DETRÁS DE ESCENA. LA CORTE

Eyección precoz

Clima destituyente en el tribunal. Con las acordadas contadas en la presidencia, Rosenkrantz se consolida como error PRO. Lo protege la complejidad de la sucesión y el cálculo de la mayoría peronista.

“Si me voltean en un día, en un mes o en un año, hay cosas que les van a resultar más difíciles. Puede ser Ricardo otra vez o puede ser Horacio, pero no van a poder hacer lo que se hizo antes”. La frase que Carlos Rosenkrantz le transmitió en las últimas horas a un político de su íntima confianza muestra hasta qué punto la batalla dentro de la Corte Suprema es abierta y descarnada. El presidente del máximo tribunal no sólo viene de perder una votación 4 a 1 por segunda vez en dos semanas y de resignar poder por decisión de la mayoría peronista. Además, no descarta que la ofensiva continúe y que termine incluso con su desplazamiento del sillón más importante del cuarto piso del Palacio de Tribunales. Todo se define minuto a minuto, en un clima de máxima hostilidad, desconfianza y acusaciones cruzadas.

 

La salida de Ricardo Lorenzetti de la presidencia de la Corte fue producto de una convergencia que se extendió por un solo acto. Como en Misión Imposible, el mensaje se autodestruyó al instante: el ex rector de la Universidad de San Andrés fue el medio para terminar con un mandato, no el mensaje.

 

Por eso, hoy en el máximo tribunal se especula con los tiempos que pueden terminar con Rosenkrantz eyectado de la presidencia. Quizás no en la próxima reunión de acuerdos prevista para la semana próxima con el objetivo de definir el temario inicial de 2019. Pero tal vez más adelante, porque todos lo saben: la actual situación no puede prolongarse de manera indefinida.

 

Por goleada. El presidente viene perdiendo 4 a 1 las votaciones, pero no le importa.

 

 

TESTIMONIAL O COLEGIADO. Hay una línea de continuidad, pese a todo, entre Lorenzetti y Rosenkrantz. La Corte se mueve como un poder efectivamente autónomo, donde pesa menos la variante peronista/radical y define más ser oficialista/opositor. Lorenzetti negoció durante su mandato, pero enfrentó al kirchnerismo; hoy, la Corte que lo sacó de la cúspide busca lo mismo: no depender de Macri. Por eso, los oficialistas parecen condenados a asumir dentro del Palacio un destino como el que le tocó a Eugenio Zaffaroni en tiempos del matrimonio Kirchner: el de una respetable minoría.

 

El fallo 4 a 1 en contra del ajuste que el gobierno nacional decidió para los jubilados junto con la Reparación Histórica tiene consecuencias importantes y abre la puerta, incluso, para que la Corte trate, en un futuro indeterminado, los amparos contra la reforma previsional de 2018.

 

Sin embargo, no tiene un efecto inmediato catastrófico para la administración Cambiemos, sino que se inscribe en el sendero de pagos dilatados de los juicios que ordena la ANSÉS. Por eso, para muchos, lo más notable del 18 de diciembre fue la acordada 44, que limitó el poder del presidente de la Corte hasta lo inédito. Sin embargo, pudo ser peor, como era el borrador que incluía la potestad de todos los jueces para nombrar personal y un respaldo explícito al administrador Héctor Marchi, que Lorenzetti proyectó a lo más alto y hoy tiene el respaldo de todos, pese a que Elisa Carrió lo considera el cajero del rafaelino.

 

 

 

Los supremos afirman haber esperado a Rosenkrantz en vano en el Salón de Té del cuarto piso del Palacio, tal como habían estipulado. El ex rector de San Andrés se ausentó y emitió su voto en disidencia. Aunque sus pares lo acusan por haber tomado personal ligado al Gobierno con cargo efectivo -no bajo la forma de contratación-, el sucesor de Lorenzetti afirma estar de acuerdo con un manejo menos discrecional, más participativo y más reglado de la Corte. Pero, aclara, no en esos términos, los de la mayoría peronista que finalmente no contó en este punto con el apoyo de Elena Highton de Nolasco, la jueza que primero puso su rúbrica en la acordada y, después de ver a Rosenkrantz en su despacho, decidió tacharla.

 

En su voto, Rosenkrantz consideró que, “si bien es indispensable introducir cambios en el sistema de contratación actual a los efectos de realizar los objetivos de eficiencia, transparencia, mayor intervención de todos los Ministros más arriba señalados, cualquier modificación al sistema imperante debe llevarse a cabo con estricto apego la legalidad” y argumentó que “desde 1961 el órgano designado por el Congreso para ejecutar el presupuesto del Poder Judicial es el Presidente de la Corte Suprema”... “tal atribución ha sido ratificada y mantenida desde entonces, por más de cinco décadas, ya que fue reafirmada expresamente en 1980 y en 2013”.

 

En la Corte todos lo saben: la actual situación interna no puede prolongarse de manera indefinida.

En cuanto al manejo de los fondos, planteó que "la ley 11.672 precisa con claridad que la autoridad competente para ejecutar el presupuesto del Poder Judicial aprobado por el Congreso es el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación".

 

CHOQUE DE PLANETAS. Las visiones son antagónicas. Mientras Rosenkrantz dice que le molesta que le impidan traer a la gente mejor preparada a la Corte y está convencido de que su equipo es el de mayor jerarquía del máximo tribunal, la mayoría peronista sostiene que privatiza la cabeza del Poder Judicial, que es un delegado de los grandes estudios corporativos y que genera un club de amigos en el cuarto piso del Palacio.

 

Para Lorenzetti, Rosatti, y Juan Carlos Maqueda, Rosenkrantz es una rara avis que pertenece al mundo del derecho corporativo y no sabe dónde está parado. Lo señalan como un juez “descolgado de la realidad” que no trabaja como presidente de la Corte y que no respeta la condición fundamental por la que fue elevado: ser el vértice de un cuerpo colegiado.

 

En un punto, incluso el magíster en Derecho por la Universidad de Yale coincide: no lo perturba quedar en minoría en los fallos ni se siente obligado a reunir las voluntades de la mayoría de los jueces. A Rosenkrantz no le preocupa ser testimonial, sino ser fiel a su manera de interpretar el Derecho.

 

Quizás en las espadas de la Casa Rosada haya estado el error principal: pensar que podía liderar al resto de los supremos hacia un sendero de mayor previsibilidad, con menos amarguras para Mauricio Macri.

 

“No se vuelve loco con el poder. No tiene problema en ser minoría”, dicen los que lo conocen desde que pertenecía al sector privado.

Quienes conocen a Rosenkrantz afirman que es el “anti-Lorenzetti” y tiene una visión antagónica del poder y la justicia. No se propone como líder del partido judicial, no le interesan “Los Doce Apóstoles” de Comodoro Py y ni siquiera se desvive por buscar consensos dentro del máximo tribunal, en la senda del modelo anglosajón. Según Rosenkrantz, Lorenzetti era un seguidor de fallos: negociaba en función de la relación de fuerzas y se inclinaba hacia la mayoría. El candidato que impulsó Fabian “Pepín” Rodríguez Simón, en cambio, se mueve como minoría.  

 

“No se vuelve loco con el poder. No tiene problema en ser minoría. Se asume radical y sabe lo que es”, dicen esos que lo conocen desde que pertenecía al sector privado.

 

Según pudo saber Letra P, el presidente de la Corte Suprema admite que se durmió a la hora de asumir sus funciones y se reprocha haber confiado en Rosatti, pero advierte que el mensaje de la mayoría peronista es primero contra Macri y después, en su contra.

 

En la Casa Rosada, hay desagrado con Rosenkrantz, pero apuntan, sobre todo, al proceso de lenta convergencia entre las distintas facciones del peronismo opositor. Afirman que Rosatti y Lorenzetti se unieron por obra y gracia de Omar Perotti, el senador del PJ que avanza hacia la gobernación de Santa Fe con el respaldo de las distintas tribus del justicialismo. Los acusados se ríen de lo que consideran parte de la fantasía oficial. El reagrupamiento del peronismo en el Consejo de la Magistratura y en la Corte Suprema es leído como un paso de la unidad hacia 2019. Si el escenario se trasladase a la política, Macri y Cambiemos deberían observar con doble preocupación el destino de Rosenkrantz.

 

Pese a que fue propuesto por el gobierno nacional junto con Rosatti, a que coincide con muchos de sus lineamientos y a que tiene una historia larga que lo une a Rodríguez Simón como miembro de los bufetes de abogados del establishment, Rosenkrantz rechaza la imagen generalizada que lo señala como la cara de Macri dentro de la Corte. No lo dicen porque no existan afinidades ni vasos comunicantes o porque Pepín no haya incidido para eyectar a Lorenzetti y ungir al ex rector de la Universidad de San Andrés. Lo dicen porque la Casa Rosada se desentendió de su situación desde que el nuevo presidente comenzó a sufrir los embates en el barrio del Bronx judicial al que arribó.

 

Un dato les da la razón: el llamado del hijo de Franco a Lorenzetti para pedirle que se postergase el fallo sobre jubilados, una manera de reempoderar al rafaelino y licuar más el rol de su sucesor.

 

 

Loro herido. El ex todopoderoso podría deponer las armas y ayudar a Rosatti a suceder a Rosenkrantz.

 

 

EL SUCESOR. La batalla despiadada de poder dentro de la Corte está lanzada y ya no sorprende a nadie. La fragilidad suprema es elocuente. Si tres ministros deciden quitarle el respaldo a Rosenkrantz como presidente, lo pueden reemplazar sin previo aviso como ya le sucedió al experimentado Lorenzetti después de 11 años de un poder ignífugo y un dominio casi absoluto sobre los medios y la agenda judicial.

 

Lo que desde que asumió era un rumor que se comentaba a grabador apagado por parte de los mismos jueces que lo apoyaron, ahora está asumido como una posibilidad por el ex miembro del Estudio Bouzat, Rosenkrantz y Asociados. Todos esperan que el desgaste se profundice y los límites sean todavía más marcados.

 

 

Medioplacista. Rosatti no quiere ser el Duhalde de Rosenkrantz.

 

 

Según dijeron a Letra P fuentes de trato habitual con Rosenkrantz, el dueño de los votos en disidencia cree que reemplazarlo no va a ser fácil, porque la interna histórica entre Rosatti y Lorenzetti no tiene resolución simple en el corto plazo. Sin embargo, el ex todopoderoso dejó trascender en sus últimas reuniones con políticos que ya cumplió su ciclo y no pondría palos en la rueda para la unción del ex ministro de Justicia de Néstor Kirchner, hasta hace poco apañado por Carrió. Sería un costo político que deberían pagar todos los miembros del máximo tribunal, expuestos como nunca antes como actores sedientos de poder.

 

Rosatti niega que esté buscando reemplazar a Rosenkrantz y mira una película más larga, en la que se asiste a una transición defectuosa después de un reinado prolongado en la Corte: piensa en un período de más de diez años por delante, mientras los gobiernos pasan y los supremos quedan.

 

No deja de ser paradójico: la mayoría peronista, acusada de golpista desde la Casa Rosada, es -así y todo- el único sostén del disminuido presidente. Si el operativo para desmembrar a Rosenkrantz incluye su cabeza, el ex rector de la Universidad de San Andrés afirma que no se va a deprimir ni va a renunciar al máximo tribunal. Volverá al lugar que ocupaba hasta hace dos meses. El problema mayor, tal vez, lo tenga Macri y su mesa deforme de operadores judiciales.

 

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Martín Guzmán versus Sergio Massa.

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