Este domingo se desplomó un mito que marcó la historia política de Córdoba. El peronista Daniel Passerini le ganó a la oposición unida detrás de Rodrigo de Loredo. Lo intentó, por cierto, con la acción que condensa la idea del “partido cordobés” del gobernador electo, Martín Llaryora. Con la inesperada derrota del radical que las encuestas daban ganador durante toda la campaña electoral -incluso antes de ella, cuando se lo colocaba en línea de alta competitividad para la puja provincial- esta vez, el peronismo logró un triunfo sin el divorcio de la fuerza contrincante.
De Loredo encolumnó a su partido detrás, incluso a sus detractores internos. Logró el apoyo unánime de las tribus del PRO y Luis Juez puso a disposición su Frente Cívico, mientras transitaba su duelo electoral. La Coalición Cívica y el Partido Laborista de Gustavo Rossi también hicieron sus aportes a la causa. El peronismo no pudo sembrar la discordia y ganó una elección con perfume retro. Pese a la dinámica frentista que caracteriza la política argentina desde hace casi una década, un peronista paladar negro le ganó a un radical de indiscutida tradición. ¿Córdoba ya no es antiperonista como se suponía? Todo parece indicar que no y se abre la siguiente pregunta: ¿la transversalidad que ensayó Llaryora será con más peronismo? ¿Con las expresiones que Juan Schiaretti, el mandatario saliente, rechaza?
La duda sobre el supuesto antiperonismo de la capital quedó latente por cuatro años. La gestión municipal de baja aprobación del entonces presidente de la UCR, Ramón Mestre; la atomización de Juntos por el Cambio y un Schiaretti en la crema de su carrera política sentaron, por primera vez en 2019, a un peronista en el Palacio 6 de Julio. Claro que algunos dirán que el experimento con el ucedeísta Germán Kammerath y José Manuel de la Sota en 1999 cuenta como desembarco fallido. El debate excede esta nota.
Nadie duda que el efecto de arrastre sentó a Llaryora en el sillón municipal, pero en esta oportunidad, una capital remolona para cumplir con su deber cívico le dio la victoria a Passerini, un hombre que revista en las filas del delasotismo y aguardó largamente su momento político. La capital del antikirchnerismo no reparó, como lo hace en el plano nacional, en el apoyo subterráneo del ex Frente de Todos con que el que Llaryora tenía acuerdo desde su desembarco en el Palacio 6 de Julio. Por caso, la titular del PAMI, Olga Riutort.
Claro que el revigorizado precandidato a la presidencia de Hacemos por Nuestros País omitirá este detalle de una integración que asoma inevitable para la renovación que encararán la dupla de ganadores. Llaryora, como Passerini, entienden que llegó el momento de integrar al peronismo. Lo dijeron siempre, a veces más fuerte, a veces sotto voce.
Baile de dos
El peronismo militó como nunca en su historia esta elección. La marcha peronista a viva voz que entonó la militancia triunfante en el Hotel Quorum mostró ese desahogo de la consigna propia de quienes recomiendan confundirse entre un electorado que apoya al justicialismo, pero también a JxC según lo que esté en juego. La transversalidad hacia expresiones cambiemistas siempre dolieron, pero se hace lo que hay que hacer.
El bajo nivel de participación, que orilló el 60%, dos puntos abajo que el domingo 25 de junio, jugó a favor del oficialismo. El radicalismo así lo admitía: si la gente no va, el triunfo posible del oficialismo llegaría de la mano del aparato.
No falló la predicción. Se confirmó que Llaryora y Passerini aprovecharon un escenario inédito. A la militancia potente sumaron la estructura del Estado municipal y provincial que por compromiso o convicción movilizó para acortar la brecha, hasta revertirla, con un De Loredo que había prometido un batacazo. Las vacaciones de julio hicieron el resto del trabajo; la aprobación de la gestión municipal en buenos niveles invitaba a descartar la hipótesis del cambio.
Sin embargo, el miedo en el oficialismo se sintió. Las razones se encuentran en las características del contrincante. Para que el duelo fuera clásico, para que recordara a aquellas disputas históricas del bipartidismo del regreso de la democracia, se necesitaba un rival del mismo calibre.
De Loredo logró el apoyo de la aceitada maquinaria radical, aunque con menos fervor hacia el líder emergente que el obtenido por Mestre en 2011, cuando recuperó la Municipalidad para la fuerza centenaria. Ahora bien, el espaldarazo encerraba un reconocimiento del mérito.
Otra vez: De Loredo enfrentaba a un peronista de pura cepa a diferencia de Mestre que les ganó a Alejandra Vigo y Héctor Campana; y a Esteban Dómina, por el juecismo. El diputado de Evolución se enfrentó a "dos gobernadores" y a un buen candidato que tenía como desventaja preocupante un alto nivel de desconocimiento.
https://publish.twitter.com/oembed?url=https%3A%2F%2Ftwitter.com%2FLetra_P%2Fstatus%2F1683287969505918977&partner=&hide_thread=false
Si este domingo completaba la hazaña que le prometían las encuestas, De Loredo hubiera zanjado la discusión del liderazgo al interior de su partido y de la alianza, y le hubiera entregado un triunfo épico a su partido. Peleaba contra gigantes que podían caer ante un probable regreso del bipartidismo en versión frentista.
Desconcierto
No pudo ser. La capital era necesaria para consolidar el recambio generacional que peronistas y radicales transitaban. La primera fuerza lo selló con un triunfo; la segunda regresará a una discusión circular, porque las figuras que iban a jubilarse serán necesarias para lo que viene. Seguramente surgirán las voces que querrán poner condiciones dentro de una coalición que estrenó unidad, recién, para este turno electoral.
El radicalismo empezará esta noche su proceso. La mira esta puesta en la convivencia en la Legislatura provincial, que quedó divida en partes iguales, y en el objetivo del peronismo que intentará hacer lo que mejor le sale: dividir, aunque en esta oportunidad superó la fase. Además, la elección provincial dejó paradas a figuras fuertes de la UCR en el interior provincial que tendrán su juego. Muchas de ellas alzaron su voz contra la histórica decisión de no tener candidato albirrojo para competir contra Llaryora.
Otra vez, el perfume retro. La fortaleza de los hijos de Alem vendrá del interior.
Otro capítulo para revisar. Luis Juez cayó, pero sigue de pie. La derrota del dirigente que el senador quería para la fórmula provincial equilibra las cargas en la sociedad política que nació con las PASO legislativas de 2021. ¿Será otra vez el tercero en discordia de las fuerzas dominantes? El domingo dejó entrever que sí.