Lo sorpresivo del resultado ha desatado un sinfín de análisis sobre lo que se conoce actualmente como "el fenómeno Milei". Se han dado diferentes interpretaciones: fue por el llamado voto “bronca”, representa un nuevo sujeto político constituido por los trabajadores independientes y los emprendedores cuentapropistas de los sectores más humildes de la población, es la rama local de la derecha internacional (Donald Trump, Jair Bolsonaro, Giorgia Meloni, etc.), reemplaza parte de los partidos o espacios principales Frente de Todos (hoy Unión por la Patria) y Juntos por el Cambio por sus fracasos recientes, es un neo menemismo o el resurgimiento de las ideas liberales, etc. Y todas ellas explican, seguramente, una parte del fenómeno Milei.
Leyendo Nudge, el best seller de Richard Thaler (Nobel de Economía en 2017) y Cass Sunstein, me encontré con la descripción de un fenómeno social que puede servirnos de ayuda: la ignorancia pluralista, nombre que le asignan a la situación en la que todos o la mayoría desconoce lo que otra gente piensa sobre algún asunto y siguen una práctica o una tradición, no porque les guste o les parezca defendible (eventualmente, todo lo contrario), sino porque creen que a la mayoría de la gente le gusta.
Dan el ejemplo del comunismo o los países del bloque soviético. Y explican que muchos cambios dramáticos de largas prácticas establecidas se producen cuando de pronto alguien torna manifiesto un fenómeno que muchos reconocen y comparten, pero creían que no era reconocido ni compartidos por los demás o por muchos de los demás. Los autores usan el ejemplo del cuento de Hans Christian Andersen, “El Emperador está desnudo”. Si un niño dice a viva voz que el emperador está desnudo, la gente en una multitud que también lo ha visto, pero ha callado, puede sentirse autorizada a decirlo también, incluso a gritarlo.
En este sentido, es indudable que Milei puso en palabras y lenguaje corporal que hay una casta que nos está robando desde hace años, décadas. No se refiere a la corrupción, largamente denunciada por la oposición formal al kirchnerismo, que se caracteriza por la violación a la ley, sino que denuncia que, tanto el oficialismo como la oposición forman parte de esa casta que nos roba, incluso cuando obra conforme a la ley. Nos roba mediante los impuestos, la emisión monetaria, las regulaciones y prohibiciones y, por supuesto, también cuando comete delitos.
La gente se siente robada. El dinero no le alcanza, los ahorros se le desvanecen por la inflación y no la dejan comprar dólares para protegerse de ella, no puede acceder a la educación para sus hijos, al cuidado de su salud, a un trabajo digno, ni a la protección de su vejez.
Para todos esos fines, hace décadas que le han propuesto el Estado de Bienestar (introducido por el peronismo en los años cuarenta), pero no solamente cumple mal sus funciones, sino que, además, impide a la parte sana y productiva del país que funcione bien al imponerle “cepo”, retenciones, impuestos, regulaciones y prohibiciones de todo tipo.
Milei quiere vestir al Emperador (desnudo) con la dolarización a pesar de que critica a todos los bancos centrales, incluida la Reserva Federal que emite los dólares que quiere hacer circular en el país como única y exclusiva moneda Milei quiere vestir al Emperador (desnudo) con la dolarización a pesar de que critica a todos los bancos centrales, incluida la Reserva Federal que emite los dólares que quiere hacer circular en el país como única y exclusiva moneda
Al grito de “el Emperador está desnudo”, todo el mundo de pronto lo ve como vino al mundo y le pierde totalmente el respeto. El quebranto del Estado es el sinónimo moderno de su desnudez. El default, la inflación, el desempleo, la decadencia, los planes sociales y sus intermediarios son manifestaciones de lo que ahora todos saben que los demás saben y por eso se animan a decirlo.
Pero ahora viene la segunda parte, Milei quiere vestir al Emperador con la dolarización a pesar de que critica a todos los bancos centrales, incluida la Reserva Federal que emite los dólares que quiere hacer circular en el país como única y exclusiva moneda.
¿Es razonable y conveniente su propuesta? Creo que no, que, en la situación actual podría traer más problemas que soluciones y agotar rápidamente su crédito social y político que tan vertiginosamente adquirió, pero que es frágil y escurridizo, por esa misma razón.
Una dolarización implica el reemplazo de toda la base monetaria del país, estimable en unos diez mil millones de dólares y los depósitos bancarios, estimados en unos treinta mil millones de dólares. Ello implica tener que conseguir esa suma en un lapso relativamente breve de tiempo que, aunque no sea instantáneo, debe estimarse en meses y no en años. Por más bienes que pusiéramos en garantía, ello requeriría de préstamos internacionales de enorme dimensión para un país que carece de crédito.
Incluso si hubiera prestamistas dispuestos, revisarían la legalidad de la dolarización y se encontrarían con que no sólo no está prevista en la Constitución, sino que ésta manda al Congreso establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda, hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras, y proveer lo conducente […] a la defensa del valor de la moneda.
De ello deducirían fácilmente que, aunque haya quienes sostengan que se trata de facultades (corresponde al Congreso, dice textualmente) y no de obligaciones, es evidente que el Congreso tiene esas facultades y que, en cualquier momento posterior a la dolarización, en caso de concretarse, podría emitir moneda nacional. Así como que ningún contrato ni ley podrían evitar ni limitar dichas facultades.
Otro interrogante es su impacto en el sistema financiero, ya que según cómo se haga y las expectativas que tengan los depositantes pueden causar una crisis bancaria, peligro nada desdeñable. Otro interrogante es su impacto en el sistema financiero, ya que según cómo se haga y las expectativas que tengan los depositantes pueden causar una crisis bancaria, peligro nada desdeñable.
Pero, además, implica también que el Estado (la casta ahora en el imaginario colectivo), decida a qué valor se cambiarán los pesos por dólares. No sólo los que llevamos en la cartera, el bolsillo o tenemos en el banco, sino también las obligaciones en pesos: salarios, jubilaciones, honorarios, alquileres, depósitos bancarios, cuotas de medicina prepaga, saldos pendientes de pago por la compra de motos, automotores, inmuebles, etc. se convertirán a dólares. Y también si se aplicará un mismo tipo de cambio para toda clase de obligaciones dinerarias o si, como en la pesificación asimétrica, se usarán distintos tipos de cambio para los depósito y préstamos, servicios públicos, contratos públicos y privados, etc.
Otro interrogante es su impacto en el sistema financiero, ya que según cómo se haga y las expectativas que tengan los depositantes pueden causar una crisis bancaria, peligro nada desdeñable.
En cuanto a su incidencia económica, mucho depende del tipo de cambio de conversión, pero debe tenerse en cuenta que, a diferencia del establecimiento de la Convertibilidad en 1991, ahora hay una importante proporción de activos financieros en pesos y, por lo tanto, la dolarización podría no causar una expansión monetaria como la ocurrida entonces y, por lo tanto, el efecto contractivo del ajuste fiscal imprescindible para la dolarización no sería compensado con una política monetaria expansiva, pudiendo producirse una profunda recesión.
Hay también incertidumbres por el lado político, ya que cuando todos estos temas estén en debate y un gobierno en franca minoría en ambas cámaras intente la dolarización, podría producirse un escenario de grave crisis institucional cuyo desenlace no es fácilmente predecible.
Por eso, aunque Thaler y Sunstein nos explican que si la gente equivocadamente piensa que la mayoría está comprometida a una norma o contexto social largamente acatada, en nuestro ejemplo el kirchnerismo, un empujón (nudge) que corrige ese error puede inaugurar cambios en gran escala, no nos dicen qué cambios ocurrirán.