El juez federal Marcelo Bailaque, en el centro de una trama de acusaciones en la Justicia Federal de Santa Fe que no tiene fin.
Como el océano, la madeja de vínculos, negocios y sociedades que destapó el caso del exjuez federal de RosarioMarcelo Bailaque es insondable. La posible citación a Santiago Busaniche, un escribano que es fiel exponente de la alta alcurnia de Santa Fe, amenaza con ser una bomba cuyas esquirlas pueden rozar a Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti.
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El caso que sacude a la justicia federal de Santa Fe
Bailaque, extitular del Juzgado Federal N° 3 deRosario, renunció jaqueado por denuncias penales en su contra que lo acusaban de dilatar causas contra popes del narcotráfico como Esteban Alvarado y, paralelamente, de armar causas a discreción para extorsionar empresarios. Mientras el frente penal se activó a principios de este año, también lo hizo un expediente en su contra en el Consejo de la Magistratura. Rodeado, el magistrado renunció. No perdió los beneficios jubilatorios, pero sí los fueros: aún cumple prisión preventiva domiciliaria en su departamento del centro rosarino.
Una de las acusaciones que más complicado lo tiene a Bailaque es la de haber armado una causa por lavado de activos contra el agente de bolsa Claudio Iglesias a partir de un anónimo que llegó a la regional de AFIP y que fue remitido por su titular, Carlos Vaudagna, a su juzgado. El magistrado primero lo imputó y luego, llamativamente, le dictó la falta de mérito. Según la teoría de la fiscalía, la verdadera intención fue frustrar la intención de Iglesias de postularse para presidir la aseguradora San Cristóbal y, de paso, sacarle US$200 mil a cambio de archivar la causa.
En ese trámite, declaró como arrepentido el propio Vaudagna. Contó cómo la extorsión se armó en un encuentro en el quincho del edificio donde vive Bailaque del que también participó el empresario Fernando Whpei, que habría fungido de intermediario con Iglesias. En el celular de Vaudagna aparecieron conversaciones con Busaniche de las que surge interés del escribano santafesino por la causa contra Iglesias. En ellas, primero pide que aceleren allanamientos y, cuando comienza el operativo para limpiar al empresario, gestiona un informe a favor en AFIP.
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Carlos Vaudagna, el arrepentido extitular de la regional santafesina de AFIP que complicó a Marcelo Bailaque.
Quién es el escribano involucrado en la causa Bailaque
Para entender quién es Busaniche es necesario primero entender cómo funciona la ciudad de Santa Fe. La capital provincial es conducida por un círculo rojo, una clase social cuyo poder es inversamente proporcional a su tamaño. Abogados, empresarios, jueces, fiscales, políticos y escribanos conducen el poder real capitalino desde sus oficinas en el pequeño centro donde proliferan las calles con nombres de obispos y exgobernadores históricos. Como toda clase social, esas familias históricas fueron a las mismas escuelas, van a los mismos clubes y la endogamia -en todo aspecto- es regla.
Busaniche es un producto perfecto de esa clase. Hijo de uno de los médicos más reconocidos de la ciudad, fue al Colegio de la Inmaculada Concepción y, como casi todos los varones que allí estudiaban, jugó en el Club de Rugby Ateneo Inmaculada, dos naves insignias de ese círculo rojo. En el CRAI conoció a Víctor Hermes Brusa, entrenador y juez federal con competencia electoral de Santa Fe. Brusa terminó preso por delitos de lesa humanidad, pero antes le abrió la puerta a muchos de sus jugadores, entre ellos Busaniche, a los pasillos de la justicia federal santafesina.
Aún abogado, Busaniche siguió cumpliendo estereotipos y se casó con Josefina Gutiérrez. Se trata de la hija de Julio Gutiérrez, mano derecha y primo político del entonces gobernador Carlos Reutemann, y sobrina de Rafael Gutiérrez, hoy ministro de la Corte Suprema de Santa Fe. Con ella estaba cuando, en 2007, quisieron entrar a robar a su estudio y, al resistirse, terminó baleado. Gracias a sus vínculos, obtuvo un registro de escribano y fue apoderado del Banco Nación -del que su suegro supo ser director-. Mientras, su mapa de contactos políticos y judiciales crecía.
Los vínculos con Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti
Sin dudas, el mejor vínculo que le otorgó su capital social a Busaniche es el que tuvo con Lorenzetti. Una versión indica que los presentó Héctor Marchi, el rafaelino que controló la caja del poder judicial durante toda la era Lorenzetti, quien lo defendió incluso ante su despido. Más allá de su origen, esa relación le posibilitó a Busaniche pegar el salto a las grandes ligas: más de una garganta asegura que se transformó en un exquisito operador judicial, de mucho peso en Comodoro Py, que definía contrataciones, ascensos y nombramientos.
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El ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Ricardo Lorenzetti.
Para la familia también hay lugar. Dos fuentes le endilgan a Busaniche haber intercedido para que su hermano Mateo -con quien hoy no tiene vínculo- sea designado juez en la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná. También le adjudican haber ayudado a que su cuñada, María Mercedes Gutiérrez -sobrina del supremo santafesino Gutiérrez-, sea designada como secretaria del juzgado electoral que hoy está vacante en la Bota: lo había subrogado Salmain, pero lo corrieron y ahora está a cargo de Aurelio Cuello Murúa, magistrado federal de Venado Tuerto.
Quienes han tratado a Busaniche, así sea una vez, coinciden en resaltar su carisma y su perfil bajo. Ese perfil bajo es el que ayuda a la construcción de mitos a su alrededor: que fue recaudador para las campañas de Reutemann, que visitaba a Carlos Menem en la quinta de Armando Gostanián. “Tiene aspiración de construir poder y lo demostró con su praxis”, señala una garganta que lo trató en virtud de su trabajo. “No parece un monje negro, es un tipo divertido, que te invita a comer”, aporta otra fuente en estricto off the record.
“Es inteligente y por eso se mantiene detrás de escena, pero en los lugares de poder no duda en desplegar sus vínculos”, expresó una persona que lo conoce desde su juventud. La esperanza del fiscal Juan Argibay Molina era echar luz sobre esos vínculos, pero cuando pidió que secuestren el teléfono de Busaniche, el juez lo rechazó. “Innecesario”, reflexionó una figura política que lo trató, “no debe haber nada en ese celular, si ni siquiera usa WhatsApp”.