Monseñor Oscar Ojea, el titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), se reunió el lunes último con los miembros del triunvirato de la CGT. “Compartimos con ustedes la visión negativa de la gestión del Gobierno. Y destacamos que, como central obrera, se están moviendo con mucha responsabilidad, evitando desbordes sociales”, les dijo el religioso a Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid. Para este último, el líder de Dragado y Balizamiento, las palabras fueron casi una bendición a la posición que decidió tener la tríada cegetista en el marco de la crisis económica y política que afecta al país. Los tres dirigentes coinciden en que Ojea es la única voz oficial del Vaticano en Argentina; ergo, por carácter transitivo, sus consideraciones representan un aval del papa Francisco a la línea “crítica con negociación y cautela” que la CGT mantiene.
“En este contexto, compañeros, tenemos que trabajar para que esta gestión no continúe después de 2019”, aseveró Schmid tras contar el diálogo con Ojea. Y concluyó: “Nosotros somos peronistas, pero desde la conducción gremial no hacemos partidismo”.
Daer, el jefe de Sanidad, completó la idea política que tiene la CGT. “Somos la única representación institucional de trabajadores y, para nosotros, Mauricio Macri y Cristina Fernández son los extremos”, expresó en una entrevista con Radio Con Vos.
Todo este combo de ideas sueltas del triunvirato se completa con otro dato no menor: en la reunión de Consejo del martes último coincidieron los triunviros y los presentes en que las reuniones con gobernadores en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) “no son representativas” de todos los jefes distritales del peronismo y que se reducen a caciques del interior alineados con el kirchnerismo, como el pampeano Carlos Verna, el tucumano Juan Manzur, el formoseño Gildo Insfrán y la fueguina Rosana Bertone.
Entre la posición de la CGT y el resto de la corriente sindical, encabezada hoy por los Moyano, hay un río extenso y profundo; una zona muerta que deja al sindicalismo, justo en la previa del paro nacional del #25S, sumido en un internismo y una crisis de identidad tan fuerte como la del propio peronismo.
Como una especie de tercero en discordia, preocupado y golpeado, el Gobierno casi que respira exclusivamente por esas diferencias en la faz gremial y hacia adentro de la oposición con más posibilidades de contienda.
El papa Francisco con Ojea. El titular del Episcopado elogió a la CGT.
El único punto de contacto existente hoy entre el triunvirato y Moyano es la consideración sobre el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Nadie lo cree como tropa propia y lo repudian por su cercanía con el oficialismo: “Es más amarillo que peronista”, aclaran. El resto son diferencias radicales: Pablo Moyano, que es vicepresidente del PJ bonaerense, es el primer factor de ruptura. El hijo de Hugo es el mascarón de proa del retorno del unicato a la CGT, lo que derivaría en el corrimiento de las tres cabezas que hoy gobiernan Azopardo. “Es pablismo, no moyanismo”, describen con sorna los críticos.
En paralelo, los contrastes políticos son notables. Hugo, junto a Sergio Palazzo (La Bancaria), Roberto Baradel (SUTEBA), Omar Plaíni (Canillitas) y, más moderadamente, el jefe de SMATA, Ricardo Pignanelli, pugnan por pelearle al modelo M en la calle. Y aclaran que “el tiempo de gracia” ya pasó. Ante este contexto, lo único que queda es un agrupamiento del peronismo que parte desde los que tienen mayor caudal de votos, en este caso, la ex presidenta. Fue eso lo que precipitó la foto de CFK con Moyano. Al otro lado del charco sindical entienden, de hecho, que la del “Negro” y la ex mandataria es "una alianza circunstancial, sin ideología”.
A esta altura del conflicto, nadie se guarda nada y en el triunvirato piden que “nadie se olvide” de la foto de Macri con Moyano en la inauguración del busto a Perón en el Bajo Porteño y el cúmulo de videos del camionero denostando a CFK.
El Gobierno saca provecho de la disputa interna entre los gremios. Triaca pierde poder.
Moyano entiende que el triunvirato encaró un proceso de “tibieza” dirigencial que no se condice con la gravedad de la crisis económica. Y no pretende resignar las maneras de combatir lo que ve como un gobierno antipopular. El acto que realizó el jueves último en Ferro mostró esa cara recia.
En paralelo y casi a la misma hora se reunió el Consejo Directivo de la CGT para analizar la situación social y la huelga del #25S. Apareció en ese encuentro un hombre que jugará fuerte en el armado. Hugo Benítez, de los Textiles y al comando de las 62 Organizaciones.
Allí, Daer dijo casi lo mismo que Moyano, pero con otras palabras: que el paro es la expresión del fracaso de las políticas oficiales y es “inevitable”. Además, disparó un dardo contra el moyanismo y CFK. “¿Vieron el video de (Hugo) Alconada Mon? Mírenlo y se van a dar cuenta de que Macri y Cristina no son tan distintos”, dijo. Días atrás, el periodista de La Nación concedió una entrevista con el colega José Cretaz en la que deslizó que el Presidente les pedía respaldos en efectivo y patrimonio propio a los CEOs para bancar su campaña.
La foto que divide aguas. Para Moyano, CFK puede ser candidata. Para la CGT, "está en los extremos, como Macri".
Sintéticamente, la CGT y el moyanismo acuerdan en criterios básicos, pero se quiebran en lo más relevante: las coincidencias políticas y las maneras de conducir en crisis.
Entre ambos bandos -incluso, dentro de ellos- hay corrientes y dirigentes que padecen el ajuste y el adoctrinamiento de un gobierno que ha mostrado depredación natural en el ámbito sindical. No son pocos los que hablan con el Ejecutivo para salvar el pellejo de sus propios trabajadores ante la ola de despidos y suspensiones, un respeto vinculado al interés y al instinto de conservación.
Macri y los ministros, en tanto, navegan esas aguas con la confianza del caso. Si bien de un tiempo a esta parte se cortaron los almuerzos de cada viernes entre Daer y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, sigue siendo éste el funcionario casi exclusivo para el diálogo con la CGT. Lo frecuenten el titular de Sanidad y el propio Schmid. En la instancia de diálogo se perdió un nexo clave arrastrado por la crisis, el ex Farmacity Mario Quintana, que también era vaso comunicante. Es lo poco que se mantiene como garantía política mientras el moyanismo cortó todos los lazos con el oficialismo, incluso el cable de Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, dos históricos de buena tertulia con Hugo.
Desde la Casa Rosada cuentan que la articulación de Frigerio es clave porque es casi el único contacto con los gremios. El vínculo con el nuevo ministro de la Producción y Trabajo, Dante Sica, “es normal, pero nada espectacular”. Muchos conocen quieren a Dante, que supo ser, durante años, consultor de los mecánicos del SMATA. En los últimos días, a criterio de los gremios, cometió un error serio que molestó: lo mandó al secretario de Trabajo, Jorge Triaca, a armar una reunión secreta con CGT, encuentro que se daría en Sanidad y que se terminó frustrando cuando se habían comprado hasta las medialunas para el café. La intención oficial era esmerilar el paro del 25, un juego muy fino que el Gobierno intentó sin éxito. La CGT confirmó la medida, que incluirá paro total del transporte desde una UTA que empezó “oficialista” y hoy se acerca más a los críticos.
Es la oposición al Gobierno lo que une en la diferencia al movimiento obrero y todos adherirán al paro general. Pero esas disquisiciones son tan rotundas que terminan poniendo al sindicalismo en niveles de aturdimiento que sólo resultan redituables para Cambiemos.