Detrás de la nube de humo de las alianzas cerradas por el peronismo y el Gobierno, pasan cosas. Sensaciones reales y situaciones que hacia afuera salen a cuentagotas. “Ganamos, pero yo lo dije incluso antes de que llegara (Miguel) Pichetto ”, dijo en un brindis con la prensa el ministro de Producción, Dante Sica, y garantizó: “Volveremos a levantar la copa los próximos cuatro años”. Lo que exterioriza Sica es el discurso que hoy reina en los ex Cambiemos, ahora Juntos por el Cambio: luego de estar contra las cuerdas por los sacudones de la recesión y el descrédito a Mauricio Macri, el plus de un candidato a vice ex kirchnerista duro los puso de nuevo en carrera.
En el peronismo, ahora bajo el rótulo Frente de Todos, juegan hacia afuera con la idea de que la alianza con Sergio Massa y el Frente Renovador es casi un game over si se lograse trasladar el apoyo del voto del tigrense a la fórmula que encabeza Alberto Fernández.
Cambiemos teme que Massa, si va a PASO, tengo un candidato propio en provincia.
El lado B de esa algarabía muestra sólo desconcierto y cautela en ambas escuderías, por un enigma que es central: qué pasará en la provincia de Buenos Aires, la llave de los comicios, con el "voto crisis”. El distrito, que no tiene segunda vuelta y se gana por medio voto, vive una realidad ajena a la discusión de candidatos, con buena parte de la población afectada o seriamente afectada por la cuestión económica. En el Gobierno saben que sin Buenos Aires no hay Macri en octubre y que el conurbano profundo tiene números que inquietan.
Llegado de Japón, donde se reunió con directivos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, les dijo a los propios que, luego de conocerse la designación de Pichetto, “ahora es tiempo de que la política explique la campaña”.
Los ex Cambiemos insisten en que no habrá campaña económica, al menos de su lado. Y que el eje será “democracia o autoritarismo”. Naturalmente, se celebró casi con descorche la inflación del 3,1% y la calma cambiaria, pero en materia de actividad no se espera más que un leve rebote aprovechando la comparación con los peores meses de 2018.
En este contexto, hay dos objetivos principales, destinados a prevenir impactos negativos en la performance electoral de la gobernadora María Eugenia Vidal. El primero es evitar que haya fuga de votos por derecha y hacia el PJ moderado. En este último caso, es la fórmula Roberto Lavagna-Juan Manuel Urtubey la que genera dudas, un binomio que llevaría a la ex massista Graciela Camaño como candidata a la gobernación. Con respecto a los votos conservadores, rezan para que el liberal José Luis Espert no arrastre dos o tres puntos en terreno bonarense con un candidato aún no definido.
En la cena de Conciencia, dos intendentes jóvenes del PRO compartieron mesa con un grupo de adolescentes de entre 15 y 20 años. Integrantes de Debate, un núcleo bien liberal donde se charla de política, fueron radiografiados por los jefes comunales. Uno de ellos les preguntó a quién votarían “a presidente”. “A Espert, porque es liberal”, respondieron. “Pero Mauricio también es liberal”, replicó el intendente. “Más o menos, a veces hace una cosa y a veces, otra”, siguieron los jóvenes y completaron con que en la provincia “quizás" voten a Juntos por el Cambio. Ese núcleo es una preocupación porque, incluso en la primera vuelta y decisiva, podría no salirse del partido del economista. Por estas razones, en el entorno de Vidal no dan por cerrado que el radical y actual vicegobernador Daniel Salvador sea el único con chances de seguir en la fórmula de cada a octubre.
Kicillof almorzó con dirigentes sindicales que piden lugares. "No nos desayunemos la cena", les dijo.
“Esperamos que Massa no presente candidato propio en la provincia”, confesó a Letra P una fuente nacional que es pivot con el territorio de Vidal. La segunda inquietud es lo que hará el tigrense el día del cierre de listas. Si fuera a las PASO presidenciales contra los Fernández y llevara candidato bonaerense propio, dispersaría el voto peronista en otra opción no K puro. Se pondría, como el lavagnismo, en modo "otra alternativa" para los desencantados con Cambiemos que quisieran votar oposición pero no kirchnerista. Por el momento, todo indica que el candidato a gobernador de Todos será uno: el ex ministro de Economía Axel Kicillof.
Lavagna-Urtubey, una fórmula que no sólo puede restarle a Macri, sino también a Vidal.
Hace unos días, el elegido para encabezar la fórmula bonaerense de Todos almorzó con los dirigentes del Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresimona), que agrupa a los Moyano, a La Bancaria y otros gremios fuertes. Entusiasmados y en una jugada clásica, los sindicalistas pidieron charlar de lugares en las listas de diputados y hasta posiciones en un hipotético ejecutivo. “Esos temas se hablan con Alberto, no conmigo”, respondió, amable aunque incómodo el ex ministro.
Kicillof es, quizás, el dirigente que mayor evolución de pensamiento y armado político tuvo en este tiempo. Cuentan en su entorno que odia este tipo de pedidos y detesta creer que la elección está encaminada. “No nos podemos desayunar la cena, está difícil” es una de sus frases predilectas. A la tropa le pone un ejemplo muy negativo para que asuma la complejidad del proceso y la campaña con suma responsabilidad: el de Daniel Scioli en 2015, que antes de los comicios hizo una presentación de figuras de un gabinete que nunca existió.
En este contexto, el frente Todos sí piensa en que la clave para retener es hacer una campaña netamente económica. Es lo que predica Kicillof en cada visita a pueblos del interior. El ex ministro juega fuerte y hasta habla seguido con el voto más reacio al kirchnerismo: el campo. Es habitual la charla con la Federación Agraria y se espera una reunión mano a mano con la cúpula de Confederaciones Rurales (CRA). El post kirchnerismo observa que, si bien Vidal, pegada a Macri, necesitará un alto nivel de corte de boleta para replicar el escenario del 2015, si no se expusieran las maldades de la recesión, de todos modos sería complejo el triunfo.
Ambas fuerzas políticas entienden que, más allá de la dinámica más peronista de las elecciones en el Interior del país, Buenos Aires es la llave para lo que viene y las PASO no definen, pero puede mostrar una tendencia.