Es sabido que la situación financiera y económica de la Argentina es más que delicada y que, si alguna misión debe darse Sergio Massa en el corto plazo, es alejar al país un par de pasos del precipicio. A eso apuntaron su última medida antes de viajar a Estados Unidos –la aplicación del "dólar soja"– y el primer anuncio relevante de su gira: el restablecimiento de relaciones con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Semanas atrás, el titular del BID, el trumpista Mauricio Claver-Carone –una herencia que le quedó a Joe Biden que nadie sabe cuánto aprecia y cuánto detesta–, había dicho que los créditos a la Argentina estaban bloqueados. Este martes, no solo los destrabó, sino que se deshizo en elogios hacia el nuevo rumbo de la economía nacional, lo que, explicó, justifica su giro.
Esa ponderación podría ser el preludio de un clima en el Fondo Monetario Internacional mejor que el esperado hasta hace no mucho, porque es muy difícil que el BID opine de modo diferente y porque el cortador de bacalao es el mismo en ambos organismos. Nadie –bueno, casi nadie– ama al FMI, pero hay que entender que la Argentina tiene atada su suerte a lo que digan sus jerarcas y burócratas, por lo cual el dato no es menor.
Es interesante notar qué es lo que cambió en Claver. Para empezar, el rencor del cubano-estadounidense, que se impuso en tiempos de Trump en una votación para la que la Argentina –que presentía una amenaza– había postulado a Gustavo Beliz. La silla principal del BID había sido reservada tradicionalmente a una persona proveniente de América Latina y el expresidente republicano rompió con esa costumbre al imponer a Claver.
Otra cosa que cambió es la mano que, se supone, tiene la llave de las principales puertas políticas estadounidenses: hasta hace poco, Beliz; desde su salto del Congreso al Palacio de Hacienda, Massa. No por nada el ministro ha programado un viaje de casi una semana –volverá el lunes 12–, lo que supone casi un traslado temporal de su oficina como jefe de Economía.
Tras cortejar al Departamento de Estado, donde dio detalles del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, este martes por la noche hubo cena con el principal asesor de Biden, Juan Sebastián González. Este miércoles, la agenda marcaba citas en el Banco Mundial, la Corporación Financiera Internacional (CFI), la Casa Blanca y ceos de grandes compañías.
El BID es una de las principales fuentes de financiamiento en dólares para un país que, con su riesgo soberano de más de 2.300 puntos básicos, tiene vedado el mercado voluntario de deuda. En concreto, anunció préstamos por 3.000 millones de dólares para este año y de casi 2.000 más para el que viene. De la primera cifra, 1.200 millones se integrarán directamente a las reservas del Banco Central antes de fin de año, según se anunció, pero todos los dólares que presta la entidad, por más que se destinen a obras de infraestructura, pasan por ese filtro y son los pesos que le entrega a cambio al Tesoro lo que se convierte en cemento, salarios y nueva infraestructura. En síntesis: el aporte para las exhaustas reservas internacionales del país no se limita a los mencionados 1.200 millones.
Lluvia de sojadólares
El "dólar soja", mientras tanto, también cumple con su función de reforzar las reservas. El sector liquidó este martes 330 millones millones de dólares, un récord en cinco años. Los mil millones pactados para esta semana son ya una certeza, así como los 5.000 millones esperados para toda la ventana del mes.
La diferencia entre el tipo de cambio oficial y el de 200 pesos que se le reconocerán a los exportadores este mes equivale prácticamente a la anulación de las retenciones, al menos en cuanto a lo que les queda en mano a los dueños de los porotos. La recaudación, sin embargo, permanece y se amplía, lo que le permite a quien gusta presentarse como el Señor de los Alivios reforzar la ayuda alimentaria a dos millones de argentinos que pelear contra la indigencia. Esto es bien visto por el cristinismo y hasta le permitió al Frente de Todos evitar la pérdida de tres bancas en la Cámara de Diputados, lo que habría dejado al oficialismo a la zaga de Juntos por el Cambio.
Fuente: Infodolar.
Sin embargo, no todo es ganancia. El Tesoro deberá endeudarse con el Central para cubrir la diferencia entre los tipos de cambio y el esquema genera un sinfín de demandas sectoriales, entre las que ya se cuentan el pedido de un "dólar malbec" y un “dólar limón". En el fondo, mientras proliferan los tipos de cambio diferenciados, muchos sectores quieren una devaluación en toda la regla.
También la quiere el complejo sojero, que prueba con este esquema su continua prédica: si el tipo de cambio es el correcto, no hay motivos para la retención masiva de porotos en silobolsas, por lo cual esa actitud es solamente un reflejo económico defensivo y de ninguna manera una conspiración política… minorías aparte, claro… Dicho eso, ¿cómo se podría volver al viejo esquema en la temporada alta que comenzará en abril? El futuro cambiario es un gran signo de interrogación.
El mayor problema con una devaluación es la inflación y el sufrimiento de los sectores más humildes, cuyos ingresos irán definitivamente detrás de los precios, en especial los de los alimentos. No sorprende que el viceministro Gabriel Rubistein haya propuesto, poco antes de llegar a la función pública, una depreciación del 50% del tipo de cambio oficial y que, conocido eso, haya desmentido tal intención. Al menos hasta el jueves pasado, como "aclaró". Con más reservas en el Central, en teoría, habría en las próximas semanas poder de fuego como para ponerle techo a una eventual devaluación y no convertir una decisión de ese tipo en el gatillo de una hiperinflación. La política, sin embargo, limita: como dijo Letra P, evitar ese extremo es el hilo que mantiene el frágil apoyo del cristinismo al ministro Massa.
¿Qué primará? Por ahora, el mercado no parece ver un cambio de reglas inminente.