DE PRESIDENTE A CONCEJAL

Mauricio Macri y CFK, obligados a pelear por el corazón de su electorado para ganar una vida extra

Animaron por años la grieta nacional. Hoy deben salvar sus bastiones. Él, apurado por la versión salvaje del PRO. Ella, por la nueva canción neo-K. ¿Hay futuro?

Protagonistas estelares de la dinámica política nacional durante dos décadas, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner están con el barro hasta las rodillas en los distritos que son (¿fueron?) el núcleo de su poder y el corazón de su electorado.

El agua ya venía subiendo, pero la crecida se volvió imparable tras el triunfo de Javier Milei en 2023. Ahora, no les queda otra que sacar el agua a baldazos para tratar de salvar la casa matriz de sus cosmogonías.

Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner

La primera presidenta reelecta y el primer presidente ungido por las urnas que rompió un siglo de bipartidismo, obligados a levantar otra vez los primeros ladrillos del lugar donde todo comenzó. La historia y la poesía a veces tienen límites difusos.

CFK y Mauricio Macri, historias separadas

Surgidos a la par en los albores de 2003, el kirchnerismo y el macrismo fueron los hijos no deseados de ese matrimonio turbulento que conformaron el menemismo y el duhaldismo, en el que el radicalismo también metió la cuchara. Separados al nacer, expresaron las dos caras de una sociedad fracturada por el estallido de 2001 y la crisis de la salida de la convertibilidad. Lo hicieron por caminos paralelos, espejados, excluyentes, en sintonía con un país partido en dos. Así nació la famosa grieta y estaba cantado.

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Aunque el sello de origen está datado en Santa Cruz y tuvo a Néstor Kirchner como primer protagonista, la candidatura en 2005 de CFK en tierra bonaerense para arrasar con Chiche Duhalde fue el bautismo de este kirchnerismo que hoy, 20 años después, se muerde la cola con el cristinómetro en la mano.

Macri tuvo el mérito de debutar perdiendo en la Ciudad en 2003 y, sin embargo, seguir pujando. No paró hasta la Casa Rosada y en 2019 el “¡Sí, se puede!” le permitió mostrar cuánto tenía y dibujar una derrota digna después de haber desquiciado la economía.

Lo que cambió con Javier Milei

Esta foto 2025 de Macri y CFK peleando en sus territorios es el reverso del deterioro de su influencia a nivel nacional. No casualmente ambos debieron abalanzarse sobre sus partidos para garantizarse al menos esa lapicera.

En tren de conseguirlo, no se privaron de patear un par de escritorios. El expresidente corrió sin empacho al bullrichismo para tomar las riendas del PRO. Cristina apuró hasta la asfixia el desangelado intento de Ricardo Quintela por pelearle el cetro del PJ.

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Lo hicieron a pesar de que la evidencia salta a la vista: presidir el propio partido para un líder que representó colectivos políticos y sociales mucho más amplios que un sello (como ambos lo hicieron de manera rotunda) es como mudarse de una casa quinta a un dos ambientes.

Esa suerte de primer paso atrás ahora suma otro que los confina a las peleas locales, por más que las dos Buenos Aires tengan repercusión nacional y que ambos mantengan poder de fuego en el Congreso. Como contó este medio en febrero pasado, estas contiendas se desarrollan en un calendario electoral fragmentado y extendido a lo largo del año durante una maratón de domingos donde la palabra clave, como quedó claro este lunes en La Plata, es desdoblamiento.

Es que los gobernadores de todos los colores buscan blindar sus territorios ante la irrupción de La Libertad Avanza, huérfanos de liderazgos nacionales indiscutidos que les tiren una soga.

En este escenario, Macri y CFK van para adelante y corren por sus vidas políticas. ¿Hay futuro? Ni siquiera un triunfo en sus bastiones se los asegura. Atrapados por la disputa territorial, les queda un consuelo: no hay pelea chica cuando se trata de poder.

Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner.
Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof.

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