El gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, es un correcto discípulo del presidente Alberto Fernández llevando la bandera del aislamiento como estandarte en la lucha contra el coronavirus. Recomienda medidas de higiene a diario y hace una encendida defensa del distanciamiento social. En cambio, el perfil del presidente que advierte al empresariado “vivo” y “miserable” no forma parte del discurso del santafesino.
La pandemia lo reacomodó y le permitió un oasis después de un arranque dificultoso. “En esta no podemos fallar”, repite en la mesa chica. Acaso por eso fue a lo seguro: replicar el fernandismo de la cuarentena. “Confiamos plenamente en la política nacional que ha definido Alberto Fernández”, dijo en uno de los partes diarios que encabeza sobre el COVID-19.
“Algunas semanas de dura situación económica no nos va a hacer ricos ni a dejar totalmente en la calle. Pero diez días equivocados en la estrategia nos pueden llevar a perder vidas.” (Omar Perotti)
De esta forma, apostó todo al manual sanitarista con un lenguaje sencillo, terminante y hasta con cierto tono paternalista. “Agua y jabón, el blanco, el de lavar la ropa, con eso alcanza”; “Ya tendremos tiempo de compartir el mate”; “No creamos que por una buena pretemporada vamos a salir campeones”. Perotti entendió que los ciudadanos esperan que alguien se encargue de cuidarlos en estos tiempos borrascosos. Si a Fernández le sumó, ¿por qué a él no?
Pero el cuidado que se demanda parece ir más allá del agua y el jabón. El parate de la actividad despluma día a día a la economía, la solvencia de las empresas tambalea y pone en aprietos al empleo. Fernández sintió la mano de Techint cuando el gigante despidió a 1.400 trabajadores, entonces optó por la ofensiva: tildó de "miserable" al establishment, desatando otra pelea además de la pandémica.
Y si bien el traje del Alberto sanitarista le quedó pintado a Perotti, no parece haberse puesto el de la cruzada contra el empresariado que apuró el modelo de suspensiones y rebajas salariales a grandes escalas que ya prendió en todo el país. Al punto que la Unión Obrera Metalúrgica terminó aceptando la disyuntiva "rebaja salarial o calle" y cerrará un acuerdo a nivel nacional para que no haya despidos en los próximos 120 días.
En Santa Fe, Acindar fue quien movió la ficha y cocina un esquema de 2.000 suspensiones con disminución salarial, tal como adelantó Letra P. Desde el ministerio de Trabajo provincial descansan plenamente en el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) del Ejecutivo nacional que prohíbe despidos y suspensiones hasta junio. “No lo pueden hacer sin nuestro aval. Además, está el DNU”. Pero las empresas avanzan igual o hacen planes para después del alcance del decreto.
El gobierno provincial no emprendió un discurso o dialéctica de advertencia para adelantarse y condicionar el escenario, más allá de que esto no garantiza soluciones. La excepción fue un tweet personal del ministro de Trabajo, Roberto Sukerman, donde festejó el pie que le dio el Papa a Fernández. Pero no hubo una impronta oficial que, llegado el caso, tendría efectos para el resto de los empresarios que no se manejen con el “espíritu solidario” que promulga el Presidente.
El único punto beligerante del gobierno provincial con el empresariado fue en el aspecto sanitario. Perotti advirtió que interrumpirán el suministro eléctrico a las empresas que no presenten el registro y declaración jurada con los protocolos de la provincia.
En conclusión, el abordaje de lo económico es sanitario: actuaciones, protocolos y elementos de protección para el sector productivo. Letra P consultó a dos ministros si estudiaban una ampliación del discurso en este sentido y no obtuvo respuesta.
En cuanto a lo práctico, desde el Ministerio de Trabajo se habilitó una nueva vía de comunicación para consultas y denuncias por suspensiones, despidos, pagos de salarios y condiciones en el desarrollo del trabajo. Es decir, el trabajador deberá activar y escribirle al Ministerio para que intervenga. Ya dictó algunas conciliaciones obligatorias e intermedió REPROS.