En los momentos extremos se ven los niveles de maduración. Maldecía un funcionario de un área económica por estudios de consultoras privadas que son parte del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) y que ya hacen cálculos de cuál podría ser el impacto económico del coronavirus en la Argentina. Una de ellas especula con que sumaría medio punto a una caída de dos puntos ya esperada en el PBI. ¿En base a qué se hizo el cálculo, cuando la pandemia en el país recién se expresa con un parate parcial en la actividad? Ni las propias consultoras pueden explicarlo.
Los niveles de exacerbación de la paranoia y el negocio del impacto llevan la pandemia al peldaño de la irresponsabilidad. El escenario, ya de por sí complejo para las provincias y todos los municipios de todo el país por lo sanitario, obliga a los gobiernos a pulsear sobre la cornisa en cuestión innecesarias. Hace unos días, antes del decreto del presidente Alberto Fernández que estableció la emergencia sanitaria, el Ministerio de Desarrollo Productivo recibió a los productores de alcohol en gel. A la cartera que conduce Matías Kulfas llegaron tickets con precios escandalosos. Hoy, por caso, una botella de 980 centímetros cúbicos se llega a pagar 1.700 pesos. Esto hizo que el Gobierno los obligara a retrotraer los valores al 15 de febrero y a comprometerse a producir más.
Alcohol, remarcación y vuelta atrás con los precios.
El carbopol, compuesto para fabricar el gel, es importado desde India y China por varias droguerías aprobadas por ANMAT, dos de ellas, Saporitti y Magel. Ese producto está escaseando en el mundo, pero las marcas tienen variantes para subir la producción. Kulfas les pidió que la aumenten, le explicaron que tienen más costos y que necesitan pagar horas extra y la cartera se comprometió a buscar mecanismos de compensación, como créditos blandos.
Desde el edificio ubicado sobre la Diagonal Sur siguen ese tema con interés y hasta hacen un seguimiento sobre otro de los mitos que circularon desde algún sector de la prensa: que hay desabastecimiento de productos básicos en supermercados. “Acá lo que sobra es mercadería”, contó un comerciante, quejoso por los bajos niveles de ventas que arrastra el consumo masivo. El Gobierno tiene monitoreada la provisión minuto a minuto cada día, con un sistema en el que los supermercados cargan información que llega al instante a los funcionarios.
Buena articulación política entre Nación y Ciudad, lo positivo.
Nadie parece querer ceder ni un ápice en el estadio de crisis: en el sector de la medicina prepaga están planeando pedir al Gobierno la autorización para volver a subir los precios más de un 15% en abril. Esgrimen aumentos de costos en dólares y mayores gastos por el acondicionamiento de establecimientos para la atención del virus. Así, la Casa Rosada tiene, aún en plena pandemia, las mismas rebeliones de los pícaros que cuando el coronavirus era un metier de Europa y China.
Las miserias de la política parecen ser aisladas en este contexto. Los que conocen la relación diaria del gobierno nacional y el de la Ciudad, en manos de Horacio Rodríguez Larreta, aseguran que hay un alineamiento en la idea del combate al virus que no tiene fisuras. Incluso hubo dirigentes de Cambiemos que les dijeron a los más ultras que “se dejen de joder con pegarle al ministro, que esto es serio”. El ministro de Salud, Ginés González García, bajo fuego constante por dichos poco felices sobre la propagación de la enfermedad.