Doctor en Comunicación Política de la Freie Universität Berlin, director de Epidemia Ultra, un proyecto de análisis y divulgación de estudios sobre la derecha radical en el mundo, y creador del blog " eleccionesenalemania.com", Delle Donne es argentino y vive en Alemania. Acaba de llegar al país para disertar en la Universidad de La Matanza y encarar planes de trabajo en conjunto con la de San Martín. Para él, alternativas ultras como las que animan parte del debate preelectoral apuntan a una desnaturalización de la democracia "desde adentro".
–Algo pasa en el mundo en momentos en que prosperan fenómenos que van de Donald Trump a Víktor Orban, de Jair Bolsonaro a Marine Le Pen, Giorgia Meloni, Vox, Alternativa por Alemania (AfD) y tantos otros. También en Argentina aparecen exponentes de una derecha diversa y hasta ahora desconocida. ¿Cómo hacer una tipología de ese fenómeno?
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Franco Delle Donne estudia las nuevas ultraderechas. "Es un fenómeno multicausal que se vincula con una crisis de identidad".
–Es cierto. Para eso, el término "ultraderecha" sirve para englobar a los partidos políticos que se ubican a la derecha de la centroderecha, valga la redundancia. Es un concepto traído del inglés, far right, y sirve para englobar dos fenómenos. Uno de ellos es el de "extrema derecha" y el otro es el de "derecha radical", los que difieren en lo que respecta a sus posicionamientos sobre el sistema democrático. La extrema derecha apunta a la creación de un sistema diferente, no democrático, lo que va del fascismo a otras formas de organizar la política. La derecha radical propone un discurso, justamente, radicalizado, pero que trabaja dentro de la democracia, juega con partidos y candidatos dentro de sus reglas, con debates en los parlamentos, y que participa de la vida pública en los medios de comunicación. No propone un cambio de sistema, sino una reforma que, con el tiempo, erosiona la democracia. Implica un cambio de la democracia desde dentro de la democracia.
"El auge de las nuevas derechas es multicausal. En lo cultural, se vincula con una crisis de identidad que se apoya en una visión tradicionalista de pérdida de valores".
–¿Qué explica el auge de las nuevas derechas en sitios tan distantes como Estados Unidos, Europa occidental y del este, América Latina…?
–Estamos ante un fenómeno multicausal. Todo depende de los contextos y surge de una convergencia de factores, lo que fue abordado primero por la Historia y luego, desde los años 1970 y 1980, por la ciencia política en base a una serie de teorías que no terminan de dar cuenta del tema por completo. En el plano cultural, hay que mencionar una crisis de identidad que se apoya en una visión tradicionalista de pérdida de valores, del orden social que, se supone, debería establecer determinados roles para las mujeres, los extranjeros, los ricos y los pobres. Todo eso tiene que ver con el concepto de "contrarrevolución silenciosa", que surge como reacción a la "revolución silenciosa" evocada en el Mayo Francés de 1968, cuando se abrieron puertas como la de las mujeres que pudieron salir a trabajar y, en general, a formas de vida más liberales.
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–Es inevitable tratar el caso argentino. ¿Milei o Bullrich entran en alguna de esas definiciones? El primero, que si llegara al poder no tendría el apoyo legislativo para gobernar, propone hacerlo en base a referéndums, de espaldas al Congreso. La segunda ha dicho que, para ella, negociación es sometimiento y desnaturalización de su idea de cambio, algo ajeno al liberalismo pluralista.
–Esto es importante porque en Argentina se da un rasgo particular: el lugar del líder o la lideresa, con preponderancia de personas antes que de partidos o fuerzas políticas en la formulación de determinadas definiciones. Por ejemplo, no estamos pensando en lo que dice La Libertad Avanza, sino en lo que dice Milei. La programática de ese sector no se define en un congreso u otra instancia democrática, sino en base a diferentes ideas que se van lanzando y poniendo en el debate público, en TV, por ejemplo.
Ahora bien, si se analiza lo que menciona Milei, hay que hablar de una derecha radical, no extrema, porque no llama a reemplazar el sistema democrático, pero sí es parte de la familia de las derechas alternativas, como se las denomina en Estados Unidos. Aparece como parte de una tendencia de neorreaccionarios o paleolibertarios que señala que, en el fondo, una democracia con partidos y líderes no es necesaria, sino simplemente el orden del mercado y lo que dispongan la oferta y la demanda. Se trata de una visión que va mucho más allá de Milei. Fue escrita por autores de corrientes de Austria y Estados Unidos que consideran que el individuo está por encima de todo y que el orden surge de manera natural. No lo manifiestan así, pero dejan entender que las personas quedan a merced de la ley del mas fuerte.
"Pareciera que lo que se propone es quitar del medio al que piensa diferente. Es una narrativa peligrosa en partidos con chances de llegar al gobierno". "Pareciera que lo que se propone es quitar del medio al que piensa diferente. Es una narrativa peligrosa en partidos con chances de llegar al gobierno".
–¿Y Bullrich? En declaraciones e incluso en un spot que fue parte de una suerte de lanzamiento de su campaña no hay una narrativa que apunte precisamente a valores democráticos entendidos en un sentido pluralista.
–Ese es otro punto interesante. Eso aparece de ese modo y resulta negativo para la democracia porque genera una polarización afectiva, más allá de la necesaria para que elijamos, dentro de un proceso, como ciudadanos democráticos. Eso se observa cuando ese discurso se hace unívoco, indiscutible o excluyente, por ejemplo, del peronismo. Pareciera que lo que se propone es quitar del medio al que piensa diferente. Es una narrativa peligrosa en un partido con chances de llegar al gobierno. Sin embargo, sería injusto atribuir ese tipo de narrativa a otros candidatos de Juntos por el Cambio.
"En Milei aparece un elemento populista: la división entre los malvados "de arriba", la "casta", y el pueblo que sufre por ese robo".
–Una particularidad de esta derecha radical argentina parece la primacía del discurso económico, muy claramente de libre mercado, y un énfasis menor en cuestiones que sí son centrales en otros países, como la inmigración. ¿Es así?
–Sí, prima lo económico, tal vez porque la idea de la nación y la de soberanía no han sido muy usadas por los partidos del centroderecha o de la derecha en Argentina. Sin embargo, sí se empieza a detectar un cambio en un sentido más similar a lo que se constata en Europa cuando denuncian que los inmigrantes usan los hospitales o las universidades argentinas, tal como ocurrió cuando Bullrich mencionó, de manera errónea, la cantidad de estudiantes de países limítrofes que hay en el país. Ese es un elemento propio de la agenda de las derechas que perfilan una visión más radical sobre la democracia.
Por otro lado, en Milei aparece un elemento populista, no relacionado con el que se le atribuye despectivamente al peronismo, destinado a un reparto más justo de los recursos. Los partidos europeos de derecha radical, por ejemplo, dividen el mundo entre los malvados "de arriba" y el pueblo que sufre. Esto aparece en Milei, la idea de "la casta" que le roba a la gente dede el Estado.
–¿Ese rasgo tan pro libre mercado de la ultraderecha argentina podría marcar un límite a su expansión en clave populista? La crisis económica es muy profunda y los ajustes que se proponen son extremadamente duros…
–Milei, que probablemente no vaya a llegar a la presidencia, puede hablar de cualquier cosa, hasta del comercio de bebés o de órganos, porque no tendría que cumplir. En el caso de Bullrich, primero debería ganar y luego tomar sus decisiones, encontrarse con intereses bien organizados como los de los trabajadores y otras corporaciones. Mientras eso no llegue, sería posible mantener ese tipo de discurso como anzuelo o como elemento atractivo para ciertos sectores que piensan que sin el Estado de por medio van estar mejor. Muchos partidos de ultraderecha europeos comenzaron con discursos muy fuertes de libre mercado, pero terminaron mutando hacia una idea de Estado de bienestar chauvinista, que excluye a los inmigrantes. Es muy temprano para saber si esa tendencia se va a repetir en la Argentina.