A Roberto Lavagna su despacho de Cerrito y Paraguay empezó a quedarle chico. Su candidatura presidencial ya trascendió el terreno hipotético y tiene un equipo de personas de su más íntima confianza gestionando su armado, por lo que necesita un lugar más amplio para trabajar. Hasta ahora, son células dispersas que operan entre el lobby de un hotel céntrico y algunos bares porteños, embolsando la atención y respondiendo las dudas que generó la vuelta a la arena electoral del ex ministro de Economía. Ya tienen en vista una amplia oficina en la zona de Buenos Aires donde se concentra el poder, que esperan estar habitando a mediados de abril. Con eso darán el primer paso formal para transformar las fantasías de un club de amigos en un comando de campaña.
Encaminado el problema del espacio físico, hay otro ítem que, si bien todavía no genera preocupación, tiene doble subrayado en la lista de tareas: a la escudería Lavagna le faltan espónsors. Eso, al menos, dicen en el entorno del fundador de Ecolatina. Lamentan que muchos de los empresarios que hace meses se acercaron a testear la voluntad del economista de jugar este año ahora, que el auto está en carrera, no aparecen con la plata para la nafta. Juran que, hasta el momento, no cerraron con Jorge Brito ni con Eduardo Eurnekian ni con Arcor ni con ninguna de las firmas que se vienen mencionando. Ni siquiera Techint, hoy en guerra fría con el Gobierno y de histórica y estrechísima relación con el ex funcionario de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, pasó a ver si necesitaba algo. “Si lo ves a (Paolo) Rocca decile que lo esperamos”, bromeó un estrecho colaborador de Lavagna ante la consulta de Letra P. Las dudas sobre qué pasará con la ley de financiamiento político no ayudan en nada a la hora de conseguir auspiciantes.
A DARLE CUERPO. La falta de “fierros” sobre los cuáles hacer andar la candidatura presidencial no es algo que dispare alertas, al menos hoy. Para aplacar esos temores, se entusiasman con que dos sectores clave, como los gobernadores y los sindicatos, empiecien a caer lentamente en la misma bolsa, la suya.
En la lista de caciques provinciales que ya lo promueven para competir anotan al santafecino Miguel Lifschitz –hoy ladero clave para sumarle progresismo al armado- y el sanjuanino Sergio Uñac, a quien todavía le agradecen por la puesta en escena que le armó en su provincia, a fines de febrero, cuando convirtió la Fiesta Nacional del Sol en un acto político a la medida del ex ministro, algo que generó mucha bronca entre el kirchnerismo asistente. Otro que ya se confesó fue Gustavo Bordet. “Lavagna, claramente”, respondió el entrerriano a La Nación cuando le pidieron que marcara su favorito en una trivia polarizada entre el candidato a presidente de la UCR en 2007 y la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Dicen que se llevó muy buenas sensaciones de las reuniones con Juan Schiaretti en Córdoba y con Hugo Passalacqua en Misiones, pero por ahora no los consideran propios.
En el entorno de Lavagna se muestran pacientes. Creen que entre los gobernadores habrá efecto dominó, idea que toma sustancia amparada, justamente, en el caso Bordet. El gobernador de Entre Ríos cerró acuerdo provincial con el kirchnerismo, que significó que Cristina le bajara su candidato (Julio Solanas) para no dividirle el voto peronista. Recién ahí, consumado el pacto local, Bordet bendijo la candidatura de Lavagna. Confían en que ese escenario se replique en otros distritos. “A medida que vayan cerrando las listas provinciales y los acuerdos locales con el kirchnerismo, quedarán en libertad de acción para elegir dónde jugar a nivel nacional”, explican, optimistas.
Esta idea se apoya sobre un escenario resbaladizo, que requiere verificación. Que funcione significaría que los gobernadores elegirán a Lavagna por sobre Sergio Massa en la interna de Alternativa Federal, respondiendo a lo que señalen las encuestas. Y que, así, obligarán al ex jefe de Gabinete (a Juan Manuel Urtubey ya lo ven caído) a deponer sus intenciones. Erigirse como el candidato de los gobernadores es lo que le daría cuerpo –“fierros”- a la candidatura lavagnista. Por ahora, esa chance viene entre fría y tibia, pero no parece descabellada.
El ideal de Héctor Daer es un pacto de paz entre Lavagna y Cristina. Pero en el círculo que envuelve al economista rechazan un acuerdo con el kirchnerismo con el mismo ímpetu que podría encontrarse en Urtubey. O en Miguel Pichetto. O, incluso, en Margarita Stolbizer.
Con respecto al mundo del sindicalismo, Lavagna venía deslizándose por un camino aceitado hasta el jueves, cuando se vio cara a cara con los gremialistas que componen la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). Todo era cordialidad hasta que lo cruzó fuerte Juan Pablo Brey. El titular del sindicato de Aeronavegantes le enrostró sus manifestaciones públicas –y privadas- en favor de las low cost y el modelo aerocomercial del macrismo. Leído de otro modo: el moyanismo fue a marcarle límites y aguarle la fiesta al (pre) candidato.
En el ala de los Gordos es donde el plan Lavagna goza de mayor robustez. Fueron algunos de ellos, como Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) los pioneros en empujar al ex ministro al ring.
El que tiene dudas es Héctor Daer. El triunviro de la CGT se sumó a la Mesa de Acción Política del PJ y viene recomponiendo su relación con Hugo Moyano. Desde allí, ahora con despacho propio, trabaja por la unidad. En su fuero íntimo, el titular del sindicato de Sanidad cree que jugar con Cristina candidata no es el mejor escenario para el peronismo pero, al mismo tiempo, entiende que Lavagna yendo por afuera contra la ex presidenta es un cuadro funcional a la reelección macrista. Su ideal es un pacto de paz entre Lavagna y Cristina. Pero en el círculo que envuelve al economista rechazan un acuerdo con el kirchnerismo con el mismo ímpetu que podría encontrarse en Urtubey. O en Miguel Pichetto. O, incluso, en Margarita Stolbizer.
NOMBRES EN DANZA. Lavagna tiene pautada para esta semana una reunión con la senadora nacional por el Movimiento Popular Neuquino (MPN) Lucila Crexell. Así como busca sacarse años al mostrarse con dirigentes con aspiraciones, como el presidente de San Lorenzo, Matías Lammens (¿su candidato en la Ciudad?), al lavagnismo le faltan figuras femeninas. Por eso también mantuvo una reunión con una treintena de mujeres referentes de la sociedad civil, tal como las presentan.
Martín Lousteau es una obsesión. Pero las conversaciones siguen trabadas en la informalidad, lo que frena cualquier avance. También siguen de cerca las rebeldías radicales. Uno de los asesores de Lavagna, que espera tener despacho en las nuevas oficinas, aseguró a Letra P que la semana anterior hubo un boina blanca “de primerísima línea” que estuvo a punto de “dar el salto” y sumarse a su equipo, pero a último momento se arrepintió. O, al menos, postergó tal decisión. La fuente se negó tajantemente a dar el nombre o, al menos, una pista de la cual tironear para descifrar de quién se trata.
Mientras tanto, dejan correr todo lo que no les requiera esfuerzos ni les juegue en contra. Con ese dogma, no reniegan de las versiones que ubican a la UCR con ganas de volver a llevar a Lavagna en el margen izquierdo de la boleta y sonríen cuando se los consulta por contactos con la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal.
Uno de los asesores de Lavagna, que espera tener despacho en las nuevas oficinas, aseguró a Letra P que la semana anterior hubo un boina blanca “de primerísima línea” que estuvo a punto de “dar el salto” y sumarse a su equipo, pero a último momento se arrepintió.
ENEMIGO ÍNTIMO. En algo coinciden Lavagna y Massa: en el aprecio personal que se tienen. Es algo que en ambos bandos confirman y ratifican en on y off the record. Es un cariño honesto y sostenido durante años. Ese sentimiento, igualmente, no está exento de desconfianzas.
Algunas de las declaraciones del ex intendente de Tigre empiezan a causar poca simpatía en el equipo de trabajo lavagnista. Alli creen que Massa, en su forma de defenderlo cuando le preguntan por su amigo Roberto, termina subrayando lo que intenta negar. ¿Ejemplo? Cuando respondió que “hace abdominales” para dotarle de cierta juventud a su, ahora, rival en la interna del peronismo no kirchnerista.
En el plan Lavagna le asignan a Massa un lugar que suena a chicana. Descartado como candidato a gobernador –“Sergio deja claro todo el tiempo que eso no es una opción, en ningún escenario posible”, explican-, buscan tentarlo como primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. De ganar, dicen, se quedaría con la presidencia de la Cámara baja, lo que le daría exposición y caja para pelear en 2023. Suena a mojada de oreja.
Un escenario tal vez más lógico, si se proyectara el terreno hipotético hacia un gobierno lavagnista, sería un Massa como jefe de Gabinete. Mientras Lavagna ordena la economía y negocia con el FMI y los peces gordos de las finanzas mundiales –el terreno donde mejor se mueve-, el líder renovador sería la cara y la voz de un gobierno de transición que, si marcha bien, lo tendría como sucesor natural. Uno de los armadores del plan Lavagna explica con perspicacia por qué ese camino termina en una pared. Según su lectura, un jefe de gabinete lavagnista debería cumplir con tres características: tener experiencia de gestión, muñeca política para las negociaciones con los gobernadores y la oposición y fidelidad probada en la cadena de mando. Massa, para el asesor lavagnista, solo llena uno de esos tres casilleros.