Después de una devaluación de 25% en un mes y empoderado como ministro coordinador para agradar a la vista del Fondo, Nicolás Dujovne había conseguido lo más difícil: convencer a Mauricio Macri de que era necesario suspender la rebaja gradual de las retenciones a la soja. Con la demanda de ajuste acelerado que pende como una guillotina sobre la cabeza del Gobierno -y de la sociedad-, el ministro de Hacienda le había llevado los números al Presidente y había logrado un respaldo hasta hace poco impensado.
Convencido detractor de toda intervención del Estado sobre la renta de los privados, formateado por economistas de la década del noventa, si hubiera podido elegir, Macri habría bajado las retenciones a la oleaginosa directamente a cero a poco de asumir su mandato. Pero no pudo. Se lo hicieron entender, en los inicios de su gestión, en la mesa chica del macrismo que entonces integraba Alfonso Prat Gay.
La corrida al dólar, la devaluación, el pedido de auxilio al FMI y la necesidad de acotar el gradualismo al máximo para apurar la batalla contra el déficit no le dejan demasiadas opciones. Según le dijeron a Letra P fuentes al tanto del operativo -que parece haber fracasado definitivamente-, Dujovne le había pedido a Macri anunciar la medida en los días previos al 25 de mayo. Pero el Presidente prefirió demorar la decisión a la espera del regreso de Guillermo Dietrich de Alemania. El ministro de Transporte viajó para participar del Foro Internacional en Leipzig y Macri quería tenerlo de regreso antes de anunciar la decisión. Era una forma de compensar al campo: Dietrich tiene en carpeta cumplir con un reclamo que los exportadores le hicieron llegar a través de Luis Etchevehere en materia de transporte de carga.
Pero el dato se filtró a Clarín y provocó la reacción absoluta de los grupos de presión sojeros, incluidos Gustavo Grobocopatel, el Ceo de Clarín Rural Héctor Huergo y el ministro de Agricultura, un lobista del sector que viene golpeado y que se enfrentó a la necesidad de presentar su renuncia.
El giro fue tan repentino que despertó sospechas dentro y fuera de las filas oficialistas. Que hayan esperado, que se haya filtrado y que hayan dado marcha atrás en un abrir y cerrar de ojos -con algo que no estaba ni siquiera anunciado- lleva a los malpensados que apoyaban la iniciativa a sospechar que Macri, en realidad, no estaba convencido.
Siempre sensibles a cualquier intervención estatal, desde “el campo” remarcan, sin embargo, que esto ya generó pérdidas en el precio de la soja, los mercados a futuro y en las expectativas del sector.
HAGAN PATRIA. Tan cierto como que la sequía pegó duro este año en la cosecha -y bajó las previsiones de 50 millones de toneladas a menos de 37 millones para la soja- es que los agroexportadores se beneficiaron como pocos y en tiempo récord con la devaluación que golpeó el poder adquisitivo de las mayorías. Figuran bien arriba en la lista de selectos ganadores en una escena donde casi todos pierden.
Los resultados están a la vista. A la administración Cambiemos le cuesta horrores avanzar sobre la iniciativa privada en la batalla por reducir el déficit. Mientras el coro de economistas y formadores de opinión que militan la ortodoxia furiosa insisten en apuntar al "gasto" de los sectores más vulnerables y Miguel Angel Pichetto se queja de los 17 millones de personas que reciben fondos del Estado, el Presidente solo repite que hay que achicar el gasto de la política. Todo apunta a una salida como la que intentó Ricardo López Murphy en su semana de gloria de 2001.
Macri preferiría no verlo, pero no hay demasiado margen para ajustar y cumplir con la promesa de Dujovne le hizo al Fondo: llevar el déficit del 2,7% de 2018 al 1,5% que anhelan para el año electoral.
El ex columnista de Odisea sostenía que la suspensión de la rebaja gradual de 0,5% por mes en las retenciones -hoy en 27,5 %- era un punto de partida clave para el ajuste en por lo menos dos sentidos. Por un lado, permitía sumar a la recaudación un mínimo de 200 millones de dólares en 2018 y de 1.000 millones más en el año electoral. Por el otro, tan o más importante, servía para enviar una señal de las más contundentes por parte de un gobierno que le pide a la oposición y a la sociedad que aceleren con los sacrificios y el ajuste.
El plan de Macri era otro, muy distinto al que le toca ejecutar, pero, se sabe, estornudó Trump y arrecia la pulmonía argentina. El Presidente se comprometió a llegar con la baja de las retenciones a 24% en diciembre próximo y a 18% a fin de su mandato. Si cumple, lo hará arriesgando muchísimo.
En la marcha atrás del Gobierno, pesaron los lobistas agrarios y el malhumor de aliados naturales como los productores que encabezaron la resistencia contra el kirchnerismo y alumbraron la base social de Cambiemos. Pero, además, la intervención de Elisa Carrió, que se opone a cualquier medida que atente contra el campo y encabeza la ofensiva contra los “hijos de puta” que hay en la UIA. La jefa de la Coalición Cívica reincide con intervenciones erráticas y les habla a los sojeros con el corazón, por haber compartido la batalla contra las retenciones móviles, una década atrás. En cambio, incentiva el uso acelerado de la Ley de Defensa de la Competencia.
¿NADIE CEDE? El freno de mano que recibió Dujovne en la que se perfilaba como su medida más importante desde que amplió sus funciones arroja más de una conclusión sobre el presente y el futuro del ensayo gobernante. La primera es el pésimo debut del ministro coordinador con una iniciativa propia que excedía las sonrisas ante Christine Lagarde. Ya Marcos Peña había aclarado que no era superministro y lo había cercado con Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Ahora, un ministro de los más devaluados del gabinete -que no cae bien ni siquiera en el campo- le veta una medida que aliviaba parcialmente las arcas del Estado.
La segunda conclusión es que el acelere que anuncia el Presidente para el ajuste no tiene demasiadas vías por donde fluir. Descartado por ahora el fin de la AUH, con las jubilaciones ya afectadas por la reforma previsional y los salarios a la baja para los estatales, el Gobierno no piensa por el momento echar decenas de miles de empleados públicos a la calle ni avanzar ya con el aumento de la edad jubilatoria. Necesita tomar medidas que generen resultados en el corto plazo.
Los especialistas afirman que, igual que la pérdida de poder adquisitivo de los estatales, el recorte de la obra pública que ya fue anunciado afecta la base tributaria y pega en la recaudación. Cerca de Dujovne, ahora estudian postergar la suba del mínimo no imponible en las contribuciones patronales, otra concesión del primer Macri a las empresas que ya impactó fuerte en la recaudación pero no generó más empleo. Otra posibilidad sería reducir ahora los subsidios que aún reciben las generadoras de electricidad, a salvo pese al tarifazo que beneficia a las distribuidoras.
La inocencia oficialista llegó a su fin y no alcanza con dar buenas noticias y hablar del entusiasmo. Tampoco a los aliados del gobierno pro-mercado que esperaron toda una vida la llegada de un empresario a la Casa Rosada. Si los agroexportadores se resisten a ceder, pueden reeditar la escena que ya vivió Cambiemos con los mercados que le doblaron la mano y forzaron la devaluación a un ritmo vertiginoso que la Balcarce 50 no contemplaba. Otra vez, la voracidad de sectores afines conduce al macrismo a un ajuste clásico como el que intentó López Murphy, con el fantasma de un final similar, que implique mayor conflictividad y el riesgo creciente de perder el poder en 2019. Una nueva temporada de sacrificio para las mayorías y un suicidio para el proyecto más ambicioso de las elites argentinas.