Desde la apertura de sesiones del Congreso del viernes 1°, Mauricio Macri inauguró un nuevo modo de comunicarse con los argentinos: gritarles. La arenga en torno a la convicción sobre el rumbo elegido busca reemplazar la falta de resultados de las políticas oficiales. Ante eso, cuentan en el Gobierno, la idea es que el presidente-candidato se muestre enérgico y consciente de las penurias económicas del momento, aun a riesgo de que a muchos les provoque la impresión de que se siente impotente. ¿Por qué? Según afirman, porque hay un único pecado que no puede permitirse si pretende competir con chances en octubre: la indiferencia.
Si un recurso se reitera, es porque constituye un método. Así, Macri repitió el “tono enfático” en la entrevista televisiva del último domingo, que arrojó menos rating que comentarios en las redes sociales, donde muchos se asombraron tanto por su tenor como por ciertas definiciones polémicas. Y este jueves volvió a usar el libreto durante la reunión de gabinete ampliado en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
El Presidente no le habló solo a la audiencia de mil funcionarios que lo escuchaba en el lugar. Consciente de la viralización de sus mensajes en los medios y en las redes sociales, se dirigió a una audiencia mucho más amplia, nacional, ante la que fue graduando el tono desde la calma inicial, con la que caminaba lentamente el escenario, hasta el clímax en el que, casi a los gritos, se declaró “caliente, caliente, por si no lo notaron” con aquellos que lo hacen “volver a escuchar a los que vienen a proponer ese maravilloso atajo, esa solución mágica que nos releva de seguir este camino de trepar la montaña con orgullo, con esfuerzo, pero convencidos”.
“Es inaguantable, es inaguantable, es como que ya no lo puedo soportar más (…) ¡¿Quién no quiere crecer, quién no quiere crecer?!”, siguió, bien arriba.
“Mauricio está enojado y también trata de mostrar que lo está. Se prefiere correr el riesgo de que algunos lo critiquen, o que lo vean frustrado o hasta impotente, antes que parecer indiferente a lo que pasa”, le dijo a Letra P una fuente conocedora de la estrategia de campaña.
“Es inaguantable, es inaguantable, es como que ya no lo puedo soportar más (…) ¡¿Quién no quiere crecer, quién no quiere crecer?!”, dijo Macri, bien arriba.
“La situación económica es mala y la comunicación no puede hacer milagros. Así que se asume que, en lo que respecta a la comunicación, lo que queda es recorrer el camino menos malo posible”, agregó.
“Que la gente sienta que (Macri) es indiferente a lo que pasa sería el problema más grande. Es lo que surge de los focus groups que se hacen”, insistió.
Esos estudios, que no dan claves cuantitativas de apoyo o rechazo sino indicios sobre el estado de ánimo subyacente en la sociedad que se deben captar en la charla de los participantes para después ser medidos, indican todavía una ventaja del jefe de Estado por encima de Cristina Kirchner.
Esta, le dijeron a Letra P, “sigue despertando amores y odios. No es el caso de Mauricio. Claro que puede haber una minoría que lo odie, pero de ninguna manera al nivel de Cristina. Puede ser que cuando se habla de él se mencionen palabras como ‘decepción’ o hasta ‘fracaso’, pero no ‘odio’. De la decepción se puede volver; del odio no”.
"Puede ser que cuando se habla de Macri en los focus groups se mencionen palabras como ‘decepción’ o hasta ‘fracaso’. De la decepción se puede volver; del odio no”.
En esos trabajos también se buscaron pistas sobre Roberto Lavagna. Estas, combinadas con encuestas de imagen y, más recientemente, de intención de voto, encendieron las luces de alarma en el oficialismo, porque se entiende que el ex ministro de Economía “tiene un techo mucho más alto”.
Por otra parte, cuentan en el Gobierno que por primera vez hay cierto enojo con medios de comunicación que acompañaron desde el inicio la gestión de Cambiemos. Pero también hay autocrítica, porque se entiende que no se está comunicando con la suficiente convicción los que se consideran logros, como ciertos cambios en infraestructura, las obras hídricas en la provincia de Buenos Aires o el desarrollo del gas no convencional en Vaca Muerta.
Por eso la arenga dura también apunta a los propios: no por nada Macri les exigió en el CCK “remarla un poco más, sin llorar”.