Los estrategas electorales del Gobierno trabajan por primera vez con la hipótesis de que Cristina Kirchner decline su candidatura presidencial, lo que privaría a Mauricio Macri del escenario más favorable en un eventual ballotage. Eso explica la andanada de ataques que le dedican cotidianamente el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne; el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el propio Presidente a quien emerge como posible rival: Roberto Lavagna.
El ex ministro de Economía disfruta viendo cómo el oficialismo lo coloca en el centro del ring electoral aun a sabiendas de que su postulación podría suponer una amenaza mayúscula para el plan reeleccionista. Sin embargo, lo que a primera vista parece una torpeza comunicacional tiene, en verdad, raíces profundas.
“La política ya me hizo perder a mi marido; no quiero que ahora me haga perder a mi hija”. Ésa es la frase que en el Gobierno le atribuyen a Cristina, quien viajó a Cuba preocupada por la salud de Florencia Kirchner, dejando detrás la estela polémica de un video musicalizado en el que declaró a aquella como una perseguida política. Naturalmente, quienes llevaron esa información al equipo de campaña fueron miembros del ala política de Cambiemos, que dicen haberla recogido de diálogos con gobernadores y legisladores allegados a la ex mandataria.
El dato encendió las luces de alerta y, aunque su jefe, Peña, sigue convencido de que al final Cristina va a competir porque no va a poder con su ego, la decisión fue activar una estrategia alternativa a la ya trillada del antikirchnerismo.
Para el oficialismo, la difícil realidad económica y financiera que hipoteca las chances electorales de Macri obliga a demostrarle al Círculo Rojo empresarial, cuya lealtad al proyecto es puesta en cuestión una y otra vez, que “tenemos un plan A (contra Cristina) y también un plan B” para el caso de que Lavagna sea el rival a vencer, según le dijeron a Letra P. “Estamos frente a sectores que tienen capacidad de influir en la credibilidad del Gobierno y en la estabilidad de la economía”, agregaron, dando cuenta de una tirantez inédita con el poder económico.
Así, primero fue Dujovne el encargado de cruzar al ex ministro de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner. Como este, para no bajarse el precio de virtual presidenciable, lo ignoró, el propio Macri decidió atenderlo, culpándolo de lo que entendía como una mala renegociación de la deuda en default en 2005, del atraso tarifario y, en general, de haber pertenecido “a todos los gobiernos” anteriores.
Al día siguiente, Peña se puso al frente de la ofensiva oficial al pegar a Lavagna con Cristina, definiendo a ambos como portadores de propuestas “antiguas, conservadoras y, en algunas cosas, reaccionarias”.
Y este miércoles Dujovne volvió a la carga: refutó la réplica que el veterano economista le había dedicado al jefe de Estado. Así, al irónico “que Macri no se ponga nervioso; en todo caso cuando logre que el país crezca a un ritmo del 9% anual, hablamos” de aquel, el titular de Hacienda respondió: “Una cosa es crecer al 9% haciendo todo mal y otra, crecer haciendo todo bien”. La consigna, de ejecución discutible, no varió, como tampoco el intento de rebajar al peronista al estatus de contendiente dialéctico de un ministro de Economía y ya no más de un presidente.
En el Gobierno admiten que hubo idas y vueltas en la estrategia. “Estamos en una situación en la que no comunicamos lo que queremos y como queremos; hacemos lo que podemos”, le dijo a este portal una fuente oficial.
Además de la hipótesis del renunciamiento de Cristina, que causa “preocupación” en la Casa Rosada, lo que motiva al Gobierno a embestir contra Lavagna es que éste comienza a recoger a los heridos de la “macrieconomía”. Siguen, en especial, los resultados de un focus group realizado por el equipo de Jaime Durán Barba que indica que, a diferencia de Cristina Kirchner, Macri no despierta “odio” entre sus detractores. “Le pueden reprochar cómo gobierna, pueden estar enojados o decepcionados, pero, fuera del núcleo duro K, lo que predomina no es el odio. Y de eso es posible volver”, se entusiasmó la fuente.
Sin embargo, Lavagna, de muy buena imagen en las encuestas, despierta menos odios que Macri. “Esa observación nos hace pensar que no tendría un techo en un ballotage”, le explicaron a Letra P.
Si, como se espera, aquel consolida su aspiración presidencial, la campaña en su contra tendrá un eje discursivo destinado a ponerlo a la defensiva: lo arrastrarán al terreno de tener que desmentir que la salida de aquella y su rol de sustituto escondan una transacción de votos por impunidad.