SEGUNDO SEMESTRE | OPINIÓN

Javier Milei en Fase 2, la comunicación en Lado B

La gestión falla, el modelo cruje y la comunicación es todo, pero se muerde la cola en una estrategia de confrontación que no logra superar el modo campaña.

El presidente Javier Milei dio por concluida su primera etapa de gobierno poco después de tener su semana dorada. El cierre estuvo signado por una inflación que descendió en mayo al 4,2 mensual, la sanción del paquete Bases (primer logro legislativo) y el alivio de evitar el default con China, entre otras noticias auspiciosas.

Sin embargo, el segundo semestre arrancó con turbulencias y pronóstico reservado. Mercados inestables, inversiones demoradas y en duda, reservas en observación y tensión creciente con la vicepresidenta Victoria Villarruel y otras áreas del gabinete, por mencionar solo algunas de las luces amarillas.

Se suma una estrategia de validación externa que ya no parece tan efectiva. Por caso, la visita al expresidente brasileño Jair Bolsonaro no tuvo el efecto esperado y, peor, se empiezan a ver los daños colaterales. Para colmo se bajó Joe Biden y abrió un escenario de incertidumbre sobre el pleno apostado al triunfo de Donald Trump, que ya no está tan claro.

Con todo, la comunicación política se pone a prueba y, para quienes son proclives a separarla de la gestión, puede ser toda una revelación. En ese marco llegó el Pacto de Mayo, una pausa en la narrativa anticasta, seguramente a demanda de quienes quieren ayudar, pero dudan ante demasiada inestabilidad política. La Fase 2 parece requerir, además de sortear la turbulencia económico financiera, de cierta previsión política. La evidencia de unir lo narrativo con el devenir de la gestión es, a esta altura, insoslayable. Delicado equilibrio, porque pareciera que las necesidades del Gobierno disminuyen la potencia de la palabra “casta”. Ya se empieza a jugar en el mismo lodo.

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Donald Trump, musa inspiradora de Javier Milei

Así en campaña como durante su primer semestre de gobierno, Milei copió y pegó una estrategia de comunicación política muy utilizada por la denominada ultraderecha global, más evidente desde el triunfo de Trump en 2016: la comunicación política disruptiva, inspirada y apalancada por “las fuerzas de Bannon”, el controvertido estratega político norteamericano. También, por El mago del Kremlin, el libro de Giuliano da Empoli de lectura recomendada para entender un poco más.

Se trata de estrategias que rompen con las normas tradicionales del discurso político, nutridas por tácticas provocadoras, de confrontación y, por tanto, usina de conflicto permanente. Una línea que se gana la atención, despierta interés y consigue adhesión, monopoliza y consolida los motivos por los que fue electo pero que, a la vez, conlleva varios riesgos significativos. Entre ellos, el aumento de la desconfianza en las instituciones democráticas y la desinformación, que activa alertas por lo que puede significar el debilitamiento de la cohesión social pero también y sobre todo, dificultar la gobernabilidad efectiva.

La constante exposición a mensajes negativos predispone un ambiente de hostilidad y división que pone en riesgo la estabilidad política a mediano y largo plazos. Por eso, la pregunta que subyace todo el tiempo es si la comunicación del Gobierno puede seguir en modo campaña, contradiciendo todo manual de buenas prácticas. Es decir, establecer si aquello que sirvió para ganar es válido y eficaz para gobernar.

Fuego en las redes

Milei continuó con la versión comunicacional, casi sin variaciones, en su pasaje de candidato a presidente. Así transitó también su primera etapa de gestión y ahora parece acelerar de igual modo en la Fase 2. Insistimos: ¿puede una estrategia de comunicación de campaña continuar sin cambios en la gestión gubernamental? ¿Existe el riesgo de volverse predecible y pasar de la novedad a la repetición y el ridículo? Lo que es más grotesco aún: ¿podemos sostener análisis diferenciados para la gestión y la comunicación? Claramente, no. En tanto, el lado B de la actividad en el universo digital parece exacerbarse. No es aleatorio, es medular en la estrategia político-comunicacional.

La anunciada Fase 2 ha puesto del lado de quienes no la ven a economistas de tradición neoliberal sin fisuras como Domingo Cavallo, Roberto Cachanosky, Ricardo López Murphy, Carlos Melconian y siguen las firmas. Todos “liliputienses económicos” y “pifiadores seriales”. También se sumaron, al grito de “chorros” y “traidores”, a los renunciados miembros del consejo de asesores económicos del Presidente, Fausto Spotorno y Teddy Karagozian. ¡Afuera!.

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Teddy Karagozian, empresario textil desterrado del círculo de asesores de Javier Milei.

Teddy Karagozian, empresario textil desterrado del círculo de asesores de Javier Milei.

Fuera de carrera los voceros económicos y con la media docena de periodistas leales que empiezan a tropezar con la realidad, el protagonismo creciente es para el ejército de trolls e influencers, antes freelancers y ahora cuasi funcionarios y cada vez más famosos. Así se explica que las miradas empiecen a depositarse cada vez más en el estratega comunicacional Santiago Caputo, además del ingrso a la troupe presidencial de Yuyito González, y también en los movimientos de la secretaria general y hermana del presidente, Karina Milei. El episodio Francia la puso nuevamente de relieve. Lado B de la comunicación a full y cada vez más imprescindible para el Gobierno.

Si el Acta de Mayo parecía cartón pintado, ahora es historia, como BIlliken. Como la foto de Milei con la vicepresidenta en un Tanque Argentino Mediano tomada durante el desfile conmemorativo del 9 de julio que llegó al The Wall Street Journal. Nada parece conmover al Fondo Monetario Internacional (FMI) ni acercar el apoyo de financiamiento de los billonarios que lo aplaudieron en el retiro de Idaho.

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Javier Milei y Victoria Villarruel, en el desfile del 9 de Julio.

Javier Milei y Victoria Villarruel, en el desfile del 9 de Julio.

Cuesta abajo en su rodada, la comunicación oficial ha tratado de sumarse al triunfo de la Selección en la Copa América 2024. Milei se autopercibió el primer admirador de Lionel Messi, despidió, vía Twitter y el Gordo Dan, al macrista Julio Garro, quien hasta entonces se desempeñaba como subsecretario de Deportes; abrió conflictos con la vice, con Francia y hasta con Kylian Mbappé, rispideces que intentó cicatrizar Karina, ansiosa por presenciar los Juegos Olímpicos en Paris. “Me parece fantástico que lo hayan echado. Es un tipo que estaba arrodillándose, se lo veía como que estaba a punto de sobarle la quena a alguien” (sic), apoyó Lilia Lemoine, diputada de La Libertad Avanza. Lluvia de likes y reposteos. Las voces corales son sincrónicas.

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Pero había más. Siempre habrá más. “Les vamos a dejar el culo como un mandril”, agregó Milei en Neura. Este repertorio va de lado A a lado B de la comunicación. Oficial y blue. Mientras, el desgraciado caso de desaparición de Loan en la provincia de Corrientes lleva más de un mes liderando los temas de la agenda pública sin datos ciertos sobre qué pudo haber sucedido y quiénes son los responsables. Todo, en un manto de sospecha que parece extenderse sobre la política y las fuerzas de seguridad de la provincia.

¿Tan disruptiva como invencible?

Ninguna estrategia de comunicación política es infalible y la comunicación política disruptiva no es la excepción a la regla. Disruptiva puede ser, según la RAE, ruptura, pero también fractura.

En nuestras sociedades, la disputa por la atención es clave y, en la saturación y el bombardeo constante de información e imágenes que caracteriza al ecosistema de medios contemporáneo, generar una ruptura para atraer hacia una narrativa es un recurso exitoso, pero limitado: el uso extendido y en exceso lleva al quiebre y al síndrome del Rey Desnudo, del que ya nos advirtiera Hans Christian Andersen en su cuento El traje nuevo del emperador, en 1837.

Cuando esto ocurre, es fácil culpar a la comunicación, pero el problema es político. ¿Será útil el ejército de trolls en redes para convencer al mercado de la viabilidad y factibilidad de las medidas económicas?

Toda estrategia de comunicación política que se proponga superar a la comunicación disruptiva no debe perder de vista que el conflicto y el escándalo agotan y que, en definitiva, se puede apelar a emociones compartidas mucho más trascendentes que el odio y el egoísmo. Y, claro: la gestión importa.

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