LA PLATA (Corresponsalía Buenos Aires) Son raros los días en que Sergio Massa y Axel Kicillof no hablan por teléfono, cruzan un mensaje o se encuentran presencialmente, en reuniones a solas, sin asesores ni testigos. Desde que el tigrense desembarcó en el Ministerio de Economía, Kicillof -que ocupó ese sillón entre 2013 y 2015- es su principal interlocutor de las filas del kirchnerismo. No los une el amor, sino el espanto, diría Jorge Luis Borges; el espanto al abismo de la crisis económica y un mandato: “No devaluarás”.
A pesar de las profundas diferencias de visión macroeconómica que los separan, Massa y Kicillof mantienen un diálogo con tensiones subterráneas que cada tanto asoma, pero cotidiano y fluido al fin, a diferencia de lo que ocurría entre Kicillof y Martín Guzmán, que cortaron comunicación en el verano pasado, bastante antes del portazo del 2 de julio.
No devaluar (al menos por ahora) es el primero y principal de los objetivos compartidos que amalgaman el vínculo entre Massa y Kicillof. Engrosar las reservas, cuidar los dólares y cuidar los precios sin enfriar la demanda ni el consumo son los restantes puntos del recetario al que se aferran hoy los socios del Frente de Todos. El camino conjunto con ese norte permite, por ahora, barrer las diferencias bajo la alfombra. Este lunes, el gobernador salió a bancar el dólar soja del ministro.
La naturaleza de las conversaciones entre ambos difiere según quien las relata. Para algunos, el gobernador bonaerense es el que da el “aval” de Cristina Fernández a las medidas que va tomando Massa. Según otros, es quien lo aconseja y con quien el ministro recorre la dinámica diaria de la gestión. Otros lo ubican a Kicillof como quien lleva a CFK la información “traducida” de lo que va pasando en el Ministerio de Economía.
Lo cierto es que, vía Kicillof -su principal interlocutor en temas económicos-, la vicepresidenta por ahora avala los movimientos que Massa viene dando en las últimas semanas, un giro ortodoxo de recorte del gasto y ajuste fiscal en la previa del viaje a Washington que inicia este lunes por el que desde el kirchnerismo hubieran crucificado a Guzmán.
“Sergio no necesita hablar de las cuestiones generales de su plan económico con Axel, porque ese diálogo lo tiene con Cristina directamente”, se desmarcan en el entorno político de Kicillof. Pero, en los hechos, en ese diálogo cotidiano, el gobernador es quien aporta su mirada técnica sobre medidas, anuncios y el avance de la gestión del hincha de Tigre. Y es quien, luego, traslada a la vicepresidenta su mirada. CFK “descansa” en Kicillof, marca los límites de las posibilidades que impone la coyuntura. “Axel es el que le dice a Cristina ‘esto está bien’, ‘esto está mal’ y también ‘esto es lo que se puede’”, describen en el entorno del gobernador.
Como lo dejó claro en los últimos días Andrés Larroque, en el kirchnerismo la decisión es -al menos por ahora- dar respaldo político más o menos explícito a la gestión de Massa. En público, el secretario general de La Cámpora resaltó: “Después de tres años, hoy tenemos ministro de Economía”. En privado, Kicillof repite el mismo argumento.
Kicillof tiene exactamente esa misma visión. Más allá de las diferencias con Massa, cree que la estabilización de las variables económicas del último mes, después del abismo político que se abrió en medio de la corrida cambiaria a Batakis, tienen que ver directamente con el ascenso de una figura que controla la botonera de la economía argentina en su conjunto.
“La voz de mando en economía ordena la macro y ordena las variables. Sin eso, es muy difícil avanzar”, repite el mandatario. De hecho, Kicillof fue el primero en “bendecir” en nombre del kirchnerismo los lineamientos del programa económico con que Massa llegó a Economía, días antes de su asunción formal, cuando ambos mantuvieron varias reuniones informadas por voceros de ambos sectores.
Hoy, el diálogo es cotidiano y sin intermediarios. Según cuentan los que están cerca de ambos, es Massa el que llama a Kicillof para mantener charlas telefónicas o bien en la sede de Economía o en las oficinas del edificio de Avenida Libertador, sede del massismo.
El costo del ajuste
Si la premisa a la que se aferran en el Frente de Todos es “no devaluarás”, el costo que se debe aceptar es el de respaldar más o menos explícitamente el giro ortodoxo que está imponiendo Massa a la economía argentina, incluido un paquete del recorte del gasto que, reconocen cerca de Kicillof, inevitablemente terminará impactando en Buenos Aires.
En La Plata repiten los argumentos que salen extraoficialmente a través de voceros del massismo: el recorte es, en realidad, una suerte de reasignación de partidas para áreas con subejecución presupuestaria.
Pero, lo cierto es que va a tener efecto en la marcha real del gasto tanto en la nación como, finalmente, en las provincias. “Sabemos que en un punto esta misma lógica se puede trasladar a los distritos”, reconocen.
Las tensiones asoman por debajo de esa cuestión espinosa. Como sus colegas gobernadores de la Liga de las Provincias, Kicillof necesita que Massa garantice el flujo constante de fondos para obras y programas especiales, como el MESA, de refuerzo alimentario para el conurbano.
El apoyo silencioso que viene dando Kicillof a la gestión de Massa en esta “hora del ajuste” esconde, finalmente, un conflicto en latencia, cuando las necesidades electorales abran otro escenario y Kicillof, como sus colegas, reclame medidas de shock redistributivo con impacto real en sus votantes.