Martín Llaryora abandonó el Cabildo abierto que convocó Javier Milei, en su propia Córdoba, con encontradas sensaciones. Aunque el cordial trato brindado por el Presidente y su comitiva permitan dar por superadas las tensiones previas, el rechazo manifestado por un grupo de asistentes al acto le remarcan la necesidad de repensar su estrategia de construcción a futuro.
El arqueo de cierre de una fría jornada en que participó, en pocas horas, en dos celebraciones por el 214° Aniversario de la Revolución de Mayo, presentó marcados contrastes.
En la primera de aquellas, realizada por la mañana en Río Cuarto, confirmó la centralidad de su figura, especialmente para un peronismo cordobés que rifará, con una interna a cielo abierto, la continuidad en el gobierno de la capital alterna.
Sentado junto a la vicepresidenta Victoria Villarruel, el gobernador fue el más silbado por una concurrencia inferior a la esperada, calculada en 6.000 personas. Sólo el intendente Daniel Passerini pujó por esa incómoda distinción.
Tal sería, no obstante, el único momento tenso para él. Pese a expectativas alentadas por algunos "ultras", el Presidente evitó descargar sus habituales invectivas contra el gobernador. Sin mencionarlo siquiera, rubricaría su agradecimiento a Córdoba con un saludo transmitido para todo el país al pie del escenario principal.
A solas con Javier Milei
La buena sintonía entre ambos mandatarios pudo constatarse ya en los encuentros que ambos mantuvieron en la previa al acto, especialmente en la sede de la Gobernación, registrados en las fotos protocolares de rigor.
Según confiaron desde el círculo cercano al gobernador, se dispensaron un cálido trato, con el respeto a que obliga la institucionalidad, pero con tiempo para algunas bromas. Sin margen para promesas o esbozos de acuerdos, el presidente agradeció la hospitalidad y poco más.
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Martín Llaryora acompañó al presidente Javier Milei durante su breve visita a Córdoba.
Sin atisbos de enojos, Milei evitó cualquier alusión a aquellos a quienes hasta hace poco señalaba como responsables de entorpecer la aprobación de la ley ómnibus. Entre ellos, el propio Llaryora y sus representantes en el Congreso de la Nación.
Por el contrario, pareció tender nuevos puentes al anunciar la convocatoria a un Consejo de Mayo, en la que incluyó a los denostados gobernadores. También desató ovaciones al anunciar, sin fecha precisa aún, el inicio de la eliminación de gravámenes, comenzando por el Impuesto País, un reclamo de larga data en tierras mediterráneas.
Reparos para Martín Llaryora
Tanto los silbidos recibidos como las promesas del Presidente obligan a recalibrar el GPS con que el exintendente de Córdoba transitará los próximos meses.
Por un lado, la iniciativa que tome Milei ante las exigencias de los gobernadores resignificará el rol de líder regional que imagina Llaryora. Sólo si el presidente sigue desoyendo a los gobernadores tendrá sentido pulsearle, dados los altos niveles de aceptación que mantiene el “león” en latitudes mediterráneas. Si, por el contrario, éste ofrece respuestas a los ecos de tierra adentro, recortará los márgenes para un camino opositor.
Por otro lado, el cerrado rechazo expresado por la Plaza de Mayo ratifica que el votante libertario cordobés no lo concibe por fuera de “la casta”. Por el contrario, sigue viendo en él las huellas de un pasado al que hábilmente interpela Milei.
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Javier Milei con Guillermo Francos, el interlocutor permanente con el cordobesismo.
Se trata también de una constatación de la vigencia de las encuestas que marcaron el inicio de una relación ambigua. Enfrentar abiertamente al Presidente no parece brindar demasiado rédito para proyecciones electorales.
Bien saben en el Panal, las similitudes que propiciaron el buen vínculo entre el cordobesismo y el macrismo, que convergían ante el enemigo común K y en pactos de gobernabilidad, de poco sirven ya. El electorado cordobés que se inclinó masivamente por Milei hace sólo siete meses concibe a los libertarios y el Partido Cordobés como modelos bien diferentes.
La oportunidad de Mayo
Aún imprevisible, la tregua ofrecida tácitamente por el presidente permitiría al líder cordobés una nueva oportunidad de construir más cerca que lejos, con más Parlamento y menos especulación de origen.
Para ello, el sanfrancisqueño deberá también repensar la relación con su propio votante. En particular, con quienes lo siguen viendo como referente de un movimiento peronista en plena implosión.
Acaso una buena demostración sea la brindada por los gremios y sus centrales obreras, quienes montaron variadas actividades paralelas al acto para mostrar su rechazo a las políticas de “la motosierra”.
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Con menos tolerancia aún se expresaron organizaciones sociales y agremiaciones de izquierda, quienes tuvieron sus propias refriegas. Por la mañana de este sábado, Gendarmería actuó para desalojar a columnas de ATE que cortaban la ruta que une el aeropuerto con la capital. Por la tarde, la Policía de Córdoba disparó balas de goma y gases para disuadir a los revoltosos que marchaban a cuadras de la plaza.
El saldo de tres personas detenidas, dos de ellas mujeres docentes, parece exiguo para la tensión del momento. Desde el Gobierno consideran exitoso el operativo, destacando que la seguridad presidencial estuvo garantizada. Por lo bajo, responsabilizan a dirigentes extremos y a la sobreactuación temprana de las fuerzas nacionales.
Son esas imágenes, virales a esta hora, las que Llaryora quería evitar. Son esas imágenes las que pueden marcar, simultáneamente, los límites internos para una construcción que siempre se proyecta hacia fuera de la provincia.