No fue la única diferencia que decidió Vidal en estos últimos días. La estrategia comunicacional gestada por el jefe de Gabinete nacional, Marcos Peña, que tuvo su correlato bonaerense de la mano del ministro de Asuntos Públicos, Federico Suárez, sufrió algunos retoques.
Los ministros ya no serán actores mudos que reportan al manual PRO de forma estricta. Ahora, ante la evidencia de que el personalismo de Vidal no ayuda a su imagen en esta nueva etapa de crisis, los funcionarios serán voceros de la gestión y, también, eventuales filtros ante una emergencia. En este proceso, el reconocimiento de la grave situación y la mirada "sensible" sobre lo que sucede es también parte del libreto; un argumento que el vidalismo siempre intentó impulsar y que en un momento chocó contra el enfoque más "positivo" esgrimido por Peña.
Vidal decidió transformar su gestión en un comité de crisis, donde el foco principal está puesto en la asistencia social y alimentaria. Entiende que el conurbano es el territorio vital para observar y, en esta etapa de incertidumbre, donde aún no está definido el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, no hay mucho para ofrecer más que la ayuda de emergencia.
Por eso, a diferencia de lo que sucede en la Nación, donde el Presidente continúa sin abrir el juego a la oposición, Vidal sostiene y alimenta su vínculo con los intendentes del peronismo del Gran Buenos Aires. También, con el ex diputado nacional y líder del Frente Renovador Sergio Massa.
Los llamados entre oficialismo y oposición son frecuentes y se espera que la próxima semana se inicie una ronda de reuniones con los jefes comunales del PJ, aunque sin foto de prensa.
Quien comanda esta movida es el jefe de Gabinete, Federico Salvai, acompañado de cerca por el ministro de Gobierno, Joaquín de la Torre.
En las vísperas del futuro presupuesto y el pedido de endeudamiento, la negociación con la oposición es trascendente para Vidal. Y no descuida esa relación.
En esta nueva etapa, el vidalismo reconoce las falencias políticas que tiene gran parte del gabinete, con mayoría de ministros de perfil técnico. Esta situación tiene su parte positiva: las diferencias internas, que comienzan a quedar en evidencia, se terminan amortiguando por la baja proyección política del grueso de los funcionarios de primera línea.
Por otra parte, la decisión de Macri de elevar el grado de responsabilidades de su ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, en un contexto de desjerarquización de funcionarios, ayuda y consolida la decisión de Vidal de sostener la ayuda social en el conurbano para frenar cualquier foco de estallido.
Vidal, Stanley y Salvai participan desde sus orígenes en el PRO de una misma línea de acción, que se conformó y se consolidó cuando la gobernadora ocupaba el cargo de ministra de Desarrollo Social de la Ciudad.
En esa línea de acción se encuentra, además, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quien desde siempre tuvo sintonía política y de gestión con la mandataria.
“Estamos atentos pero tranquilos; confiamos en que no va a pasar nada”, cuenta a Letra P un ministro del gabinete bonaerense. Se refiere al humor social, en una línea absolutamente opuesta al gobierno nacional, donde la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, acusó al kirchnerismo de fogonear saqueos aprovechando la crisis.
Desde el vidalismo deconstruyen ese argumento y hasta se enojan con la ministra por el rebote negativo que esa estrategia genera en la población y en el vínculo con intendentes del PJ.
“Un intendente jamás provocaría un saqueo; es una locura pensar eso, no entiende nada”, dijo en absoluta reserva un funcionario de Vidal.
EL PRESUPUESTO. “Estamos en el peor momento, el de la incertidumbre; hay que esperar a ver cómo se define el acuerdo con el FMI y eso será en al menos tres semanas”, asegura un funcionario bonaerense respecto a los números futuros de la Provincia.
Por estas horas, son pocas las certezas. Una orienta un dato clave: no habrá endeudamiento para obras públicas. El dinero que se pida será exclusivamente para cubrir la deuda preexistente y hasta podría servir para gasto corriente.
Eso significa no solo el congelamiento de las obras, que en 2019 dejarán en evidencia poca cinta para cortar, sino, además, la baja del empleo y la demora en las obras que ya estaban en ejecución. Un futuro muy antipático para el año electoral que se avecina.
También, se sabe, habrá recorte en todas las áreas, que en lo inmediato podrán sostener los planes prioritarios, pero que deberán negociar el resto.