No lo anunció ni lo anunciará en el corto plazo, pero estas últimas semanas terminaron de moldear el cuerpo y espíritu del Juan Román Riquelme candidato a presidente de Boca 2023. El ídolo subió su perfil quizás como nunca desde que se convirtió en dirigente, allá por diciembre de 2019; sintió el rigor de esa exposición y de sus errores semánticos porque ya no habla solo de fútbol, sino de temas mucho más complejos, y finalmente sonrió desde un palco, junto a su hijo y su grupo más cercano, por la Copa de la Liga que ganó el equipo de Sebastián Battaglia. Una montaña rusa propia de otros tiempos, cuando festejaba goles haciéndole el Topo Gigio a Mauricio Macri.
Riquelme se perfila a su manera, como siempre hizo: desafiando los manuales tecnicistas de quienes construyen candidaturas. En ese proceso, más intuitivo que estudiado, tropieza. Sus declaraciones sobre la denuncia contra Sebastián Villa por abuso sexual le valieron críticas y reproches tanto dentro como fuera del club, incluso en algunos sectores del Gobierno con los que mantiene una simpatía recíproca.
Quienes intentan apuntalarlo políticamente para enfrentar, el año próximo, al macrismo y al angelicismo unidos explicitaron su desacuerdo después de que Riquelme relativizara la situación del jugador colombiano ante la Justicia. “Como profesional, con ese chico nos tenemos que sacar el sombrero. Después, lo que pasa fuera de la cancha es otro tema”, dijo antes de la final contra Tigre. Fue, probablemente, la primera vez que se cortó a sí mismo con el reconocido filo de su lengua.
Cuidado con la boca
Esa frase movió algunas piezas de un tablero político que Riquelme, con más carisma que expertise, intenta alinear para su próximo objetivo. El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y la titular de Aysa, Malena Galmarini, no fueron condescendientes ni en privado ni ante los micrófonos. “Más allá de la excelente relación que tenemos con Román, que ya todos saben, creo que fue una frase desafortunada”, dijo Galmarini. Massa pidió “condenar como sociedad” la conducta de Villa y, en un tiro por elevación a Román, enfatizó: “No importa qué clase de jugador es”.
No fueron críticas que Riquelme haya desoído. Al contrario. El vínculo de vecindad y amistad con la familia Massa es uno de sus principales patrocinios en la macropolítica, a la que recién ahora empieza a concebir como condición necesaria para construir en Boca, “la provincia número 25 del país”. La relación con Massa, además, tiene un lado B: la madre de Malena y suegra del líder del Frente Renovador, Marcela Durrieu, es íntima amiga de la esposa de Jorge Amor Ameal, el actual presidente de Boca, relegado por la trascendencia de Román.
A las críticas íntimas les siguieron otras más institucionales que también sacudieron la cotidianidad del campeón. Por ejemplo, la de la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, que salió a cuestionar la actitud de Riquelme y de Boca frente a lo ocurrido con Villa en una carta dirigida al presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Claudio Tapia. Pidió la “implementación de cláusulas de exclusión preventiva del plantel o rescisión de contrato para aquellos jugadores que estuvieran imputados o condenados en causas judiciales por violencia de género”.
La oposición no dejó pasar la oportunidad y aprovechó el desatino de Román. Si bien en el macrismo xeneize reconocen que el club no puede condenar antes que la Justicia, el mismísimo Macri salió a decir que Villa no debió haber jugado el partido decisivo por la Copa de la Liga. En estos días, Riquelme se chocó con algo que empezará a observar más seguido: el oportunismo político.
Giros y contragiros
Si afuera Riquelme recibió críticas, dentro del club reavivó un internismo que empezó apenas Ameal y él se hicieron cargo del club y tuvo como hito la renuncia de Mario Pergolini a una de las vicepresidencias. La tensión Bombonera-Ezeiza, sintetizada a partir de los espacios de reunión de cada uno, volvió a estar omnipresente en todas las personas con responsabilidad dentro del club.
Un dirigente de peso xeneize, de hecho, se excusó de hablar para no seguir alimentando enojos y acusaciones. “Solo habla el Consejo de Fútbol y el presidente”, respondió. Otro, que intenta enlazar a Riquelme con La Cámpora, cuenta que el ex-10 está asimilando el golpe por un error que intentó enmendar con otras entrevistas públicas. Un día después de la final ante Tigre disputada en Córdoba, dio un giro de 180 grados en Radio 10: “No soy tan inteligente para hablar”, reconoció y condenó “el otro tema” de Villa. “Todos odiamos el otro tema, sea quien sea, lo repudiamos, nos da bronca. Hay gente de Legales de nuestro club que se ocupa, está en la Justicia. Cuando dictamine, el club tomará las medidas que tenga que tomar, como corresponde", trató de enmendar.
“Está tratando de ordenar todo; tiene que armar la tropa porque va a ser candidato”, aseguran sobre Román. Esa tropa, que tiene en la trinchera a Jorge Bermúdez, a Raúl Cascini, a Marcelo Delgado y a Hugo Ibarra, se dejó ver en el estadio Mario Kempes. Román festejó en Córdoba con todo ese grupo –la mayoría, exjugadores devenidos técnicos de juveniles y dirigentes de segundo rango–, con el que viene marcando su sello de gestión, algo que en la oposición cuestionan por exceso de amiguismo. Para él, como suele decir en privado, forma parte de una reparación histórica.