JUNTOS EN EL BARRO

Macri-Raffo: el curioso romance del ingeniero y el agitador separatista

El publicista les hizo la campaña a dos intendentes platenses que se despegaron de sus referentes nacionales para no hundirse con ellos.

El deslumbramiento que vive Mauricio Macri con el publicista Guillermo Raffo, a quien presentó la semana pasada ante la cúpula del PRO como un gurú de la comunicación política capaz de guiar al partido amarillo en el retorno a una relación cercana con el electorado desencantado de todo, podría resultar un caso de estudio interesante en un simposio de psicoanalistas.

 

Raffo -conocido en las redes sociales como un francotirador anti-K- sacó chapa de experto en operativos de despegue en dos campañas que diseñó en La Plata, su ciudad adoptiva por un tiempo, para sendos intendentes necesitados de zafarse de referentes nacionales que representaban cargas más que ayuda -los famosos salvavidas de plomo-.

 

En 2009, Raffo ayudó al peronista Pablo Bruera a correrse de al lado de Néstor Kirchner, que encabezaba la boleta de aspirantes a la Cámara de Diputados por la provincia de Buenos Aires en el peor momento del kirchnerismo: venía golpeado por la feroz guerra que libró con el campo por la resolución 125 y apelaba a sus principales figuras para una pelea que terminaría perdiendo frente al tinellesco Francisco De Narváez.

 

 

En esa campaña, titulada “Decile Sí a La Plata” -el intendente se iría en 2015 embarrado por escándalos de corrupción que mandaron a la cárcel a varios de sus funcionarios y a uno de sus hermanos-, Bruera hizo todos los deberes para ganarse el cartel de traidor que le colgó el dueño de entonces del kirchnerómetro, Mario Ishii: no usó el color azul, corazón de la identidad gráfica del Frente para la Victoria; hizo delivery de boletas cortadas -sin el tramo de la lista para el Congreso-, llegó incluso a repartir tijeras para facilitar la faena del corte y duplicó la oferta de postulantes del peronismo platense con una lista espejo corta que presentaba nóminas solo para cargos locales y provinciales.

 

Asesorado por Raffo, Agosto perdió muchos amigos en las huestes K, pero ganó las elecciones que Kirchner perdió: entre las dos listas que metió en los cuartos oscuros, obtuvo 34% de los votos frente al 20% que cosechó la boleta del expresidente -secundado por el entonces gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli- en la ciudad.

 

Repe

En 2019, la imagen de Macri se iba por la alcantarilla de su gestión fallida. Con ella, su intención de voto como candidato a la reelección. Raffo, que ahora Macri vende como el cerebro para que Juntos por el Cambio recupere la conexión que supo tener, sobre todo, con el electorado antiperonista que drena hacia la caricatura que encarna Javier Milei, replicó la Gran Bruera, pero esta vez con Julio Garro, el intendente macrista que sucedió al peronista en el despacho que tiene vista a la Plaza Moreno y a la Catedral de la capital bonaerense.

 

Como parte de la estrategia separatista, Garro limpió de amarillo todo lo que pudo la gráfica proselitista, achicó a su mínima expresión el logo de JxC y despojó su agenda de campaña de todo tema que refiriera al Presidente y, también, a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. Alambró la ciudad para salvar el pago chico. “Me importa la ciudad, no tu partido”, invitó a todos y a todas a acompañarlo.

 

El plan salió bien. Salió bien para Garro, que obtuvo la reelección con más del 48%, contra algo más del 40 de la candidata del Frente de Todos, Florencia Saintout. El intendente logró, así, su gran objetivo: descalzar la elección local de la nacional y de la provincial, en las que arrasó el peronismo. En La Plata, la ecuación fue casi simétricamente la inversa.

 

Por eso, el plan salió mal para Macri, que en la capital bonaerense, si bien hizo mejor papel que en el total país con más de un 43% de los votos a presidente, obtuvo cinco puntos menos que Garro.

 

El corazón, dicen, tiene razones que la razón no comprende.

 

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