PROYECCIÓN ´23

Caserio muestra los dientes en el interior de Córdoba y presiona a Llaryora

La línea del FdT que lidera el exsenador ensaya vías de escape en tierra anti-K. Desdoblará los comicios en los municipios que controla. La puja con Gill.

CÓRDOBA (Corresponsalía) Las internas del Partido Justicialista de Córdoba en los departamentos Punilla y Calamuchita exhibieron un punto de no retorno en la desgastada relación entre Juan Schiaretti y quien fuera el titular de la fuerza, hoy en las filas del albertismo, el exsenador nacional Carlos Caserio. La etapa de recambio dirigencial -que se abrió tras la muerte de José Manuel de la Sota y la imposibilidad del gobernador de acceder a un nuevo mandato provincial- invita a quienes protagonizan la renovación cordobesista a explorar vías de unidad, todavía limitadas por la presencia fuerte de “la vieja guardia” peronista.

 

Caserio reconoce la legitimidad de los contactos que ensayan referentes sub 50 del Frente de Todos (FdT) como el intendente de Villa María, Martín Gill, o la diputada camporista  Gabriela Estévez, y el propio delfín de Schiaretti, Martín Llaryora, con quien mantenían diálogo fecundo antes de que Hacemos por Córdoba (HxC) se perfilara sin grises como oposición a la Casa Rosada. No obstante, el caserismo observa con preocupación los condicionamientos internos que pesarían sobre Llaryora para avanzar hacia una integración del peronismo.

 

El actual vicepresidente del Banco Nación le recuerda a Llaryora los problemas de ser el candidato puesto con el ejemplo doloroso del presidente Alberto Fernández. En una entrevista televisiva de abril, Caserio envió el primer mensaje al intendente cordobés: “Si Martín es Martín Llaryora, el candidato, me da la impresión de que puede disputar poder. Si es el hombre que está ahí porque lo decidió el dedo de Juan Schiaretti, me parece que esta historia de ‘tomala vos, dámela a mí’ terminó con la muerte de De la Sota”.

 

La paloma mensajera partió este miércoles con el segundo mensaje, después de una reunión “improvisada” de dirigentes del Frente Peronista Cordobés, la línea que encabeza Caserio. Un grupo de intendentes albertistas –una treintena, contabilizan- despegará las elecciones municipales de los comicios provinciales en 2023. Serán un mes antes de la fecha que fije el gobernador Schiaretti.

 

El anuncio juega con la ansiedad que muestra el llaryorismo por instalar a su referente por fuera de los límites de la Capital. Esta necesidad se patentizó con el festival de juntas promotoras que sus alfiles organizaron en el interior, pasando por encima de los caciques históricos del peronismo como Oscar González o Francisco Fortuna, por ejemplo. La “vieja guardia” respondió con un tincazo al líder de esa movida. El secretario de Gobierno provincial, Federico García, fue removido de su cargo en medio de la crisis que transitaba Llaryora en la Municipalidad por el fallido recital del cuartetero Ulises Bueno.

 

El caserismo sabe que Llaryora está obsesionado con complejizar la vía libre que tiene en las principales ciudades su competidor de Juntos por el Cambio, Luis Juez. Ayudado por su presencia nacional en medios (los más consumidos en el interior cordobés) y una anticipada peregrinación de campaña, el senador hace punta en las encuestas. El llaryorismo sabe que la potencia vendrá de la Capital, pero no puede confiarse.

 

Con esta maniobra, Caserio dio vuelta el reloj de arena para que Llaryora pase de “candidato puesto” a constructor de su futuro político y espera que incluya a su armado aunque, dicen, que no le golpearán la puerta.

 

Llaryora trata de mantener a raya estas ansiedades que muestran los movimientos de su tropa y olfatea el caserismo. Sin embargo, no hay que olvidar que esta línea albertista no es la única que envía señales al alcalde capitalino. El villamariense Gill trabaja con esmero una masa crítica para negociar con Llaryora, asumiendo que Schiaretti colocará a un vicegobernador de su confianza para ejercer un control remoto, ya por fuera de los límites provinciales del poder.

 

La relación entre Caserio y Gill está cortada. Los caseristas no solo desaprueban el objetivo manifiesto del villamariense sino que observan que el peronismo de Schiaretti contribuye a apuntalarlo con “intendentes a préstamo” en su flamante estructura de un centenar de integrantes.

 

La disputa entre ambos referentes del FdT en Córdoba es otro capítulo aparte, porque el exsecretario de Obras Públicas de la Nación prepara un plan para mostrar gestión con bajadas del funcionariado nacional y, dicen en su entorno, con tres visitas presidenciales agendadas para los próximos meses. Del otro lado de la grieta del albertismo cordobés reprochan la jugada de Gill y elaboran varias alternativas para la dirigencia que integra la escudería del Presidente. 

 

Los próximos pasos

En la reunión del Frente Peronista Cordobés se dieron cita también la legisladora provincial Mariana Caserio y los intendentes Federico Alesandri, Rodolfo Filipponi, Rubén Ovelar y Fabián Francioni. Sumaron a la pata gremial compuesta por quienes ocupan las secretarías Generales del Movimiento Sindical por la Justicia Social y el Trabajo, Juan Monserrat, Hilda Bustos, Héctor Morcillo y Leandro Vallejos.

 

Definieron la realización de un plenario para agosto con 250 participantes y barajaron la necesidad de comenzar a instalar una figura para competir por la gobernación. Si bien no pierden la ilusión con que Gill se integre, ya ponen en circulación algunas alternativas como el diputado de extracción sindical Pablo Carro o intendentes como Francioni y Alesandri.

 

La apuesta es consolidar un espacio local que defienda la política nacional, pero que pueda disputar espacios en la Legislatura y, posteriormente, en la Cámara de Diputados. “Queremos una fórmula propia, porque no está nada garantizado el triunfo para HxC. Si pierden, esos intendentes que hoy le responden al gobernador seguramente se vendrán a trabajar con nosotros para la ronda general”, cierran en el caserismo el plan de escape.

 

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