A grandes rasgos, la extrema derecha es la que va directamente contra el sistema democrático, en tanto la radical, si bien juega con las reglas de la democracia, tiene claros rasgos autoritarios, nativistas y populistas. Suele abogar por políticas antiinmigración y antimulticulturales, promoviendo una visión excluyente de la sociedad que privilegia a las mayorías sobre las minorías diversas y arrogándose representar al pueblo frente a las elites a las que considera privilegiadas y corruptas.
Los ataques contra la prensa y la autoridad y la exaltación de la ley y el orden contra el delito, que en verdad actúa en sentido amplio y fundamentalmente para extinguir cualquier intento de protesta social, es otro de los rasgos que la caracterizan.
Todos en el mismo lodo
Para el politólogo Steven Levitsky, “el eje de la disputa ya no es entre izquierda y derecha, sino entre cosmopolitas y etnonacionalistas”.
En la amplia corriente en expansión, que en términos amplios podemos llamar ultraderecha o nueva derecha, están los defensores de la libertad de mercado absoluta y anti-Estado, como Milei; los proteccionistas y antimigrantes, como Marine Le Pen, Trump y Meloni, y los defensores de lo público por sobre lo privado, como Bukele. En España, Santiago Abascal (VOX) y Díaz Ayuso (PP) también se abrazan a la ultraderecha, al nacionalismo antimigrante y a las ideas económicas liberales.
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Javier Milei con la italiana Giorgia Meloni, en el G7.
“Soy Giorgia, una mujer, una madre, italiana y cristiana”. Así se presenta Meloni, con un discurso identitario antimigrante, nacionalista y conservador. El encuentro con la anfitriona del último encuentro del G7, en Italia, fue muy promocionado por el presidente argentino porque es el modelo de líder que considera fundamental para la construcción de su relato.
Podríamos seguir describiendo a otros protagonistas y sus narrativas de esta ¿nueva? derecha, como a Trump y su desprecio por la supuesta decadencia moral de occidente, o a Le Pen y la ideología del miedo a la mezcla de las etnias; a Viktor Orbán en Hungría, a Alexander Gauland y Alice Weidel en Alemania o a Jussi Halla-aho en Finlandia, entre otras figuras.
De todas ellas, con sus claras diferencias, Milei toma cosas para alimentar su relato. Las enormes contradicciones quedan en segundo plano.
¿Liderazgo?
Probablemente con el entusiasmo que le provocó ver su foto en la tapa de la revista Time, incluso antes de leer o sin importarle el contenido de la entrevista, el presidente argentino dijo: "Soy el máximo exponente de la libertad a nivel mundial, algo que genera envidia entre los dinosaurios analógicos, los políticos tradicionales”.
Embed - Javier Milei: "La gira demostró que soy el máximo exponente de la libertad a nivel mundial"
Un anarcocapitalista que se abraza con la ultraderecha global. Esa con la que sostiene tantas similitudes radicales como diferencias profundas. Pretende Milei liderar a esas derechas defensoras de la identidad colectiva. ¿No le sonará colectivista? Es decir, ¿puede la derecha más tradicional de Milei, individualista con énfasis en la primacía excluyente del mercado, convivir en el mismo grupo de las derechas radicales sustentadas en el conservadurismo, el antiliberalismo y tan antiindividualistas?
Además de señalar las similitudes en las formas y el relato, es importante no soslayar el componente moral que tiene el pensamiento libertario. Aunque se presente como una idea económica, establece al liberalismo como el salvador y al Estado o a la izquierda como los culpables de la decadencia moral. “Soy un topo infiltrado para destruir al Estado desde adentro”, dijo Milei. Los libertarios de la nueva derecha a la que hacemos referencia son anarcolibertarios en sus discursos, pero minarquistas en sus medidas. Mientras los primeros ven al Estado como opresor, los segundos lo ven reducido a las actividades bélicas y al control social. Es decir, el aparato represor del Estado contra la protesta social. Esto, además de buscar siempre dejar la gestión pública en manos privadas.
¿Hay objetivos comunes, más allá de las evidentes contradicciones, entre los libertarios y la ultraderecha? El investigador mexicano Alfonso Vázquez Salazar habla de la ola conservadora o de neoconservadurismo para integrar, justamente, a los libertarios con los movimientos de ultraderecha y los movimientos negacionistas.
Relato, espacios online y Photo Opportunity
A través de estrategias de comunicación efectivas y apalancadas en las nuevas tecnologías, la ultraderecha logra amplificar su presencia e influir en la esfera pública. El uso de las redes sociales y otras plataformas digitales que operan sobre el terreno fértil de la posverdad, donde se siembra y crecen con facilidad las mentiras o las fake news, permite hacer circular con fluidez asombrosa el virus del odio. Se apela a las emociones, a la confrontación y al agravio como combustibles ideales para impactar y movilizar seguidores.
A partir de la efectividad de esta modalidad de comunicación, los exponentes de esta tendencia ganan terreno en los sistemas democráticos establecidos, aprovechando el descontento de ciertos sectores de la población con el establishment político tradicional, las elites, las llamadas castas y sus privilegios. “La decadencia moral por el accionar comunista”. }
Emerge, entonces, un discurso de injusticia, una narrativa libertaria en la que se instala que el Estado favorece a las minorías sociales a las que convierte en destinatarias de privilegios en desmedro de otros sectores. Así, las ideas conservadoras parecen volverse revolucionarias y la vuelta al pasado se transforma en lo novedoso. Son líderes carismáticos y populistas que, como outsiders y desde la antipolítica, emergen como catalizadores de las frustraciones, resentimientos y temores. Su discurso agresivo actúa como una proyección de la cólera y el resentimiento compartidos.
Así, los espacios online resultan propicios para que circulen voces y opiniones que habían dejado de escucharse en la arena pública. Los discursos anti y de odio encuentran un canal para fluir sin obstáculos.
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Otra de las características de esta nueva derecha es que se expresa fundamentalmente en el universo online. Todos estos recursos fueron utilizados en la campaña de Milei y siguen siendo el ADN de su comunicación gubernamental.
Por otro lado, tanto en sus giras extraoficiales como las realizadas en EE.UU. y España y las oficiales del G7, Milei reemplaza los actos diplomáticos tradicionales por una incesante práctica de "photo opportunity". La "photo op" es una práctica común en la comunicación política de la ultraderecha del siglo XXI, vital para influir en la opinión pública y fortalecer su narrativa.
Estas oportunidades visuales no solo capturan momentos simbólicos que refuerzan la ideología del movimiento, sino que construyen una imagen poderosa de sus líderes. A través de escenas y secuencias cuidadosamente seleccionadas y difundidas en los medios y redes sociales, la ultraderecha busca proyectar un liderazgo fuerte y carismático, al tiempo que promueve su agenda política y desacredita a opositores. Las diferencias entre estos líderes quedan diluidas por la potencia de sus vínculos para una misión compartida.
Cómo comunicar la crueldad con esperanza
En este marco, quizá sea posible encuadrar las sesiones de "photo opportunity" con personalidades tales como el ceo de Meta, Mark Zuckerberg; el de Google, Sundar Pichai; el de Apple, Tim Cook, y la foto grupal con asistentes a una cena de empresas tecnológicas de Silicon Valley. Esto, sin considerar los repetidos encuentros con quien considera su admirado amigo y salvador mundial, Elon Musk.
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Karina y Javier Milei, Elon Musk y Gerardo Werthein
Captura de redes
También en la cumbre del G7, sin acordar encuentros bilaterales, Milei se encargó de filtrar aquellas imágenes que más lo ayudan a la construcción de su relato. Como ejemplo, por caso, vale puntualizar las de Meloni y Giorgieva, imágenes que se complementan con breves copys y/o entrevistas pautadas con medios afines, en las que el oficialismo narra off the record lo ocurrido alrededor del encuentro fugaz con las celebridades de su conveniencia.
¿Son estos grandes personajes, las ideas de los más ricos de Silicon Valley, los que van a decidir cada vez más sobre cómo debe comportarse la sociedad? ¿Lo hacen autoritariamente a partir de sus recursos económicos y una visión del mundo que se expresa con discursos simplificadores que atraen, fundamentalmente, a los jóvenes más expuestos y ávidos de resultados inmediatos? ¿Somos conscientes de la precariedad y el aislamiento social necesario para el trabajo cognitivo en red, que nos convierte, como dice Franco "Bifo" Berardi, en “cognitarios”?
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Javier Milei y el ceo de Meta, Mark Zuckerberg.
Estos nuevos billonarios, productos de la apropiación unilateral de los beneficios económicos de la incesante digitalización del mundo, son quienes pregonan, como Milei, que lo mejor sería una sociedad sin Estado en la que cualquier persona con un emprendimiento exitoso pueda enriquecerse como ellos. Un ejercicio interesante sería determinar, por caso, quiénes en Silicon Valley han logrado su fortuna sin algún tipo de financiación pública. La Tesla de Musk, por caso, no existiría sin el apoyo del estado de California. O el caso de Marcos Galperin, de Mercado Libre, y los subsidios a la economía del conocimiento en la Argentina.
En un estudio reciente, la consultora Escenarios sondea la opinión pública en torno a líderes de gobiernos y empresarios tecnológicos. Galperín, Bill Gates y Musk aparecen por encima de Lula, el primer presidente (Brasil) en la ponderación de imagen positiva. En este contexto, para la comunicación de Milei es crucial evitar el FOMO ("fear of missing out") para mantenerse relevante en el competitivo escenario político de la ultraderecha del siglo XXI y sostener la imagen positiva en la opinión pública argentina.
Mientras tanto, sin goles, pero solo en la cancha, la comunicación política oficial seguirá siendo efectiva, en tanto en la pantalla local no aparezca nada con el volumen político y social necesario para representar, como el presidente de Brasil, una alternativa colectiva a la deshumanización organizada.