La transición | Santa Fe

Perotti no supo contener a la tropa y Lifschitz sacó ventaja

De moderados a fighters, el socialista y el peronista crearon un traspaso plagado de conflictos. Reforma y presupuesto, las dos derrotas del rafaelino. Los senadores del PJ, protagonistas centrales.

Miguel Lifschitz y Omar Perotti son dos personas moderadas, cero estridentes y verborrágicos. Workaholics, entienden con fervor que la gestión pública merece dedicación full time. “24/7”, como dice hoy la pibada. Comparten más coincidencias que disidencias, pero desde que comenzó la transición de gobierno santafesino se transformaron. Viraron sus formas y se trenzaron en una pelea inédita en Santa Fe. El socialista se protegió y entendió que el PJ lo quería esmerilar. El rafaelino llega a su asunción derrotado, sin su ansiada reforma constitucional y con el fuego amigo a flor de piel.

 

 

Perotti tomó la iniciativa al crear una mesa de transición peronista, que luego se le convirtió en un boomerang. Pretendió darle lugar en ese espacio a distintos sectores del peronismo, que serían los encargados de dialogar con el socialismo.

 

Pero, como su mano derecha Roberto Mirabella le dijo a Letra P, el PJ no puede ser homogéneo. Y desde las entrañas de esa mesa, el senador Armando Traferri pegó el portazo y le espetó al gobernador electo que no cumplía los acuerdos pre electores.

 

 

 

Traferri, como se dijo, es el constructor de la vicegobernadora electa Alejandra Rodenas. La convocó en su momento cuando ella decidió abandonar el Poder Judicial, reunió voluntades para que sea candidata en 2017 y pulseó (y ganó) para que sea la compañera de fórmula del rafaelino.

 

Ahora, ante la disputa Perotti versus Traferri, la posición de Rodenas se ve muy incómoda. Observada con lupa por el perottismo, la futura vice juega a la malabarista y cree que puede mantener cierta equidistancia del fight entre sus dos socios. Se verá si la sangre llega al río.

 

 

 

Cuando todavía la transición era un juego de niños, Perotti desempolvó la reforma constitucional que el mismo PJ le archivó a Lifschitz. Quiso aprovechar la huida del grueso de los legisladores y tener de entrada la chance de reelección. Se entusiasmó y creyó que contaba con los votos necesarios. Dio por sentado que tenía el aval del PRO. Pero fracasó, el peronismo nunca salió del poroteo y gastó energías, pólvora en chimango. Encima, tuvo que soportar otra vez el fuego amigo, siempre latente.

 

Todo se rompió en ese marco. Una tormenta perfecta azotó al mundo político santafesino. Palo va, palo viene, y nadie se entretiene. Lifschitz se cansó y mostró los dientes. Derivó a la Legislatura su propio presupuesto. El peronismo bramó y lo acusó de “desestabilizador”. El socialista contó con un as en la manga y le jugó la interna a Perotti. Logró la media sanción de la Ley de Leyes con el aval de seis senadores peronistas, los mismos que horas antes habían mimado al futuro gobernador.

 

 

 

Asomó algo de calma en la recta final. A Perotti no le quedó otra que ceder y ordenarle a sus diputados que convaliden el presupuesto que armó el socialismo. Rápidamente se le efectuaron modificaciones a la Ley de Leyes y la sanción volvió al Senado, donde esta vez avanzó sin dificultades. 

 

No obstantes, los senadores díscolos, luego de aprobar el presupuesto, se guardaron otra carta de peso. Traferri habló de "quiebre" en el PJ y bramó: "Hay un antes y un después, lograron quebrar la confianza que teníamos entre muchos de nosotros y que a veces nos miremos de reojo".  Acusado de "pactos espurios" con Lifschitz, el sanlorencino le recordó a Perotti que lo considera un par y que pretende que le reconozca todo el "esfuerzo" que hizo para conseguir la victoria. Todavía hay mar de fondo.

 

Leandro Busatto se despegó del rechazo del peronismo a la reforma constitucional.
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