El establishment tiene claro quién es el hombre fuerte del Gobierno. Acudió en masa a escuchar su ponencia en el almuerzo que organizó el Rotary y al cierre del discurso respaldó con aplausos. La aparición del Jefe de Gabinete, Marcos Peña, en el convite, disparó el número de presencia: casi 200 personas en un auditorio que tenía cubiertos para 187. Una diferencia que en cualquier otro lugar sería manejable, pero que no es común en un núcleo tan estructurado y con códigos y señas particulares como este club de empresarios. El funcionario -uno de los que aparecen como cuadros posibles en la sucesión de Cambiemos-, es la personificación del positivismo en la gestión. Un apóstol del modelo M, ese estilo que llevó a Mauricio Macri a la presidencia de la república y que se extendió a una exitosa elección legislativa. En síntesis, una comunicación emotiva que esquiva con estilo hasta los temas más espinosos. Fue lo que se vio en el evento, que contó con la custodia inmediata del padre de Marcos, Félix Peña.
Peña dejó tres mensajes claros:
- La economía “tiene dificultades, no somos ingenuos, pero es el período más grande de crecimiento en siete años”; “no hay un enfrentamiento con los empresarios.ay excelentes empresarios, no son buenas las generalidades” y un pedido de reelección para Macri en 2019. Casi que el reclamo de que “ojalá los argentinos nos den un mandato más” fue explicitado por el funcionario como una consecuencia lógica del esquema de gobierno virtuoso que planteó, reflejado en el espejo de la corrupción y los desmanejos del kirchnerismo. Entre el público, muchos asentían, pero con la misma crítica de la Unión Industrial Argentina (UIA) que puso al Gobierno al borde de un ataque de nervios. El sentido del país es el correcto, pero el Estado es el que debe generar el contexto para que lleguen las inversiones y mejore el panorama. Algo que, entienden, hoy no existe.
Entre los presentes resaltaron varios CEOs de peso, como el titular de la Asociación de Bancos de Argentina (ABA), Claudio Cesario; Miguel Blanco, de Swiss Medical; Mauricio Bezzeccheri, de ENEL-Edesur; Enrique Cristofani, de Santander Río; Martín Cabrales, Gustavo Blanco García Ordaz, de Telefónica; el presidente del Banco Ciudad, Javier Ortiz Batalla, y el cuadro que fue punta de lanza de la UIA en la semana de choque con el oficialismo, el salteño José Urtubey.
En su rol de encantador de serpientes, Peña fue hábil incluso para clausurar esa disputa con los industriales y cerrar la grieta, con Urtubey observándolo desde la primera línea de mesas. Pidió “diálogo” y se mostró abierto a la charla con los CEOs, mientras desde sus oficinas ya convocaban a la UIA a una reunión en Casa Rosada para el próximo lunes. Sí fue concreto en la idea económica y el plan que la Nación tiene con las fábricas. “Vamos a endurecer las leyes de competencia. Moreno (Guillermo, ex secretario de Comercio K) generó la sensación de que las cosas se resolvían en una mesa donde se decidía quién ganaba o perdía”, graficó el funcionario. Planteó, así, la máxima oficial de que es necesario que, a como dé lugar, los empresarios peleen por mejores posiciones de mercado y que el sector y sus precios se autoregulen en esa disputa. Allí, a pesar de la paz firmada con la UIA, seguirá habiendo un contrapunto fuerte.
Peña también reflejó en el Rotary una idea rectora que Macri, habiendo visto resultados de encuestas y focus group, recomendó tener muy en cuenta en los posicionamientos públicos. Moderar las citas al kirchnerismo, salvo en el caso de referencias a hechos de corrupción. Con esa cintura Peña gambeteó preguntas sobre el caso de Jorge Triaca, la salida de Alberto Abad de la AFIP, el patrimonio de su sucesor (Leandro Cuccioli) en el exterior, y las cuentas off shore el ministro de Finanzas, Luis “Toto” Caputo. Alejó los fantasmas de crisis detrás de la ida de Abad (“se fue por decisión propia”); defendió a Cuccioli “es intachable en su conducta en el Estado. Nosotros no somos iguales a los de antes”); y resaltó que “antes había una sensación de híper-corrupcion, desfalcaron al Estado. No hay ninguna denuncia d ese tipo contra nuestro gobierno".
Estas posiciones sobre la corrupción fueron lo que más entusiasmo generaron en una platea variopinta, que contó, además, con una buena parte de los abogados laboralistas y penales de la Ciudad y de embajadores de cinco países: Chile, Uruguay, Reino Unido, Suiza y Australia.
La parte económica fue, quizás, la más inconsistente desde lo técnico, pero la apelación emotiva logró correr de lugar los cuestionamientos. Peña señaló: "Vivimos enamorados de la crisis, de la tensión. Pero eso no va a pasar". Destacó que “ahora tres de cada cuatro puestos de trabajo que se crean son privados. Antes eran públicos"; y hasta se animó a bajarle el precio a la escalada del tipo de cambio que, a pesar de una segunda intervención del Banco Central en tres días, no se desinfló: “No creemos que el dólar sea sinónimo de crisis. Son fluctuaciones normales. El anclaje cambiario se paga muy caro", concluyó. A la salida, garantizó la flotación libre de la moneda estadounidense, a pesar de que la preocupación oficial número uno, hoy, es que estas mini corridas se vayan a precios y complique una ya de por sí difícil pauta inflacionaria.