El reloj marcada la 1:52 cuando Martín Llaryora subió al escenario. "Los máximos perjudicados ante esta situación (la demora del escrutinio) somos los cordobeses y más los que tendríamos que festejar. A esta altura tendríamos que tener todos los resultados y tampoco es justo que ustedes se queden esperando para festejar lo que sabemos que es obvio", dijo. "De todos modos, la tendencia es clara y hemos hecho una elección extraordinaria", afirmó el intendente, que aseguró que el resultado final sería por tres puntos sobre su rival de Juntos por el Cambio.
Apenas media hora antes, Luis Juez había denunciado una serie de irregularidades que, en la consideración de la pata cordobesa de JxC, eran lo suficientemente importantes como para dejarlas pasar y reconocer el triunfo del oficialismo. Con una judicialización en ciernes, esta nota se construye a partir de resultados parciales.
El escrutinio que, se estima, llevará a Llaryora a la gobernación se desarrolló tan lentamente como el intendente construyó su propia trayectoria política: con paciencia, momentos de tensión y una exaltación final que fue casi un descargo, el cordobesista soltó la bocanada de aire de quien sabe que llegó a la meta después de una carrera de alientos largos.
El clima de confianza, que pareció apagarse cuando la Justicia Electoral empezó a publicar datos oficiales, fue cargándose de fortaleza con el correr de las horas. “Son ciudades en las que esperábamos estar un poco más abajo”, aseguraban en el búnker montado en el hotel ubicado a dos kilómetros y medio del Aeropuerto Internacional Ing. Ambrosio Taravella cuando los primeros números llegaban y lo mostraban a Juez a la cabeza del conteo.
Cuando la diferencia se acortaba y la marcha peronista en la voz colectiva de la militancia empezaba a formar parte de la banda sonora del búnker, Paulo Cassinerio brindó las primeras palabras que insuflaron confianza en la noche cordobesista. “Estamos ganando en todas las seccionales de la capital”, aseguró el candidato a legislador por ese departamento, el más grande en materia de volumen electoral de la provincia.
Apenas pasadas las 21, la carga puso a Llaryora por encima de Juez y el búnker estalló. En ese momento, empezó a sonar cuarteto y la fiesta ya no se detuvo.
A pesar de eso, la diferencia no crecía como se esperaba a medida que los datos se iban cargando y se demoraban más de lo esperado. Eso obligó a Miguel Siciliano, en primer lugar, y a Manuel Calvo, pasada ya la medianoche, a pedir que la Justicia acelerara la carga. "Sabemos que ganamos, pero no nos corresponde a nosotros decirlo", advertían en el búnker oficialista. "Hasta que no se cuente hasta el último voto no nos vamos", trinaban en el tinglado opositor.
Con Juez acusando al gobierno provincial por el retraso, cerca de las dos de la mañana, Llaryora y Myrian Prunotto llegaron al búnker y el peronismo cantó victoria.
Otra era
De aquí en más, Llaryora deberá enfrentar dos grandes desafíos. El primero será hacerse cargo de un gobierno que, luego de un cuarto de siglo en el poder, deberá lidiar con una situación económica endeble y un clima social que se tensará con el correr de la profundización de una crisis que nadie se anima a vaticinar evitable. El segundo y no por eso menos importante, convertirse en el conductor de una coalición política acostumbrada a los liderazgos fuertes.
“La Capital está haciendo posible que Martín sea nuestro próximo gobernador”, dijo Daniel Passerini cuando se subió al escenario e inauguró la dilatada seguidilla de discursos triunfantes que culminaron con las palabras del "gobernador electo", como lo presentó el animador.
No le sobró nada
Allí, una de las claves de la victoria se convierte en desafío, porque el lado B de la gestión como base del triunfo electoral da cuenta de resultados tan magros como sorpresivos en muchos de los distritos desde los cuales se esperaba un empujón mayor. Río Cuarto y Villa María aparecen como ejemplos contundentes en ese sentido. En la ciudad gobernada por Juan Manuel Llamosas, la victoria de Juez fue por 15 puntos; en la que comanda Martín Gill, por diez.
Con todo, el resultado ajustado del domingo le pone al sanfrancisqueño un desafío casi inédito: gobernará sin mayoría en la Legislatura y estará en minoría en el Tribunal de Cuentas. Si había un contexto para que Llaryora pusiera en práctica la política de acuerdos que pregonó a lo largo de toda la campaña, es el que le tocará afrontar desde el 10 de diciembre. "Vamos a gobernar con todos los dirigentes porque somos una nueva generación y acá empieza una nueva provincia. Entendemos que el signo de nuestra época no es la grieta ni es el odio. Esta coalición va a seguir ampliando el gobierno para buscar cada vez más diálogo, más consenso y más acuerdos para que Córdoba progrese y crezca", afirmó.
"Tenemos que empezar a contar de cero de nuevo. Acá empieza otra historia, la de una coalición que es mucho más que el peronismo", aseguró el dos veces intendente de San Francisco, ministro, vicegobernador, diputado nacional, intendente de Córdoba y ahora gobernador. Tal vez no de la forma en que le hubiera gustado, pero Llaryora logró dar el salto más grande de su carrera política. Todo, claro, si el conteo del último 10% de los votos no arroja un martes 13.