ELECCIONES 2023 | CÓRDOBA

La campaña de Daniel Passerini: Llaryora copa el segundo round para retener la capital

El oficialismo da por terminada la escaramuza por el escrutinio provincial. Tándem con el gobernador electo. El efecto sinergia y el factor nacional.

Rodrigo de Loredo y Daniel Passerini largaron sus campañas por la capital de Córdoba con suficiente anticipación. El radical monopolizó la atención durante el periplo de Luis Juez hacia la gobernación hasta que, en el sprint final, Juan Schiaretti devolvió la centralidad al hombre que buscaba que la tercera fuera la vencida. El viceintendente peronista, a cargo de las riendas de la Municipalidad mientras duró la gira proselitista de Martín Llaryora, era parte de esta estrategia paralela que diseñaron en Hacemos Unidos por Córdoba. Sin embargo, como le ocurrió a De Loredo, el entrecruzamiento del armado nacional y las lecturas encontradas sobre su impacto en Juntos por el Cambio y en el cordobesismo, Passerini también tuvo que desarrollar un papel secundario.

Ambos contrincantes salieron del foco central de la noticia, con el aliciente de saber que aún no había tocado el gong para fidelizar voluntades. Como una devolución de gentilezas, cuando llegó el momento para pelear por el sillón que dejará Llaryora el 10 de diciembre para ocupar el Panal hasta 2027, el escándalo del escrutinio provisorio acaparó tiempo en el que De Loredo y Passerini se imaginaban como protagonistas excluyentes.

Este viernes, HUxC dará por terminada esa pelea y abrirá formalmente el capítulo municipal. Passerini convocó a un lanzamiento de campaña que tendrá a Llaryora como actor principal. El gobernador electo que no pudo festejar se fijó como objetivo retener la Capital, con la ilusión de que derrame sobre su delfín el apoyo que a él lo sentó en el Panal, como se conoce a la casa de Gobierno de la Provincia. Como lo reflejó Letra P en la cobertura del domingo electoral, el triunfo vino de las ciudades que gestionó -Córdoba y San Francisco- y revirtió una ecuación histórica de un PJ que se apuntaló con el voto del interior.

Tiene razones de peso para obturar el regreso aliancista. De Loredo buscará que el municipio sea el trampolín hacia el escalón siguiente. Si JxC se impone a nivel nacional y si el radical borra a Passerini, contará con apoyo foráneo para gestionar. “Si De Loredo lo pide, Presidencia le va a asfaltar hasta el Suquía”, reconocen fuentes del peronismo capitalino. La billetera como factor de disciplinamiento de intendencias díscolas quedaría en jaque.

Llaryora confía en que se trasladará el respaldo a Passerini como engranaje de su equipo, por eso insistirá con la necesidad de la sinergia de un gobierno del mismo signo como escudo de una gestión que ya se plebiscitó el domingo 25. ¿Cómo será la convivencia entre un peronista que no tendrá mayoría y un radical que quiere ser gobernador en el futuro cercano? La pregunta agita el recuerdo de una historia de enfrentamientos entre gobernadores e intendentes de distinto signo político.

Relaciones tóxicas

Las personas más memoriosas que habitan la ciudad recordarán el fracaso de la ruptura entre José Manuel de la Sota y el intendente ucedísta, Germán Kammerath. El pedido de “perdón” del gobernador desde su casa de Río Cuarto, el vaciamiento justicialista del gabinete que ordenó Olga Riutort, el crecimiento de la deuda, paros de transporte reiterados y el conflicto social no fueron suficientes para que el exfuncionario de Carlos Menem dejara su puesto en el Palacio 6 de Julio.

Allí terminó el ciclo virtuoso de gestiones radicales, abrió la oportunidad a Luis Juez de llegar con un contundente respaldo social que lo animó a buscar la gobernación. El material de contrapuntos entre De la Sota y Juez es extenso, pero nadie olvidará que tocó su nota más fuerte cuando el peronista giró, en 2005, $1 en materia de coparticipación.

Pese a todo, Juez cedió la posibilidad de reelección a su vice, Daniel Giacomino, con quien rompió poco después de garantizar la sucesión por mostrarse en sintonía con Schiaretti, que logró la gobernación por un puñado de votos al líder del Frente Cívico. Pese a este activo, el exjuecista quedó atrapado en los problemas de gestión y en un embanderamiento político nacional inoportuno.

El exradical de extracción universitaria perdió la mayoría que garantiza la Carta Orgánica en el Concejo Deliberante y gobernó con un gremio municipal en pie de guerra por su intento de achicar las partidas salariales para poder gestionar y con la caja en rojo. Giacomino mostró su desesperación al declararse “soldado de Cristina”, en una sociedad en la que germinaba rápidamente el antikirchnerismo con el conflicto del campo.

Ramón Javier Mestre irrumpió en 2011 con el apoyo de esa Córdoba radical que bloqueó el ingreso del peronismo hasta que, en 2019, Schiaretti sentó a Llaryora en la Capital. Fue una campaña que el sanfrancisqueño hizo en completo silencio, en la expresión más literal del término. Fue arrastrado a la victoria por un gobernador que gozaba de apoyo y se benefició con la ruptura de JxC.

Mestre convivió con los dos padres del cordobesismo y la relación fue pendular. Con De la Sota tuvo una convivencia política aceptable, pero sin recursos. Schiaretti, le reconoció un fondo por los servicios en salud y educación que presta la Municipalidad, pero, el desembolso fue irregular: se puso al día con 1660 millones de pesos que pudo usar Llaryora.

El radical que gobernó dos períodos recuerda a su tropa que la relación fue mejor que la de sus predecesores porque “puso el hombro y varias veces la otra mejilla”.

La carta fuerte de Passerini será, con ese historial, el gobierno codo a codo que ya probaron Schiaretti y Llaryora. Agitarán la memoria colectiva de las peleas que marcaron la vida política de la ciudad cordobesa, aunque digan que el oficialismo “empieza de cero”.

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