PLANO CORTO. OMAR PEROTTI

El mesías del rompecabezas santafesino

Tras años de crudas internas, el PJ se ordena detrás del rafaelino, quien pasó de estrella del firmamento K a un juego ambiguo en el Senado. La desconfianza kirchnerista sobre el elegido para 2019.

“Omar cree que es momento para que hablen los candidatos”. La frase se repite como mantra entre los colaboradores del senador Omar Perotti. El rafaelino se llamó a silencio antes de que comience la campaña para las PASO y, en términos de difusión, sólo se dedica a comunicar su actividad parlamentaria. De la actualidad del PJ santafesino, ni una palabra. Ni siquiera en un momento tan expectante como el que vive por estos días.

 

Esa matriz, ese rasgo es el que define de pe a pa a Perotti. De perfil productivista, el senador creció en Rafaela, cuna de la cuenca lechera, la región productora más importante de América Latina. En 1991, a sus jóvenes 31 años, fue elegido intendente, puesto que volvió a ocupar en 2003 y 2007.

 

El Frente Progresista le arrebató al justicialismo la gobernación de Santa Fe en 2007, cuando Hermes Binner doblegó a Rafael Bielsa. Desde ese momento, la alianza entre socialistas y radicales condujo los destinos de la provincia. El PJ, de matriz peronista tradicional, quedó engrampado entre internismos.

 

Perotti no es el típico cacique provincial, cuyo volumen político está delimitado por las barreras provinciales. Fue consultor internacional en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington, una silla que aporta una mirada más global de la política y la economía. Como intendente era señalado con frecuencia como uno de los favoritos de la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Ni siquiera los señalamientos locales, que lo apuntaban como un importante empresario sojero en la provincia, tensionaba esa relación.

 

 

 

Ese vínculo le sirvió para alcanzar gran protagonismo en 2011, cuando fue candidato a diputado nacional por el Frente Para la Victoria (FpV). Nunca comulgó con los modos kirchneristas, pero acompañó y procuró no hacerse notar entre la efervescencia K. Esos mismos vaivenes hicieron que sea mirado siempre con desconfianza por el kirchnerismo de paladar negro. Su presencia y su juego en el Senado nacional ni hicieron más que profundizar esa desconfianza.

 

Se refugió cómodo en el Congreso mientras miraba de costado lo que ocurría en su terruño. Por entonces, María Eugenia Bielsa era la candidata puesta por el peronismo que quería gobernar la provincia, pero la arquitecta estiró los plazos y a último momento anunció que se bajaba. Su enfrentamiento feroz con el rossismo pudo más y a pocos días de la elección el PJ se quedó con figura. A las apuradas se conformó la fórmula Perotti-Alejandro Ramos, un buen resumen del justicialismo santafesino, todo lo ortodoxo del PJ por un lado y lo nuevo del FpV por el otro.

 

Era 2015 y Perotti, casi sin preverlo, se convertía en el gran elector que el partido no tenía. Terminó tercero en la contienda por la gobernación, pero a menos de dos puntos del actual mandatario Miguel Lifschitz. Y ganó sin atenuantes un par de meses después la elección que lo puso en el Senado. Posaba para las selfies y firmaba autógrafos en cada acto que asistía. Nacía un conductor, creían varios.

 

Pero en 2016, lejos de salir a recorrer la provincia y engordar su caudal político en Santa Fe, eligió concentrarse en el Senado y no le prestó atención ni al partido ni a la actividad del PJ provincial. El kirchnerismo le reprochó un juego favorable a los intereses del Gobierno nacional en el Congreso y la cosa en Santa Fe se volvió a enmarañar. Los senadores, caciques territoriales, lo fueron a buscar para que encabece este año una lista de diputados, pero se negó. El sector que postuló a la ex jueza Alejandra Rodenas esperó su apoyo público hasta una semana antes de la PASO, pero nunca llegó. Perotti quedó en el ojo de la tormenta y optó por el silencio.

 

 

Perotti junto al camporista Marcos Cleri y el ex funcionario de Seguridad, Sergio Berni, en la campaña 2015.

 

En la provincia, a la par, se gestaba una interna virulenta, sobre todo con fuertes críticas de Rodenas al finalmente vencedor, el ex ministro de Defensa Agustín Rossi. Pero el mismo día de la elección, con los resultados sobre la mesa, Rodenas llamó a Rossi y acordaron trabajar juntos de cara al 22 de octubre. Fue una hermosa charla, se sinceró el duro ex ministro de Defensa. Llegaron la foto conjunta y los discursos en línea. Contundentes gestos para defender y sostener la victoria del Frente Justicialista sobre Cambiemos en Santa Fe.

 

Se escaló un peldaño y se juntó, alrededor de Rossi y Rodenas, una treintena de candidatos y dirigentes peronistas en el Monumento a la Bandera para apoyar a los postulantes locales. Se intentó repetir la postal en Santa Fe, pero no se pudo sumar al ganador de la PASO justicialista en la capital provincial, Marcos Castelló, quien casualmente representaba una de las pocas cartas jugadas por Perotti. Para poner en claro: Rossi y Rodenas no tuvieron foto con el candidato más importante del universo (si es que existe) perottista.

 

Resuenan las palabras de Rossi, en la entrevista que le concedió a Letra P hace pocos días. El diputado por el Parlasur reveló, por un lado, que Perotti lo llamó el mismo domingo de la elección para felicitarlo por el triunfo, pero por el otro avisó que no será candidato a gobernador. “El que quedó muy bien posicionado en la elección anterior fue Perotti. Tendrá que hacer su camino y llevarlo adelante”, respondió.

 

Es decir, pese a su negativa a acompañar a los candidatos, pese a su apoyo a Cambiemos en votaciones controvertidas, Perotti ya tiene el reconocimiento de Rossi para ir por la Casa Gris en 2019. Habla de abandonar los internismos, pero también del regreso de un peronismo con vocación de poder a la provincia de Santa Fe. Es más que probable que después del 22 de octubre, Perotti sienta que llegó su hora. Y ahí sí volverá a ser protagonista. Su carrera a la Casa Gris se lo pide.

 

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