ELECCIONES 2023 | CÓRDOBA

Juan Schiaretti sella el plan De la Sota y cede a Llaryora la posta del peronismo que viene

Con una victoria apretada, el çordobesismo sorteó el desafío de la renovación tras 24 años en el poder. La demora en la carga de datos frustró el festejo y el inicio de la campaña nacional del mandatario.

Pasaron dos décadas de los primeros pasacalles que Martín Llaryora colgaba entre postes, en su San Francisco natal, para presentarse como “el peronismo que viene”. Aquel eslogan, que cuenta casi 20 años, era mirado con simpatía por la guardia justicialista que peina canas. El 10 de diciembre, el delfín del gobernador Juan Schiaretti será el próximo gobernador. Superó el escrutinio para el infarto de la noche electoral que le dio la bienvenida a la renovación, después de un cuarto de siglo de una relación inteligente que mantuvo con José Manuel de la Sota.

El peronismo de Córdoba alumbró una transición ordenada, madura, que no pudo celebrar por la demora en la carga de datos por parte de la Justicia Electoral. Un contraste fuerte con el alborotado kirchnerismo que tuvo esta semana, en pocas horas, hasta cuatro fórmulas presidenciales. Schiaretti había imaginado lanzar su campaña el domingo por la noche. Florencio Randazzo y Diego Bossio, socios en la cruzada antigrieta, estaban listos para salir a escena. No pudo alzar la mano de aquel dirigente del interior que fichó como la tercera pata del sistema de postas la noche después del triunfo ajustadísimo que le arrebató en 2007 a Luis Juez, quien esta madrugada se resignó a reconocer otra caída. Cedió la posta Schiaretti, y también los zapatos que calzó en el primer round de renovación peronista.

Poco tiempo después de aquella crisis política, Schiaretti comenzó la preparación del candidato que alguna vez se animó al reproche público en algún medio nacional y peleó la interna del Partido Justicialista con los colores del Frente Renovador.

“No es un hijo del poder, no es un acomodado, es un militante que aprendió y supo esperar los tiempos de sus líderes”. Así definía a Llaryora una fuente del riñón schiarettista que siempre negó la pelea entre la nueva camada y la escudería histórica de De la Sota que heredó, luego, Schiaretti como líder único del cordobesismo.

La muerte de De la Sota y las reglas de la democracia anticiparon un proceso que el gobernador resistió para la mirada ajena (insistieron siempre). La intentona nacional se entendió como una necesidad de mantener la injerencia en un peronismo sub 50 que ya sabía que había llegado su momento de liderar.

Lo que queda del cordobesismo

Llaryora soportó la centralidad que ganó su rival provincial cuando Schiaretti logró que picara su frente de frentes en el plan de Horacio Rodríguez Larreta para recortar las alas de Patricia Bullrich, primera presidenciable del PRO en la preferencia que revelan las encuestas en Córdoba. No lo admitirá, pero las militancias peronista y cambiemista coinciden: fue una pésima idea.

Es que Schiaretti creyó en el cordobesismo del que queda solo el nombre. De la Sota admitía lo perecedero de su invento cuando Cristina Fernández de Kirchner arrasó en las urnas en 2011 con el 54% y en la provincia más refractaria cosechó el 37%. El contador se aferró al “hacer” con lo propio y a exponer las diferencias con un poder central. Juntos por el Cambio se fortalecería en una convivencia pacífica entre el peronismo local y el aliancismo nacional.

La elección legislativa de 2021 marcó el primer síntoma: Juez y Rodrigo de Loredo se alzaron con un millón de votos. Sentó la base de la unidad que llegaría después con la comprobación de que el radicalismo enemigo estaba dispuesto a votar al peronista que pateó la puerta de su partido para fundar el Frente Cívico de Córdoba.

Este domingo por la noche, Juez estuvo muy cerca y quedará perfilado como un actor clave en la campaña nacional de JxC y es probable que no declare su jubilación como lo había prometido. La visita anticipada de Bullrich mostró ese plan que expuso que Schiaretti, como Llaryora, son mejores “haciendo” que en campaña.

Las equivocaciones no terminaron en la promiscuidad del plan nacional mezclado con el provincial, pero hubo algunos aciertos, como la separación de la fecha provincial y municipal. La capital no compró el reciclaje juecista en la marca Juntos por el Cambio, de alta performance en el interior, incluso en departamentos clave como Río Cuarto o General San Martín.

Llaryora aceptó la estrategia del líder saliente que, con un mix de puntos fuertes y flacos, lo deja parado con un triunfo que no tendrá que socializar en adelante, pero con una oposición fortalecida que jaqueará la consolidación del gran partido cordobés con el que fantaseaba en campaña.

¿Qué líder peronista será?

Llaryora ya demostró que no tiene pruritos con sumar distintas expresiones que sacan ronchas a la militancia del purismo partidario, aunque la experiencia transversal mostró la pata renga en bastiones que se daban por ganados. La alianza con el radicalismo les permitió un empate en el estratégico departamento Colón, terruño de la flamante vicegobernadora radical de Hacemos Unidos por Córdoba, Myrian Prunotto. ¿Si hubiera sido Juan Manuel Llamosas el vice, hubiera cambiado la historia en Río Cuarto?

Quienes atravesaron el cuarto de siglo del peronismo cordobés en el poder coinciden en que Llaryora tiene un poco de De la Sota y otro tanto de Schiaretti; también, que no tardará en poner su propia impronta al nuevo peronismo que quedó oficializado este 25 de junio. Como el segundo, su envión electoral provino de los lugares que gestionó; como el primero, que peleó la interna a Eduardo Menem, anidaba un sueño presidencial.

Llaryora dio un paso más y buscará abrir Córdoba a la escena nacional. Schiaretti abrió la puerta, sintiéndose cómodo con el traje de gobernador.

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