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Oliveri, el bendecido equilibrista del gobierno papista y pro aborto

Comparte larga historia de amistad y militancia con el Presidente y con el papa. Los juntó en 2018, durante su exilio interno en la era Macri tras 12 años con los Kirchner. Un conciliador estilo AF.

“Ahora que te veo, me hacés acordar de un tango: ‘Volver a casa’”, le dijo el papa Francisco a Guillermo Oliveri durante el saludo a la comitiva que acompañaba al presidente Alberto Fernández en aquella audiencia del 31 de enero pasado en el Vaticano. Fue un gesto de cercanía y hasta de complicidad entre dos personas que se conocen bien, que se completó con la entrega del consabido rosario y otra frase del pontífice: “Estoy muy contento de que vuelvas a la Secretaría (de Culto)”. Al intercambio se sumó Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos, con un comentario: “Estás en el inventario”.

 

Con 12 años de gestión en sus espaldas durante la “década ganada” por el kirchnerismo y una aparente “bendición” del pontífice argentino, Oliveri retomaba su responsabilidad de ser el nexo formal con la Iglesia, esta vez, de un gobierno a la vez papista y abortista.

 

La amistad y militancia compartidas entre el primer mandatario y Oliveri son de vieja data. Hasta transitaron juntos, como funcionarios, los pasillos de la Casa Rosada en los años más complejos de la relación del matrimonio Kirchner con el entonces cardenal Jorge Bergoglio.

 

Albertista hasta la médula, Oliveri presagiaba en junio de 2019 lo que se venía en las urnas mediante un posteo en la red social Facebook con la imagen de Fernández en pop art y una frase: “Ahí viene el capitán Beto”.

 

Oliveri se transformó en un operador político de Alberto Fernández aún antes de que fuera nominado por Cristina Fernández como precandidato a la Presidencia.

 

 

Los amigos del Presidente. Oliveri (arriba, segundo desde la izquierda), con la barra de Fernández.

 

  

Eran los últimos meses de 2017 y AF quería intercambiar opiniones con los obispos a raíz de la grave situación social del país y, sobre todo, llegar hasta el papa, por lo que fue a buscar a Oliveri a su Baradero natal, ciudad bonaerense donde éste se recluyó y fue concejal durante los años del macrismo.

 

El hoy secretario de Culto hizo alarde de sus contactos. Primero, le coordinó un encuentro con Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente del Episcopado, con quien tiene cierta afinidad y al que conocía de su pasada gestión.

 

Oliveri también lo orientó para acceder al papa. “Llamalo o mandale un mail a (Fabián) Pedacchio, que te contesta seguro”, le sugirió en alusión al sacerdote argentino que hasta noviembre de 2019 fue el secretario personal de Francisco. Las puertas del Vaticano se abrieron.

 

 

 

Fernández fue recibido por el pontífice el 26 de enero de 2018 en una audiencia, reservada y sin prensa, en la Casa Santa Marta. Y volvió para verlo en agosto de ese mismo año, junto con el dirigente chileno Carlos Ominami y el excanciller brasileño Celso Amorín, para pedirle -foto mediante- que intercediera por la liberación del expresidente brasileño Lula da Silva.

 

El tercer encuentro de AF con el papa fue el 31 de enero de 2020, ya de carácter oficial y como presidente de los argentinos. Oliveri, en funciones en la Secretaría de Culto, hizo las gestiones pertinentes para concretarlo.

 

 

 

En esa cumbre, el jefe de Estado le pidió al pontífice una “manito” para las negociaciones con el FMI y su compatriota no esbozó una respuesta. Pero, a los pocos días, en un encuentro en el Vaticano, llamó a “aliviar” a los países endeudados delante de la directora del organismo internacional, Kristalina Georgieva.

 

Oliveri también salió ileso del desprolijo proceso para elegir el embajador argentino ante la "Santa Sede". Tras la postulación de Luis Bellando, que provocó ruido en el Vaticano pese a transcendió que no lo había vetado, el Gobienro optó por María Fernanda Silva.

 

Oliveri salió ileso del desprolijo proceso para elegir el embajador argentino ante la "Santa Sede". Tras la postulación de Luis Bellando, que provocó ruido en el Vaticano, el Gobienro optó por María Fernanda Silva.

La diplomática de carrera, afrodescendiente y con una nulidad matrimonial porque su esposo optó por el sacerdocio, recibió el pronto plácet para convertirse en la primera mujer en ocupar el cargo. La crisis por el coronavirus impidió que ella viajase y presentase las cartas credenciales al jefe del Vaticano.

 

“En ese asunto, el papa no intervino ni puso objeciones, pero deseaba que fuese alguien de bajo perfil”, dijo Oliveri a Letra P e insinuó que el affaire diplomático pudo darse por “una aparente interna” de la Cancillería.

 

En 2005, Oliveri fue un hombre clave en las negociaciones diplomáticas con el Vaticano posteriores a la decisión del presidente Néstor Kirchner de dejar sin efecto de manera unilateral la designación de Antonio Baseotto como obispo castrense. El motivo, una cita bíblica que el prelado utilizó para manifestarse en contra del aborto y que en Balcarce 50 se interpretó como una apología de los “vuelos de la muerte” en la última dictadura militar.

 

Tras la salida del kirchnerismo y después de más de una década sin un obispo al frente del Obispado Castrense, Oliveri sabía que en algún momento la "Santa Sede" iba a nombrar uno. Tal vez lo que no imaginó es que la designación de Santiago Olivera para ese cargo vendría de la firma de un papa argentino.  Es un tema que de modo colateral afecta a Oliveri es su fuero más íntimo por ser un sobreviviente de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Siendo un joven militante, fue llevado a ese centro clandestino de detención junto con su pareja de aquel entonces, luego de ser secuestrado en el barrio porteño de La Boca. Allí fueron torturados durante más de una semana hasta que fueron liberados, a fines de diciembre de 1977.

 

 

 

“Es un obispado que no tiene razón de ser. Los militares pueden profesar cualquier religión dentro de los cuarteles, no es necesario que tengan una sede episcopal cautiva dentro”, reflexionó Oliveri, consultado sobre el tema.

 

El proyecto para legalizar el aborto fue motivo de una reunión del Presidente con la cúpula episcopal, también agendada con Oliveri como intermediario. “Se dijeron lo que se tenían que decir y no hubo cuchillo bajo el poncho”, graficó el secretario.

Una vez en el poder, el diálogo de Alberto Fernández con las autoridades eclesiásticas fue más protocolar y hasta tenso, sobre todo por su intención manifiesta de enviar un proyecto al Congreso para legalizar el aborto en el país del Papa. Es un título que los obispos no quieren ver en los diarios del mundo, más allá de su ferviente defensa de la vida por nacer.

 

El tema de la iniciativa para hacer legal la interrupción voluntaria del embarazo fue motivo de una reunión del primer mandatario con la cúpula episcopal, también agendada con Oliveri como intermediario. El encuentro se concretó el 18 de diciembre pasado en la Casa Rosada, donde, según el funcionario, “no hubo rispideces” y cada una de las partes expuso su posición de manera “honesta y frontal”.

 

“Se dijeron lo que se tenían que decir y no hubo cuchillo bajo el poncho”, graficó Oliveri sobre aquel intercambio entre el Presidente y los obispos sobre el aborto, en el que también se habló de la situación social.

 

La crisis por el coronavirus puso en otro orden las prioridades, y el aborto quedó en cuarentena, y la Iglesia se alineó a las autoridades para colaborar en la emergencia, cediendo incluso instalaciones de la casa de retiros el Cenáculo La Montonera, de Pilar, donde dos veces al año se reúne en asamblea plenaria el centenar de obispos.

 

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