Celebro la propuesta de Letra P expresada en el artículo editorial de Marcelo Falak y agradezco la invitación a participar en el debate y la apelación allí propuesta.
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Celebro la propuesta de Letra P expresada en el artículo editorial de Marcelo Falak y agradezco la invitación a participar en el debate y la apelación allí propuesta.
No tengo dudas acerca de que el discurso, los modos y muchas de las propuestas de Javier Milei son antidemocráticas y también alejadas de la tradición liberal. Tampoco descarto la probabilidad de que sea presidente, lo que sería una verdadera desgracia ya que demoraría una vez más las posibilidades de progreso y desarrollo de nuestro país.
Agrego el tema del carácter personal, que es algo que las sociedades democráticas deberían tener en cuenta al momento de elegir a sus líderes: la exasperación violenta, el desequilibrio emocional, la descalificación de las personas y políticas opuestas a su pensar con denostaciones irreproducibles, son inadmisibles y solo eso lo debería alejar de la posibilidad de ser presidente. Me alarma, más que las ideas disparatadas e irrealizables, el hecho de que un candidato de estas características y estas ideas haya sacado tantos votos en las PASO.
Estudios del resultado electoral por lugar de votación demuestran claramente que hay una fuerte presencia del voto a Milei en los sectores sociales representados históricamente por el peronismo.
Descreo de que haya habido un repentino vuelco masivo a las ideas promercado al estilo de la Escuela de Chicago y que el factor predominante sea la bronca. Tiendo a pensar que es un voto esperanzado y que, por primera vez en décadas, la idea de esperanza habita fuera de las fuerzas y coaliciones que nos hemos venido alternando en el gobierno en los últimos años.
Creo, sí, que el rotundo fracaso del desempeño argentino en décadas, medido en términos de pobreza, falta de crecimiento económico, inflación, inseguridad, deterioro de la educación pública, está haciendo pensar a muchos que hay que darle una oportunidad a lo nuevo frente al fracaso de lo viejo.
Luego de mucha reflexión, no comparto el sentimiento de alarma en términos de amenaza al sistema democrático y a la convivencia plural. Estimo que la fuerza parlamentaria de amplios sectores políticos de probada convicción democrática, aun con grandes diferencias en sus programas de gobierno, y la capacidad y compromiso de la Corte Suprema de Justicia de la Nación de ser una garante última de las libertades y garantías de los argentinos son un freno poderoso a los eventuales desbordes y prácticas autoritarias.
Sería oportuno, en este sentido, que el presidente de la Nación -haciendo un esfuerzo legítimo para evitar riesgos- enviara las propuestas para cubrir los cargos vacantes desde hace años en la Corte y en la Fiscalía General de la Nación, con personas intachables alejadas de los compromisos partidarios, de solvencia e integridad comprobadas que puedan obtener las mayorías parlamentarias necesarias para su aprobación.
Luego de afirmar que en ninguna instancia votaría por Milei, me abstengo de pronunciarme sobre el hipotético caso de un ballotage entre este y Sergio Massa ya que estoy en plena campaña para que Juntos por el Cambio, con su candidata Patricia Bullrich, sea la más votada en primera vuelta y gane la elección.
Agrego otro tema no suficientemente tratado en el editorial que da origen a esta serie de columnas. Es el de la crítica y sensibilidad cada vez mayor de amplios sectores populares en relación a los vicios de la política y los gobernantes: privilegios, corrupción, mal gobierno, están en carne viva en la sociedad y explican mucho del voto a Milei.
No creo que haya dique que contenga la fuerza de las demandas de cambios profundos en la práctica política, si no hay cambios en materia de austeridad, honestidad, ejemplaridad de los líderes, eliminación de privilegios de los políticos en general y los gobiernos en todos sus niveles.
Estamos, sí, ante una amenaza a la democracia que la buena política debe tomar como una oportunidad para impulsar cambios en las actitudes, con un comportamiento virtuoso que haga posible una discusión a fondo acerca de la agenda y los mejores caminos para sacar a millones de compatriotas de la pobreza y la desesperanza.
Sólo la buena política hará que las fuerzas democráticas y progresistas vuelvan a ser una alternativa y recuperar la esperanza. Ese es nuestro lugar y es desde donde, estoy convencido, se podrá sacar a la Argentina adelante.