Luego de haber firmado el pacto fiscal, el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, se echó para atrás. Dijo que el documento no tenía los suficientes detalles como para vislumbrar un recorte a jubilados y se alejó de la reforma previsional que en la madrugada del martes el Congreso transformó en ley. Lo siguió en la misma línea el único diputado del Frente Progresista, Luis Contigiani, que se hizo notar con un enardecido discurso.
Dos ingenieros como el presidente Mauricio Macri y Lifschitz supieron construir una relación de dos tras un comienzo de vínculo tumultuoso. Como corolario, a regañadientes y sobre la hora, el socialista se plegó al pacto fiscal que tuvo como único rechazo la del gobernador puntano Alberto Rodríguez Saá. Leyó al acuerdo como leonino, pero vio un gobierno fuerte y sometedor a través de la chequera. Creyó que no tenía margen y eligió firmar.
Pese a su buena relación con el presidente, Lifschitz nunca fue uno de los gobernadores predilectos de la Casa Rosada, que tiene a Santa Fe como una de sus apetencias favoritas en la carrera a 2019. Esa desconfianza tuvo su punto final con la adhesión al pacto, pensaron en Buenos Aires. Se equivocaron.
Primero el socialismo se desmarcó partidariamente del proceso de reformas que ponderó Macri. El presidente del PS nacional, el ex gobernador Antonio Bonfatti, se permite todo lo que Lifschitz no. Cambiemos está en sus antípodas ideológicas y lo remarca cada vez que puede.
Lifschitz, más cuidadoso y diplomático, comenzó a correrse del ajuste a jubilados el fin de semana. “Esto se llama ampulosamente reforma previsional, pero no tiene la integralidad de una reforma. Es simplemente la modificación de una fórmula de ajuste. Es una cuestión técnica que impacta sobre el futuro de las jubilaciones”, manifestó el mandatario socialista.
Luego argumentó que la llegada del proyecto al Congreso “no estaba en sintonía con lo que se había conversado. Cuando firmamos el pacto no se conocían los detalles de la ley”.
Si bien el peso específico del Frente Progresista es de solo un diputado, la polémica foto del Gabinete nacional y un grupo nutrido de gobernadores en el Congreso podría haber tenido otro integrante. No peronista, en este caso. Pero Lifschitz no fue tenido en cuenta y, a esa altura, ese único voto, el de Contigiani, ya jugaba para la bancada opositora.
Podría haber sumado un segundo voto, porque en términos rigurosos el Frente Progresista tiene un segundo diputado, el radical Hugo Marcucci, que asumió su banca en 2015 bajo las filas de la coalición provincial, pero, al responder al radical José Corral, el año pasado abandonó a los socialistas y se pasó a las filas de Cambiemos.
Contigiani dejó claro desde temprano su postura. Encendido, el radical jesuita le habló al Gobierno: “No son los CEOs los que sufren una crisis de gobernabilidad, sino los 13,5 millones de argentinos por debajo de la línea de la pobreza. Dejen ayudarse, convoquen a la política, dejen de hablar solamente con los gobernadores”.
“Es una ley que ha conmocionado al país, que la mayoría de los argentinos está rechazando, que ajusta a los jubilados y a los que menos tienen”, amplió el único delegado del Frente Progresista, que el jueves, cuando la oposición dilató la sesión, celebró a los abrazos con kirchneristas, peronistas y massistas.