FÚTBOL & POLÍTICA

Macri tiene su propio Ibarra para marcar a Riquelme en la rosca de Boca

En un clima cada vez más hostil, Román empieza a construir su fórmula 2023. El macrismo, con ganas de volver, tiene candidato. El angelicismo se une y espera.

Si es verdad que la Bombonera habla, ya hay algunos indicios de que está empezando a tomar partido en algunas de las tantas tensiones que existen en Boca entre la dirigencia y los jugadores, luego de la crisis que se desató con la eliminación de la Libertadores y la salida intempestiva del capitán Carlos Izquierdoz

 

La relación entre el vicepresidente Juan Román Riquelme y los máximos referentes del plantel sigue tan áspera como hace dos meses, y eso empieza a filtrarse a todas las capas que componen el club. La piña que le dio Darío Benedetto a Carlos Zambrano en el túnel del Cilindro de Avellaneda dejó otra señal en ese sentido. El caos es grupal y deportivo; pero nace de un caos más profundo: el institucional y político.

 

En ese escenario sinuoso, las agrupaciones y la macro política también empezaron a moverse. De un lado y del otro de la grieta, aunque también en el medio, en ese estrecho carril que algunas personas pretenden ensanchar en vistas a las elecciones de 2023.

 

Jorge Amor Ameal y Riquelme, presidente y vice, siempre construyeron una relación por conveniencia. Para Ameal, Riquelme era la carta que podía traccionar votos y terminar con los 24 años de macrismo en el club. Para Riquelme, Ameal era el pasaporte a la gestión y la dirigencia, sin el peso de llevar el cargo de máximo directivo. Todo funcionó hasta que empezó el mandato. Desde el principio establecieron distintas bases de operaciones: Brandsen y Ezeiza. La pandemia —y la renuncia del otro vice, Mario Pergolini — hizo que el puente entre esos dos búnker empezara a desmoronarse.

 

Con un Ameal sin armado, sin poder real y con poca capacidad de gestión para exhibir, tanto Riquelme como la oposición saben que en el futuro inmediato la polarización se agudizará. Es por eso que Román inició un proceso de rearmado político con distintos espacios, aunque con reparos, para no pulverizar los viejos acuerdos con el presidente que tendrá el club hasta 2023.

 

En ese sentido, los vértices que representan Enrique “Coti” Nosiglia —en guerra con Daniel Angelici desde que apoyó a Ameal en 2019, pero sobre todo en guerra por el control y la conducción del radicalismo porteño—; el sindicalista bifronte Víctor Santa María —que garantiza soporte gremial, por un lado, y también mediático por ser el dueño del Grupo Octubre—; Santiago Carreras, el dirigente xeneize que responde a Máximo Kirchner y que ayudó a consolidar a Claudio Tapia en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA); y el “superministro” Sergio Massa, al que lo une una relación de vecindad y amistad, asoman como la posible estructura y contención política de la que Riquelme puede valerse para enfrentar al macrismo y al angelicismo unidos.

 

Sin embargo, ni todo ese armado podrá contener el enojo de los hinchas ante una improvisación que ya desbordó al círculo rojo de la política xeneize, y se evidencia en el ánimo de un estadio o en la camiseta sin publicidad del primer equipo, una muestra tangible de la falta de gestión que en DirecTV se encargan de difundir: la empresa de TV satelital había realizado una oferta para aparecer en el dorsal que fue rechazada por el presidente, con el pretexto de que otra compañía ofrecía más. Al final, ni una ni otra firmaron.

 

El segundo tiempo xeneize 

En el sector donde talla Mauricio Macri ya muestran a un candidato: se trata de Andrés Ibarra, ministro de Modernización entre 2015 y 2018, “bendecido” por el expresidente y exjefe de Gobierno porteño, los más altos cargos a los que llegó luego de la larga travesía que inició en el club en diciembre de 1995. Ibarra publicó un tuit con un video en el que marca el discurso de todo ese sector: “Esta gente no gestiona, no sabe gestionar, no tiene profesionalismo (...). Si no tiene esas capacidades, no puede ser dirigente de Boca y no puede estar al mando de una institución como Boca, de primer nivel internacional. Y diferenciar el héroe futbolístico respecto del dirigente”.

 

En esta primera etapa de reuniones internas que persigue el objetivo de aunar a las agrupaciones, los espacios macristas xeneizes liderados por Ibarra y Javier Medín tienen una estrategia deliberada: separar al Riquelme futbolista del Riquelme dirigente, al que muchas veces definen como “Señor Ego”.

 

En sus manos tienen una información para trabajar ese discurso: de acuerdo a una encuesta realizada a fines de junio, la imagen positiva de Riquelme (42% de aprobación contra 46% de desaprobación) crece en el segmento más joven y baja a medida que sube la edad de la persona encuestada.

 

En el angelicismo hablan de unidad, pero aún no cierran filas con Ibarra. Como hizo históricamente, Angelici busca despegarse —un poco, no mucho— de su amigo Macri. Por eso, en la mesa del poderoso operador judicial creen que pueden encontrar un candidato que haga olvidar la desabrida campaña de Christian Gribaudo en 2019. El actual vicepresidente del Consejo de la Magistratura, Francisco Quintana; el empresario camionero y exvice del club José Beraldi; y hasta Pergolini son algunas de las opciones que se evalúan. Aunque el gurú de los medios diga que puede romper el binarismo, su apellido y todos los demás juegan en una cancha que no está dividida ni en tercios ni en cuartos: una grieta la divide solo en dos mitades.

 

La hidrovía de Javier Milei
Rodrigo de Loredo, jefe del bloque radical en la Cámara de Diputados.

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