El gobernador Omar Perotti “cometió más errores que aciertos” y encontró en el coronavirus un “oasis” que le permitió enderezar un arranque errático. En una entrevista con Letra P, los titulares de la consultora Innova con base en Rosario, Martín Ostolaza y Guillermo Variego, analizan cómo se mueve la comandancia política santafesina dentro de los márgenes de la pandemia.
-A diferencia del plano nacional, prima la grieta en Santa Fe. ¿Beneficia a alguien?
-La grieta, que en el plano nacional venía desvanecida primero con la aparición de Alberto Fernández y luego con su triunfo, ahora sufre otro revés debido a las formas de Fernández, quien, al ocupar la centralidad política, impone un nuevo tono. Lo venía haciendo desde el día uno de su gobierno y ahora encuentra un nuevo escenario para ratificarlo. Con ese nuevo espíritu de época nacional, la disputa santafesina protagonizada por el peronismo y el Frente Progresista puede desentonar. En el plano táctico, lo beneficia al Frente Progresista porque le quita protagonismo a Cambiemos, que es con la fuerza que dividió votos estos últimos cinco años. Además, de algún modo el contraste le sirve para reforzar su posicionamiento ideológico y programático. De todos modos, tampoco hay que perder de vista la intensidad de esa táctica y los riesgos que conlleva. La evidencia empírica reciente muestra que los oficialismos que apostaron un pleno a esa estrategia no pudieron cumplir sus objetivos electorales.
-¿Puede haber cambios en el sistema político a raíz de la pandemia? ¿Se puede reconfigurar?
-En este primer momento, donde todavía no se palpan de lleno las consecuencias económicas de la problemática, política y ciudadanía encuentran un denominador común: la ciudadanía necesita que la cuiden y la política sintoniza esa frecuencia. Ese punto de encuentro revaloriza a la política en sí. A su vez, esta percepción del rol del Estado se agudiza al encontrarnos con escenarios de contraste evidente como son las realidades que atraviesan Brasil y Estados Unidos, por ejemplo. La mayor parte del arco político priorizó la salud. Ese plano achica los márgentes de disputa, pero cuando se empiecen a tomar decisiones para afrontar las consecuencias económicas, las tensiones políticas reflotarán porque ahí se afectan intereses. Por otra parte, seguramente habrá replanteos filosóficos sobre las prioridades de los Estados, el rol de la política y los desafíos del futuro. En lo inmediato, el sistema político tendrá que poner todos sus esfuerzos en buscar soluciones a demandas de primera necesidad.
-¿Cómo ven a Perotti y al gobierno provincial ante la crisis?
-El gobernador encontró en el Covid-19 un oasis. Su centralidad política estaba en disputa por la forma de ejercer liderazgo que le generó un desgaste prematuro. Si bien eso probablemente vuelva a repetirse porque es su impronta, en esta coyuntura encontró un impase con la oposición. Achicó el frente de batalla, que era demasiado amplio antes de la pandemia, y se enfocó. A su vez, muestra dotes de comunicador con frases y explicaciones claras y contundentes, atreviéndose a implementar metáforas deportivas combinadas con las bélicas que vienen primando en los discursos locales e internacionales. Por otro lado, más allá de sus virtudes y defectos individuales, se evidencia una falta de estrategia de comunicación política que se refleja en la ausencia de un vocero claro en la pandemia: él se expresa bien pero con intermitencias; el ministro de Salud (Carlos) Parola no tiene el protagonismo que muestran Ginés (González García) o el secretario de Salud de Rosario (Leonardo) Caruana, por ejemplo. (Alejandro) Grandinetti protagonizó conferencias siendo el secretario de Turismo. Dos de sus funcionarios que podrían ocupar este lugar están en aislamiento. A su vez, no hay un valor claro que referencie y enmarque al gobierno, a diferencia del respeto de (Pablo) Javkin y la solidaridad de Fernández. En líneas generales, en estos cuatro meses, es un gobierno que cometió más errores que aciertos y la causa de eso se debe principalmente al estilo de conducción del gobernador.
“Lifschitz implementó una posición silenciosamente dura, un silencio cristinista podríamos decir, y cedió a tiempo en la disputa por la Ley de Necesidad y Urgencia.”
-Lifschitz, líder opositor, rompió el silencio y tuvo centralidad política. ¿Podrá sostenerla?
-El exgobernador disputó esa centralidad con eficacia y eso es fruto de una estrategia que nació con la decisión de recluirse en la Legislatura, formar un bloque homogéneo y desde ahí usar la cuota de poder de la cual dispone. Implementó una posición silenciosamente dura, un silencio cristinista podríamos decir, y cedió a tiempo en la disputa por la Ley de Necesidad y Urgencia. Ese plan, además de mantenerlo en el corazón de la lucha del poder político provincial, fue generador de un fuerte desgaste político para el oficialismo, por un lado, y lo consolidó como el máximo líder del Partido Socialista, por el otro. Si Perotti insiste con querer reinterpretar el pasado reciente vehementemente y/o imponer decisiones saltéandose las intermediaciones, la polarización recrudecerá y la centralidad volverá a estar en disputa. Por otra parte, y a favor del Frente Progresista, el escenario que estuvo por algún período dividido en tres tercios se muestra partido en dos. Cambiemos quedó relegado en la Legislatura y dividido en el Concejo de Rosario y, al no contar con un liderazgo abarcativo, se le hace más difícil saldar sus diferencias internas. En este contexto, la UCR tendrá futuro de mayor poder solamente al interior del Frente Progresista. El dilema que tiene es el de siempre, la interna propia, y a su vez, la coalicional contra Lifschitz.
-¿Qué análisis les merece la relación entre Perotti y Javkin?
-La única relación estable que tuvo Perotti en estos cuatro meses es con Javkin y eso no es casual. Básicamente, hay un interés político mutuo de preservar el vínculo. A uno le interesa potenciar el javkinismo y preservar el clima social de Rosario, y el otro depende de ese vínculo para respirar y proyectarse.