Lionella Cattalini, la elegida por el socialismo de Santa Fe para rosquear el capítulo judicial.
La reforma constitucional en Santa Fe dejó más que una nueva Carta Magna. La Convención fue aprovechada por figuras como Lionella Cattalini para pisar un poco más fuerte en la rosca de la Bota. La socialista se sentó a la mesa de negociaciones y ejerció un rol trascendental en el diseño del capítulo judicial.
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Desde el principio se supo que Cattalini tendría una función preponderante durante todo el proceso constitucional. No solo porque fue una de las negociadoras de la ley de necesidad de la reforma en su rol de diputada provincial, sino también porque fue la socialista mejor posicionada en la nómina de postulantes a convencionales que encabezóMaximiliano Pullaro. La razón es su perfil: cuando el gobernador y su equipo empezaron a puntear nombres, querían caras nuevas, con formación técnica y peso político. Cattalini cumplía los tres requisitos y por eso fue la elegida del PS para ser tercera.
Fueron esa formación y esos antecedentes, sumados a la confianza y la alta consideración de su perfil político por parte de la presidenta de Cámara de Diputados provincial, Clara García, del diputado Joaquín Blanco y ese sector del PS los que la erigieron como la espada del socialismo para el diseño del capítulo judicial de la reforma, el que más tensión generó entre el partido de la rosa y el pullarismo. Las posiciones iniciales de una y otra tribu estaban muy lejos entre sí y llevó arduas jornadas de negociación llevadas adelante por un equipo que encabezaba Cattalini, vicepresidenta de la comisión de Poder Judicial. Su contraparte fue Lisandro Enrico, el radical que presidió dicho espacio. A pesar de algunos roces, lograron una sinergia con el paso de los días.
Sucedía que las diferencias eran muchas. Al socialismo no le cerraba, por ejemplo, el proceso de selección de magistrados que pretendían los radicales, porque no incluía el órden de mérito. Tampoco compartían la forma de remover jueces, fiscales y defensores, ya que tanto en la parte acusatoria como en la juzgadora había representantes del Ejecutivo. El diseño y la forma de selección del Ministerio Público de la Acusación era otro punto en disputa: en el socialismo lo querían escindido del mandato del gobernador.
Cattalini fue la que le puso cara a esas diferencias en lo público y la que se puso al frente de la negociación en lo privado. Logró casi todo: el órgano encargado de la persecución penal quedó consagrado como independiente, extrapoder -sumó también la presión de la titular del MPA, María Cecilia Vranicich-; en la selección de jueces se limitó la discrecionalidad del gobernador a la hora de elevar pliegos a la Asamblea Legislativa, ya que la terna recomendada por el Consejo de Selección es vinculante; y el Ejecutivo no tendrá representantes en el Tribunal de Enjuiciamiento.
CattaliniPullaro
Lionella Cattalini en el lanzamiento de la lista de Unidos para la Convención Constituyente, junto a Maximiliano Pullaro.
Villa Cañas trae suerte
Que Cattalini haya sido la mujer elegida por el socialismo para participar de esa rosca no es casualidad. Nacida en Villa Cañás -en el sur santafesino, de donde también es oriunda Mirtha Legrand-, la diputada se fue a vivir a Rosario apenas terminó la secundaria para estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Allí no solo se recibió de abogada, sino también que perfiló su interés por el derecho penal: llegó a ser profesora de Derecho Procesal Penal e hizo un posgrado en la misma materia.
En la Fder comenzó también su carrera política. Lo hizo en las filas de Defendamos Nuestra Identidad (DNI), el brazo universitario del PS en esa alta casa de estudios. Desde la mesita ubicada en el ingreso de calle Córdoba 2020, Cattalini fue haciéndose lugar como militante y logró su primer cargo electivo como consejera directiva. Luego fue secretaria general del centro de estudiantes -cuando el presidente fue el hoy ministro de Ambiente Enrique Estevez Boero- y terminó su carrera como consejera superior de la UNR.
El salto a las grandes ligas lo dio durante el gobierno de Miguel Lifschitz. En 2016, cuando la ciudad ya estaba jaqueada por la crisis de violencia, el entonces gobernador y la intendenta Mónica Fein le confiaron la coordinación del Plan Abre en Rosario, el hijo más preciado de esa gestión socialista. Se trataba de un programa de intervención barrial que proponía un abordaje multiagencial en las zonas más castigadas y en el que todo se decidía entre el estado y los vecinos. Ese rol, que ejerció durante cuatro años, le permitió conocer los rincones más afectados de Rosario.
Feminismo, justicia federal y el futuro
Protegida por Lifschitz, Cattalini retribuyó con sus logros la muestra de confianza de ponerla al frente del Plan Abre. Tan a la altura estuvo que cuando el gobernador decidió ser candidato a diputado provincial en 2019, al terminar su mandato, le pidió que lo acompañe en la lista. Así fue que, de la mano del exgobernador, Cattalini llegó a la Cámara de Diputadas y Diputados de Santa Fe, desde donde siguió construyendo su perfil público. A tono con su militancia feminista, uno de sus primeros proyectos fue el de paridad de género en todos los cargos, que se convirtió en ley en 2020.
La Legislatura fue un trampolín para Cattalini, que se metió en discusiones candentes dentro y fuera del recinto. Fue la autora, por ejemplo, de la ley de emergencia en seguridad ante la crisis cada vez más acuciante que acechaba Rosario en épocas de Omar Perotti en la Casa Gris. Justamente, al rafaelino lo denunció por la entrega de varios subsidios en muy poco tiempo -por un total de $80 millones- al club Sportivo Norte, ubicado en la perla del oeste. También obtuvo un lugar en la estratégica comisión bicameral de acuerdos, donde se cocinan nombramientos y remociones.
Sin embargo, su lucha más conocida fue fuera de la Legislatura. Desde la política, Cattalini insistió hasta lograr correr el velo que cubría las acciones del juez federal rosarino Marcelo Bailaque. La diputada hizo una denuncia penal en la Justicia Federal y una presentación en el Consejo de la Magistratura para que se investiguen los vínculos de Bailaque con el poderoso narco Esteban Alvarado. Públicamente, se puso al frente de la avanzada que tuvo sus frutos: Bailaque terminó renunciando y hoy está imputado y en prisión domiciliaria.
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El juez federal Marcelo Bailaque en la audiencia en la que se lo imputó. De fondo, mira Lionella Cattalini.
La cruzada pública contra Bailaque -y su segundo capítulo contra Gastón Salmain, otro juez federal denunciado- fue la primera ocasión en la que Cattalini logró que su nombre trascendiera en la escena pública. Hay ahí, en ella y su equipo, una intención de elevar su conocimiento: a nadie escapó la campaña de cartelería con su cara en la previa a las elecciones constituyentes. Son indicios que alimentan rumores sobre su futuro, la mayoría de ellos relacionados con la intendencia de Rosario, pero también con sillas calientes en lo judicial. Cuando se le pregunta, ella sonríe y elige el silencio.