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El año (de Javier Milei) en que fingimos demencia: disonancia cognitiva en el electorado argentino

En un ciclo pendular, la sociedad apuesta a cambios radicales movilizada por la frustración y el desencanto. El desafío de redefinir la relación con la política.

La disonancia cognitiva, ese malestar psicológico que surge al sostener ideas, creencias o actitudes contradictorias, es una de las claves más útiles para entender el comportamiento electoral, no solo en la Argentina de Javier Milei, sino a nivel global.

En un contexto de crisis e incertidumbre, los votantes parecen oscilar entre extremos ideológicos y promesas disruptivas, justificando decisiones que, desde una perspectiva racional, podrían parecer contradictorias o incluso autodestructivas.

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Javier Milei y Donald Trump.

Javier Milei y Donald Trump.

Este fenómeno no es exclusivo de Argentina. En Estados Unidos, por ejemplo, los seguidores de Donald Trump enfrentaron contradicciones flagrantes entre sus valores conservadores y el comportamiento personal del líder. En Europa, el ascenso de figuras como Giorgia Meloni muestra cómo las disonancias entre discursos nacionalistas y realidades globales complejas son aceptadas en nombre de una promesa de cambio.

En Argentina, la situación toma formas particulares debido a la historia política, económica y cultural del país. Aquí, el voto castigo, la polarización y las promesas disruptivas no son excepciones, sino reglas que configuran un péndulo electoral tan constante como desgastante.

El péndulo de Argentina

La política argentina ha sido, históricamente, un terreno fértil para la disonancia cognitiva. Desde el peronismo clásico hasta los experimentos neoliberales de los 90, los ciudadanos han vivido ciclos de fe ciega, desilusión y rechazo. Este vaivén no es solo el resultado de las crisis económicas, sino de un tejido social que favorece narrativas salvadoras en contextos de desesperación.

El voto castigo es, quizás, la expresión más clara de este fenómeno. Frente a la decepción con las gestiones anteriores, los ciudadanos optan por alternativas que prometen un cambio radical, aun cuando esas opciones representen riesgos evidentes.

El voto castigo ha sido una herramienta recurrente en la política argentina. Desde las elecciones de medio término de 2017, donde el descontento con el oficialismo fue palpable, hasta las presidenciales de 2019, donde la crisis económica llevó a muchos a elegir al kirchnerismo pese a reservas ideológicas, este tipo de voto ha sido una constante.

Las elecciones de 2023, con la victoria de Milei, son un ejemplo contundente de esta lógica. Su discurso disruptivo, sus promesas de liberalización extrema y su estilo confrontativo capturaron la atención de un electorado cansado, pero también dispuesto a ignorar las contradicciones evidentes en sus propuestas.

Aquí aparece lo que podría llamarse "saturación de disonancia". Los votantes no solo enfrentan contradicciones en los discursos políticos, sino que estas se acumulan en múltiples niveles: económico, social y cultural. En este contexto, las decisiones se justifican emocionalmente, priorizando la necesidad de cambio sobre la lógica de sostenibilidad a largo plazo.

Elijo creer: el peso de la economía en el electorado de Argentina

En Argentina, la economía es el eje alrededor del cual giran las mayores disonancias cognitivas del electorado. Las crisis recurrentes han generado un fenómeno particular: la esperanza cíclica en promesas económicas que, en muchos casos, ya han demostrado ser insostenibles. Desde la famosa tablita de Martínez de Hoz en los años 70, que buscaba controlar la inflación a través de un tipo de cambio fijo, pasando por la convertibilidad de los 90 hasta las recientes propuestas de dolarización, los votantes parecen dispuestos a creer, una y otra vez, en soluciones mágicas que ofrecen alivio inmediato, aunque impliquen riesgos profundos.

El plan económico de Javier Milei sigue esta tradición. La dolarización, la eliminación del Banco Central y la liberalización extrema de mercados fueron propuestas que, si bien enfrentaron y enfrentan serios cuestionamientos sobre su viabilidad y sus posibles consecuencias, en el imaginario colectivo, estas medidas representan una ruptura necesaria con un sistema que, para muchos, ha fallado sistemáticamente.

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Javier Milei, en campaña: la dolarización como zanahoria.

Javier Milei, en campaña: la dolarización como zanahoria.

En este sentido, la disonancia cognitiva actúa como un mecanismo de supervivencia. Al enfrentar una realidad económica devastadora, los votantes eligen creer en una narrativa que promete salvación, incluso si los costos asociados parecen altos o inciertos.

Si bien la disonancia cognitiva es un fenómeno global, en Argentina adquiere una intensidad particular. La saturación informativa, la polarización y el escepticismo hacia las instituciones generan un escenario único donde las decisiones electorales se construyen tanto desde la frustración como desde la esperanza.

En otros países, como Estados Unidos o Brasil, la disonancia puede ser más evidente en sectores específicos del electorado. En Argentina, parece ser un rasgo transversal que atraviesa clases sociales, regiones y generaciones. La combinación de ciclos económicos recurrentes, desconfianza histórica en la política y una narrativa cultural que prioriza el "ahora" sobre el "después" refuerza esta tendencia.

El despertar: ¿cuándo se rompe el ciclo?

La disonancia cognitiva tiene un límite. Cuando la realidad se vuelve insostenible, los votantes enfrentan lo que podría llamarse un "despertar abrupto". Esto ocurrió en 2001, cuando la crisis económica y política desencadenó un colapso masivo de confianza en las instituciones. En ese momento, las disonancias acumuladas se transformaron en rechazo abierto al sistema político en su conjunto.

Hoy, el gobierno de Milei podría enfrentar un escenario similar si no lograra cumplir las expectativas generadas. Los factores que podrían precipitar este despertar incluyen:

- Fracaso económico: si las políticas propuestas no lograsen estabilizar la economía, el descontento podría escalar rápidamente.

- Desgaste del discurso disruptivo: un estilo confrontativo puede ser efectivo a corto plazo, pero difícilmente sostenible en el tiempo sin resultados concretos.

- Emergencia de liderazgos alternativos: figuras con propuestas claras y realistas podrían canalizar el desencanto, como ocurrió en elecciones pasadas con líderes emergentes.

- Crisis social o institucional desencadenada por la polarización o conflictos internos dentro del gobierno.

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Toto Caputo, el mejor ministro de la historia según Javier Milei, disfruta de la primavera financiera. ¿Cuánto dura?

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Hoy todo parece sonreírle al Gobierno en materia de indicadores financieros, con mercados que muestran optimismo y un aparente alivio en las tensiones económicas. Sin embargo, los "cisnes negros" —concepto inspirado en el hallazgo de cisnes negros en Australia que rompió con la creencia de que solo existían blancos— y las cartas salvajes se han convertido en constantes en las sociedades contemporáneas, desafiando cualquier previsión con eventos imprevistos que transforman el panorama en cuestión de días.

Más allá del desencanto: hacia una política de la reconciliación

El desafío para la política argentina no es solo superar las disonancias cognitivas, sino construir una narrativa capaz de reconciliar al electorado con sus instituciones. Esto requiere liderazgos que puedan articular una visión a largo plazo, sin promesas mágicas ni discursos simplistas.

La construcción de confianza pasa por la transparencia, la coherencia y una comunicación política que priorice la empatía sobre el espectáculo. Además, es fundamental fomentar una ciudadanía activa, que participe más allá del acto de votar y que demande, de manera consistente, rendición de cuentas y resultados tangibles.

En este sentido, 2025 no solo será un año de desafíos para el gobierno de Javier Milei, sino una oportunidad para que Argentina redefina su relación con la política, dejando atrás el ciclo de disonancias y enfrentando, con madurez, las contradicciones que han moldeado su historia reciente.

Hugo Chávez, Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva, protagonistas de la ola rosa de principios de siglo.
Javier Milei con Cristina Fernández de Kirchner. 

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