Se sabe ahora que Sabag Montiel no fue un lobo solitario. Estuvo asistido por su novia, Brenda Uliarte y, con el correr de los días, en el expediente quedó demostrado que los imputados habían hecho tareas de inteligencia previa en la zona de Juncal y Uruguay, donde vive Cristina. Ahora, la jueza federal María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo investigan a una banda, que lleva el simpático nombre de "los copitos de nieve”, pero cuya existencia tiene detrás una trama que incluye el accionar de grupos radicalizados que contarían con apoyo logístico y financiero y un nivel de organización que al kirchnerismo le huele a servicios de inteligencia con terminaciones políticas opositoras.
Dueña de la centralidad política, Cristina procesa todo en la más absoluta intimidad. El combo es preocupante no solo para ella y el peronismo, sino para la convivencia democrática de la Argentina, donde en estos últimos días parte de la dirigencia empezó a preguntarse si el país entró en una etapa de "latinoamericanización" en términos de violencia política. En el peronismo temen por el tono que podría tener la campaña 2023, con el antecedente del atentado fallido contra la vicepresidenta. Varios funcionarios del gabinete nacional hablaron sobre el tema en los últimos días. Recordaron que Gustavo Petro, en Colombia, y Lula Da Silva, en Brasil, tuvieron que calzarse el chaleco antibalas.
Por ahora, la vicepresidenta decidió no hablar y no dejó trascender cuándo lo hará. Si el cristinismo siempre fue hermético en sus movimientos, después del intento de homicidio esa característica se profundizó aun más. La exmandataria no volvió a Recoleta. El fin de semana se refugió en un campo en la provincia de Buenos Aires. Se vio con sus dirigentes de mayor confianza, un círculo acotado integrado por su hijo, Máximo Kirchner; el ministro Eduardo de Pedro, el gobernador Axel Kicillof, el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque; el senador Oscar Parrilli y la senadora Juliana di Tullio; el viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, y pocas personas más.
Cristina estuvo casi todos los días de esta semana en su despacho del Senado, donde el lunes recibió a Kicillof junto al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich; el santiagueño Gerardo Zamora y el vicegobernador de Catamarca, Rubén Dusso, que fueron a llevarle su solidaridad tras la reunión de la liga de las provincias. También estuvo con el jefe del interbloque de senadores del Frente de Todos, José Mayans.
Quienes la visitan aseguran que está “tranquila”, pero también shockeada por el episodio y especulan con que está esperando que la investigación judicial avance lo suficiente y haya más información sobre la banda que planificó el atentado antes de hacer declaraciones. Remarcan que quiere ser “muy prudente” con sus dichos.
La vicepresidenta se mueve ahora en dos planos. El primero está marcado por el intento de homicidio y la necesidad de abrir el diálogo político. El segundo es la agenda de gestión de gobierno, que no descuidó a pesar del shock. Por eso, Cristina se mantuvo en línea con Massa, que este lunes se reunirá con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington, y celebró el acuerdo con el BID y el fortalecimiento de las reservas a través del éxito del dólar soja.
Las dos cuestiones tienen algún punto de contacto. En el oficialismo circularon encuestas con resultados que encendieron alarmas. Un estudio de la consultora Trespuntozero mostró que más de la mitad de las personas encuestadas cree que el intento de homicidio había sido inventado y utilizado por la vicepresidenta para victimizarse. Otros sondeos fueron en una dirección similar. Se consolidó lo propio, mientras que el resto se dividió entre indiferencia y rechazo.
Un dirigente que milita en el cristinismo y mira de cerca lo que pasa en la economía explicó que en el espacio coexisten el temor real por la escalada de violencia y el accionar de los grupos radicalizados con la preocupación “por cómo lo recibió la sociedad”. La fuente ensayó una explicación: “Hay un sector de la sociedad que no se termina de conmover porque el contexto económico no acompaña. La democracia, como valor abstracto, no logra colmar cuando la gente la está pasando mal”.
Por eso, la vicepresidenta sigue atenta a la marcha de la economía y fue quien intercedió entre Juan Grabois y Massa para que el ministro concretara su promesa de soltar un bono para la indigencia que se financiará con parte de lo recaudado por el dólar soja. La medida evitó que el Frente Patria Grande abandonara el bloque del FdT en Diputados. El acuerdo estaba cerrado antes de que Cristina fuera víctima de ataque y Grabois anunciara que su espacio suspendía la ruptura por la tensión que había generado el intento de magnicidio, la razón que se impuso después. En el cristinismo entienden que la vicepresidenta acompaña a Massa, pero que no abandonará su poder de presión para conseguir que el ministro de Economía aplique una medida redistributiva o avance sobre los poderes concentrados.
Grabois también habló con Cristina esta semana. El líder de la CTEP, que ostenta terminales eclesiásticas aceitadas, fue uno de los armadores de la misa de Luján que se celebró este sábado, a donde no asistió ningún representante de la oposición. La vicepresidenta fue quien impulsó a sus dirigentes de confianza, como Larroque y De Pedro, a proponerle un diálogo a la oposición. Al menos, al sector más moderado.
Por historia, tradición democrática y origen popular común, el peronismo busca que la UCR se convierta en una aliada en tiempos en los que cree que la democracia está en juego. Quiere normalizar la convivencia política. En ese contexto, cerca de Cristina hubo quienes marcaron críticas a la cadena nacional que pronunció el presidente Alberto Fernández horas después del atentado. Creen que se perdió la oportunidad de lanzar ahí mismo la convocatoria, cuando la oposición se había pronunciado casi en su totalidad de manera positiva. En todo caso, hubiera dejado expuestas las diferencias internas, como las que ya marcaron Gerardo Morales y Facundo Manes, que intentaron acercar posiciones con el oficialismo. Hasta el momento, la interna de Juntos por el Cambio les marcó el límite. El gobernador jujeño fue el único dirigente de la oposición que habló directamente con Cristina.
En el cristinismo enumeran distintos hechos de violencia política de los últimos dos años y apuntan contra Patricia Bullrich por los supuestos vínculos con grupos radicalizados. Entre otros, cuentan el ataque al despacho de Cristina en el Senado, las protestas violentas frente a la Casa Rosada - lanzamiento de antorchas incluido - y el Congreso, las agresiones a Massa el día de su asunción, las amenazas frente al Instituto Patria y la explosión de un local de La Cámpora en Bahía Blanca, por citar algunos ejemplos. La reacción oficial fue prácticamente nula.
Entre otros puntos de conexión con Bullrich exhiben el proyecto que presentó Gerardo Milman - mano derecha de la exministra- el 18 de agosto, en el que le pidió al Ejecutivo información sobre la custodia del Presidente y la vice con un curioso texto. "No vaya a ser que algún vanguardista iluminado pretenda favorecer el clima de violencia que se está armando, con un falso ataque a la figura de Cristina, para victimizarla, sacarla de entre las cuerdas judiciales en las que se halla y no puede salir, y recrear un nuevo 17 de octubre que la reivindique ante sus seguidores", decía y cerraba: "Sin Cristina, hay peronismo. Sin peronismo, sigue habiendo Argentina". El mismo texto fue firmado por Francisco Sánchez, el diputado del PRO que pidió pena de muerte para la vicepresidenta. “Les dan aval, son un plafón para las acciones violentas”, dicen el cristinismo. A salvo queda, todavía, Horacio Rodríguez Larreta, aunque consideran que le falta capacidad de reacción frente a la situación. “Se suponía que su virtud era saltar la grieta”, apuntan. De Pedro afirmó este sábado que volverá a insistir con el diálogo político como vía de salida.
En tanto, convencidos o resignados, en el FdT no hay dirigentes que no reconozcan que la política gira en torno a la vicepresidenta. Aun el peronismo que menos simpatiza con la vicepresidenta se solidarizó con ella en los últimos días. Hasta Eduardo Duhalde participó este sábado de la misa en Luján en la que se agradeció a Dios por haber cuidado la vida de Cristina. La ola que había comenzado con la defensa frente al alegato del fiscal Diego Luciani se consolidó tras el intento de magnicidio, que terminó de encolumnar a todo el peronismo.
La Casa Rosada ya se acostumbró al fenómeno. El Presidente y la vice almorzaron a solas el viernes en Recoleta y están nuevamente en línea. Fernández exhibió, orgulloso, la carta que recibió de parte de su par mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que lo felicitó por defender a Cristina. "Nunca se debe abandonar a una compañera de lucha, aunque existan discrepancias”, escribió el mexicano. Fernández estuvo este sábado en Luján y busca mejorar en todo lo posible su relación con Cristina.
Con todo, la centralidad política de la vice no tiene un correlato inmediato en una posible candidatura presidencial para 2023. "Me niego a que esto se convierta en un tema electoral. Es una forma de bajarle el precio a lo que pasó. Eso es lo que dicen los macristas, que se armó para que Cristina sea candidata", dice un dirigente que dialoga con la vicepresidenta. “Se le fortaleció el dedo”, apunta un hombre del riñón del Patria sobre la capacidad que tendrá Cristina el año próximo para ordenar las candidaturas. Al menos hasta el atentado, en la intimidad la vicepresidenta no manifestaba su deseo de postularse para la presidencia. En el cristinismo juran que hoy las elecciones no son tema de conversación.