Todo cambió para peor en apenas una semana. Si el Gobierno se autopercibía hasta ahora como uno “en emergencia”, ahora se asume con amargura como uno “de emergencia” y que debe cambiar todas sus prioridades. Sin margen fiscal, se exprime para encontrar recursos que le permitan hacer políticas anticíclicas que acoten el agravamiento inevitable de la recesión y, mientras sigue adelante con la renegociación de la deuda, comienza a evaluar como hipótesis no deseada una caída en default.
El presidente Alberto Fernández bajó la orden de instrumentar políticas anticíclicas para defender el nivel de actividad, pero eso no es sencillo cuando el riesgo país trepó a 3.100 puntos.
En el Ministerio de Economía ya se olvidan de la esperanza de que el año cierre con un rebote de la actividad en el segundo semestre y que el producto bruto interno termine con una retracción del orden de solo el 0,5%. Creen que si el país la sacara barata, la crisis del coronavirus sumaría otro tanto a una recesión que completará tres años, pero el pronóstico real asoma más sombrío. “¿Cuánto va a caer la demanda? ¿Cuánto va a bajar la recaudación por ejemplo del impuesto PAÍS (que grava las operaciones en divisas) o de las retenciones a la soja, con exportaciones que van a sufrir tanto en volumen como en precio?”, se preguntó una fuente oficial en diálogo con Letra P. La idea es evitar una caída libre de la economía. A propósito: ¿para cuándo quedará, en este contexto, el descongelamiento de las tarifas?
El presidente Alberto Fernández bajó la orden de instrumentar políticas anticíclicas para defender el nivel de actividad, pero eso no es sencillo cuando el riesgo país trepó a 3.100 puntos que mantienen clausurados los mercados crediticios y cuando la negociación de la deuda demanda límites estrictos al gasto. La consigna presidencial implica raspar el fondo de la olla.
Personal de la Casa Rosada comenzó a tomarles la temperatura a quienes ingresan.
El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, evitó desde el 10 de diciembre autorizar las cajas chicas de ministerios, secretarías y subsecretarías de Estado y ahora piensa directamente sentarse sobre ellas, por menores que parezcan. Si hasta el momento esos eran ítems de gasto que podían sumar a un esfuerzo de ahorro, ahora se trata de recursos que probablemente haya que destinar a la emergencia sanitaria.
Santiago Cafiero, jefe de Gabinete.
La reducción de las tasas de interés, a la que aún se le ve margen, y los $1.700 millones ya girados al Ministerio de Salud forman parte de lo que el Gobierno entiende como políticas anticíclicas porque, a fin de cuentas, sostienen la demanda. Pero habrá más, porque la orden es acelerar la ejecución de todos los planes que estaban en estudio, como Argentina Hace, por el cual el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, volcará en lo inmediato $8.500 millones a 343 municipios para obras de impacto en el empleo como la construcción de cordones, cunetas y extensiones de cañerías. Y habrá más.
El drama es que puede que ni esos esfuerzos sean suficientes. Si la crisis por el coronavirus es comparada por analistas internacionales con la de 2008, la diferencia es que hoy se suman el colapso del mercado petrolero y el cierre forzoso de renglones enteros de actividad por consideraciones sanitarias. Así, las medidas contracíclicas tienen una eficacia recortada, al menos en lo que hace al estímulo a los sectores medios, ya que, aunque se destinen fondos al sostenimiento del consumo, su impacto resultaría esterilizado si se decidieran cuarentenas y limitaciones de la actividad comercial más estrictas. ¿Cómo gastar dinero cuando no hay dónde hacerlo?
El Gobierno parecía manejar la crisis con freno de mano hasta hace unos días; más que a la desidia, eso respondía a la cautela por el impacto económico de medidas como las que debió tomar, como la suspensión de vuelos y espectáculos.
La negociación de la deuda tiene un lugar destacado dentro de las incógnitas de la hora. Vista hasta hace una semana como la llave para una recuperación económica de mediano plazo, el proceso se llenó de dudas. ¿Acaso la coyuntura, en la que la destrucción de riqueza alcanza niveles tan agudos, puede hacer que la oferta nacional deje de ser percibida por los acreedores como inaceptable?
Los representantes de fondos de inversión que pasaron por Buenos Aires en los días previos a las restricciones de viaje se fueron del Palacio de Hacienda pegando un portazo cuando oyeron hablar de un recorte de las tasas de interés de los nuevos bonos hasta el orden del 3 al 4%. Los contactos vía conference call de las últimas horas, cuando el derrumbe de los mercados quedó expuesto, los mostraron algo más permeables, creen en Economía.
El de la cesación de pagos no es un escenario que el Gobierno busque, pero sí es uno que ya no descarta.
Mientras, la crisis hace que los plazos se vayan corriendo. La presentación de la oferta, que debía producirse en la semana que pasó, probablemente quede para la que comienza. Asimismo, el plazo del 31 de marzo para la culminación del proceso ya no es tal y el propio Presidente recordó, ante el cúmulo de vencimientos que llega desde abril, que los pliegos de los bonos prevén prórrogas de 30 días para pagar antes de que pueda declararse un default.
El de la cesación de pagos no es un escenario que el Gobierno busque, pero sí es uno que ya no descarta. Según evalúan al más alto nivel, si solo se pudiere alcanzar un arreglo insatisfactorio, acaso un nuevo default sea solo una raya más para ese tigre que es la Argentina.
¿Y los buitres? Lo que cambió es que sus representantes ahora siguen el caso argentino ya no in situ sino on line. El desplome de los bonos llevó las paridades en torno al 38% de sus valores nominales, más cerca del punto crítico en el que las aves se lanzan sobre la presa.