
El obispo Eduardo García, de San Justo, les advirtió que no era tiempo de propuestas con "espíritu de cruzada", sino de aplicar las palabras del papa y transformar la Iglesia "en hospital de campaña", en momentos en que -sostuvo- la prioridad debe ser la ayuda social y no la misa.
En este contexto, llamó la atención el mensaje réplica a estos sectores que posteo en Twitter el párroco de la basílica Sagrado Corazón del barrio porteño de Barracas, Sebastián García: “Prefiero, como sacerdote de la Iglesia Católica, romperme la espalda bajando mercadería y cocinando viandas, junto a un loco equipo de laicos, para ayuda de nuestros hermanos más necesitados y vulnerables, que abrir el templo, vaciarlo de bancos y empezar a contar cadáveres...”.
Los evangélicos agrupados en la alianza ACIERA también le hicieron un pedido al Presidente para habilitar sus servicios religiosos en el marco de una reunión reciente en Olivos, donde volvieron a ofrecer sus templos e instalaciones para colaborar en la "lucha titánica" contra el coronavirus.
Aunque con menos énfasis que los obispos católicos, los líderes evangélicos le presentaron a Alberto Fernández un relevamiento con las dificultades que afrontan las congregaciones cristianas por la suspensión de las reuniones de culto, por lo que le solicitaron una apertura.
Desde el 19 de marzo, fecha del decreto que estableció el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, los referentes de los credos consiguieron algunas prerrogativas a fin de desarrollar su misión.
Por ejemplo, una resolución complementaria del Poder Ejecutivo permite a los ministros de los diferentes cultos circular para llevar asistencia espiritual a los fieles en los casos en que sean requeridos mientras dure la cuarentena. No obstante, subraya que todos los oficios religiosos comunitarios están prohibidos.
Otra resolución también autoriza a los ortodoxos judíos a tomar su baño sagrado o “mikve” en las sinagogas. El Gobierno adoptó esa decisión tras una gestión del presidente de la AMIA, Ariel Eichbaum, rabinos de la colectividad y el Superior Rabinato de la República Argentina.
a medida consensuada con la comunidad judía buscó, además, evitar incidentes como los que se produjeron en una sinagoga del barrio porteño de Belgrano, donde el templo fue allanado y un rabino fue detenido en el marco de los primeros días de vigencia de la cuarentena.
Las diferencias de apreciación en cuanto a la urgencia o no de permitir los servicios religiosos comunitarios no conllevan, sin embargo, sobresaltos en la relación de la Casa Rosada con los líderes de los credos y en el trabajo social mancomunado que llevan a cabo en el contexto de la pandemia.
Un clima de diálogo y cooperación muy diferente al que se vive en Italia, donde los obispos italianos denunciaron que “se compromete el ejercicio de la libertad de culto" después de que el primer ministro Giuseppe Conte dispuso un desconfinamiento que autoriza una serie de actividades, pero deja afuera los ritos religiosos con presencia de fieles.#