Solo tres personas conocen de primera mano el estado de las negociaciones para que Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa coincidan en una misma apuesta electoral, o al menos en una estrategia coordinada. Son los armadores y diputados del Frente para la Victoria (FPV) Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” De Pedro y el propio Massa. Se puede sumar a esa mesa de póker a Alberto Fernández, quien recuperó el diálogo frecuente con quien fuera su sucesor en la Jefatura de Gabinete. Las hipótesis son muchas, las opciones pocas y el ruido subterráneo que se estaba generando perdió volumen. Por un lado, porque Massa sigue viendo esta posibilidad como un plan B y porque la incertidumbre que rodea a CFK lo obliga a mantener distancia; por el otro, porque en el Instituto Patria creen que el líder renovador perdió potencia con la irrupción en el mapa de Roberto Lavagna y porque el clima de crisis y descontrol de la economía empujó a la ex presidenta hacia arriba: hay encuestas que la muestran rompiendo su techo y ganando un ballotage contra Mauricio Macri, por lo que empieza a ser foco de atracción para intendentes y gobernadores y la tentación de un acuerdo con el antes enemigo empieza a diluirse.
La encuesta que alteró los nervios de un sector del establishment se leyó en el comando massista de avenida Libertador 850 y en el kirchnerista de Rodríguez Peña 80. Si en las filas de Cristina entendían como un mal necesario un pacto con Massa, la ventaja de nueve puntos sobre Macri en una eventual segunda vuelta que revelaba el trabajo de Isonomía cambió en parte ese enfoque.
Uno de los pocos hombres con acceso directo y permanente a la ex presidenta le puso palabras a ese escenario. “Massa tendría que haber considerado la oferta hace dos meses, ahora está devaluado. Cada día vale menos”, aseguró. ¿A qué atribuye esa devaluación? A Lavagna y los votos que capturó casi sin lanzamiento y con apenas un par de fotos y alguna que otra entrevista. De hecho, quedó en evidencia el impacto de la llegada del ex ministro de Economía a la grilla de presidenciables porque empujó a Massa a salir al ruedo. Solo cuando se empezó a medir a Lavagna en las encuestas el ex intendente de Tigre retomó su campaña fuerte, con giras, medios y acercamientos a sectores del poder, desde la CGT a Marcelo Tinelli.
De todas maneras, en el kirchnerismo no están ni cerca de cerrarle a Massa la puerta que le entornaron meses atrás entre Máximo y Wado De Pedro. Aún esperan algún gesto y admiten que Massa es la gran incógnita de la elección. Una forma de reconocer que todavía lo consideran determinante.
DEL MEDIO HACIA EL PATRIA. La interpretación que hacen del otro lado es muy distinta. Siguen sosteniendo que si Massa hubiese claudicado en su apuesta a la avenida del medio en una visita al Instituto Patria hace dos meses hoy sería “como mucho, primer candidato a diputado nacional”. Que la estrategia sigue siendo acumular hasta mayo y, recién ahí, evaluar las posibilidades. Entre esas posibilidades anotan, obviamente, un posible acuerdo con Cristina. No lo imaginan público ni de cúpulas y creen que, si se da, se hará sobre el filo del cierre de alianzas, el 12 de junio. Un mal intencionado operador político comparó ese posible acuerdo con el cierre que hizo Massa con Macri en 2013, cuando sumó al PRO a la primera lista del recién creado Frente Renovador: se hizo a hurtadillas, sin anuncio rimbombante y sin foto entre los jefes de los dos espacios.
En el massismo no tienen tapujos en reconocer que, todavía hoy, un pacto de paz con el universo K sigue siendo un plan B. El A sigue siendo convencer a Lavagna de bajar sus exigencias y que acepte competir en agosto en una interna de Alternativa Federal. En ese cálculo hacen su propio revoleo de encuestas: Federico González, Analía del Franco, Poliarquía y la consultora Circuitos lo muestran todavía arriba del economista que admira y quiere. En el lavagnismo sostienen que, la diferencia, es que “Roberto todavía no se lanzó, no hizo campaña, por lo que su techo aún es difícil de medir”. “El de Sergio –completan- es más visible.”
Signos de paz en Twitter.
En cuanto a los gestos que esperan en el Patria, Massa los viene dando. Hace tiempo que dejó de moverse como un pez inquieto entre Macri y Cristina y ahora identifica un solo enemigo (político): Cambiemos. Lo hace en privado y públicamente. Al menos tres intendentes de contacto íntimo y frecuente con el líder renovador coincidieron ante este medio en ese giro discursivo de Massa en almuerzos, cenas o mesas de café. “Si antes su obsesión era Cristina, ahora su obsesión es Macri”, confirmó uno de ellos, asentado en la Primera Sección electoral.
El cambio está delineado por Antoni Gutiérrez Rubí, el gurú español que condujo la campaña cristinista de 2017 y que ahora, tras previa “autorización” del Patria –preguntó si lo iban a necesitar este año y la respuesta fue que no-, orienta la de Massa. En el grupo más cercano al precandidato se sorprenden por la atención y la obediencia que le presta al Durán Barba del massismo. “Mirá que Sergio es difícil para ser conducido, eh”, aseguran.
Fue el catalán el que le graficó, en números, la necesidad de abandonar la avenida del medio, al menos desde lo discursivo. Le mostró encuestas –trabaja con solo una consultora y aseguran no saber cuál es, pero en el mercado de las mediciones arriesgan que es Reyes/Filadoro- en las que, en términos gruesos, siete de cada diez personas no quiere al macrismo en el poder. “Esa cifra se está acercando a ocho de cada diez”, completan. Eso empujó a Massa a abandonar el “ni Macri ni Cristina” que tuvo atravesado en la garganta desde 2015 hasta, al menos, mediados del año pasado, cuando explotó la crisis devaluatoria, inflacionaria y el Gobierno fue a pedirle una mano al FMI. Ahora la frase perdió dos palabras y se acortó: “Ni Macri”.
LA VOZ DE LOS INTENDENTES. No existe sector más interesado en un acuerdo entre Massa y Cristina que los intendentes peronistas del conurbano bonaerense. Así se lo hacen saber a Massa, quien fuera uno de ellos hasta 2013, cuando rompió con el kirchnerismo junto a otros siete jefes comunales para transformar ese embrionario Grupo de los Ocho, entre cenas a la vera de los canales de Tigre, en un sello que aún perdura: el Frente Renovador.
La encuesta de Isonomía que filtraron desde el universo financiero –fue un trabajo que se hizo para el Círculo Rojo y no para la política- llegó a los despachos municipales. No fue la única. También se leyó el trabajo de Synopsis que da ganadora a Cristina en un ballotage contra Macri. Ese sondeo augura un ajustadísimo 45% contra un 44,3% del Presidente, con un 10,8% de indecisos. Proyectados esos votos aún sin dueño en ese escenario, el resultado para Synopsis sería de casi dos puntos para la ex presidente: 50,9% contra 49,1%. Esa medición, también con indecisos proyectados, arroja victorias más holgadas si el candidato opositor que llega a noviembre fuera Lavagna o Massa.
La filmina de la encuesta de Synopsis: escenarios de ballotage con proyección de indecisos.
Un intendente de excelente relación con Massa confesó que, en las conversaciones mano a mano, el ex jefe de Gabinete les pide a los dirigentes con peso territorial que ayuden a “crear condiciones para que Cristina entienda que es mejor que no juegue”. “Nadie está en condiciones de plantearle eso”, completa el relato, “menos ahora que el techo de votos con el que la corrían empieza a desvanecerse”.
El mismo dirigente pone otro termómetro en la mesa de variables: la calle. Según su explicación, los votos en los escalones más bajos de la escalera social no son politizados ni partidizados y hay mucho de emocionalidad. Eso, agrega, lleva a que muchos y muchas que votaron a Macri en 2015 ahora quieran votar a Cristina -"volver a Cristina" fue el término que eligió- sin la necesidad de encontrar un paso intermedio entre uno y otro. “La bronca a Macri la está cobrando Cristina”, resumió, “y eso no lo mide Isonomía”.
Otro cacique bonaerense contó a Letra P lo que habló con Massa en su última reunión, hace poco más de un mes. “Si me tengo que bajar, me bajo y espero mi oportunidad”, les dijo.
El problema, reconocen cerca del propio Massa, es que Cristina no termina de confirmar si va a jugar o no y dan por hecho que la certificación llegará sobre el cierre de presentación de candidaturas. “Sergio no puede ir a negociar nada porque, si Cristina no juega, él sube naturalmente”, explicó un intendente del sur del conurbano.
El último asado que Massa compartió con Máximo y Wado en Mercedes, en la quinta del intendente Juan Ustarroz, fue hace más de un año. Parece difícil que eso puede repetirse en las próximas semanas. Nadie, en ninguno de los lados del mostrador de las negociaciones entre el massismo y el kirchnerismo, imagina por ahora un mano a mano del ex jefe de Gabinete y su ex jefa. Una foto o un dato filtrado podría echar por tierra toda una estrategia.
“Si algo mostró hasta acá el Patria es capacidad de contención de bocones”, se entusiasmó el intendente. “Cristina se reunió con (el gobernador de Entre Ríos, Gustavo) Bordet y con (el gobernador de San Juan, Sergio) Uñac y nadie se enteró”, completó. A eso podría sumarse el férreo control de filtraciones que se hizo sobre el libro Sinceramente. La capacidad está. “El problema es que no lo filtre él”, deslizan. Todavía no le perdonan a Massa que haya hablado de más y desnundado la estrategia que tenía el PJ bonaerense de llevar un candidato a gobernador unificado, que ahora entre Macri y María Eugenia Vidal le bloquearon con un decreto, ya judicializado.