LA PLATA (Corresponsalía Buenos Aires) Que no haga más de árbitro en la interna del Frente de Todos (FdT) y que deje de mediar entre Alberto y Cristina Fernández; que ponga de pie al ejército del Frente Renovador (FR) en el congreso nacional que hará en mayo en Mar del Plata; que vuelva a replegarse en una agenda propia que le hable al electorado moderado y, sobre todo, que empiece a moverse como candidato presidencial.
Para la mesa chica que rodea a Sergio Massa, ese es el camino que tiene que tomar el líder del FR si quiere sobrevivir políticamente a las esquirlas de la interna oficialista, que amenaza con llevarse puesto cualquier proyecto en la antesala de 2023.
La que lo plantea en ese ámbito de discusión interna es nada menos que su esposa, Malena Galmarini, cuya voz representa a un sector cada vez mayor entre la dirigencia renovadora, hoy por hoy en estado de ebullición y debate sobre cómo pararse en la pelea y cuál es el mejor camino.
El círculo íntimo de Massa, la dirigencia en la que él más confía, es el que empuja para que el partido renovador vuelva a hablarle a los suyos, al sector moderado del electorado. “Son los halcones de la ancha avenida del medio”, bromea un dirigente con largo recorrido en el massismo y que conoce bien la sociedad familiar y política Massa - Galmarini.
La mesa chica la componen Malena, que volvió a moverse en el conurbano con actos de gestión de AYSA al lado de intendentes oficialistas y opositores, y su hermano, Sebastián, que integra el directorio del Banco Provincia. El cuñado de Massa viene con el pecho inflado: acaba de derrotar en la interna del PJ de San Isidro a su rival, el canciller Santiago Cafiero, con la lista que apadrinó junto a la senadora Teresa García.
En un círculo no tan íntimo, aunque sí con diálogo permanente y cotidiano con Massa, se ubican José Ignacio De Mendiguren y el ministro de Transporte de la Nación, Alexis Guerrera, entre otros.
Son cada vez más los dirigentes del Frente Renovador que piensan como Galmarini. Ella cree que los gestos de intermediación que despliega Massa en estos días para calmar las aguas en la interna oficialista significan algo así como “abrazarse a una bomba” que, más temprano que tarde, va a explotar.
“El gobierno está en un momento muy complicado. Ya tenemos una inflación mensual por arriba de los seis puntos y todavía no abrimos el tema tarifas. Nos piden que los acompañemos al cementerio”, dice uno de esos halcones massistas.
Por eso, le piden a Massa que deje de hacer esfuerzos para mostrarse como el socio que intenta acercar a las partes en el divorcio político entre el presidente Alberto Fernández y la vice CFK. “No somos árbitros. Somos actores de una coalición en la que no hay tres socios, sino dos: Cristina y Sergio. Alberto está afuera de la carrera por la reelección”, disparan, puertas adentro, los duros que rodean al presidente de la Cámara de Diputados.
De ningún modo lo imaginan en un camino de ruptura de relaciones con Alberto. Nadie en el massismo piensa en sacar los pies del plato, aunque hay enojo y bronca con el Presidente. “Nos corren con una lapicera sin tinta. Tenemos 14 diputados y 4 senadores provinciales, diputados nacionales, concejales en todos los distritos. ¿El ‘albertismo’ qué tiene?”, chicanean. “Esto es una sociedad de dos: Sergio y Cristina. No de tres”, disparan.
Massa escucha y se mantiene cauto. En los últimos meses, de acuerdo a los sondeos que se mueven puertas adentro del FR, su imagen positiva creció en paralelo a la escalada de hostilidades entre los Fernández. Se trata de un efecto buscado y trabajado por los asesores, quienes se esmeran porque el tigrense recupere la imagen de alguien confiable y preocupado por sostener la estabilidad política del Frente de Todos.
“El garante de los acuerdos y la gobernabilidad” es la etiqueta que se empeñan en instalar quienes rodean al presidente de Diputados.
Pivoteando entre su reciente acercamiento gestual a CFK, que lo convocó para sacarse dos fotos con ella la semana pasada, su alianza estratégica con Máximo Kirchner y su vínculo zigzagueante con Alberto Fernández, Massa escucha en silencio las voces de Galmarini y del resto de los halcones de su espacio político y piensa con cautela sus próximos movimientos.
El escenario en el que tomará forma ese estado de asamblea interna del FR será el hotel NH de Mar del Plata, donde el partido de Massa hará su congreso partidario en una fecha todavía no definida, pero que no será más allá de mediados de mayo. Originalmente, la convocatoria era para fines de abril, pero la coincidencia con el aniversario de la muerte de Mario Meoni, que se será homenajeado con actos en Junín, pospuso el evento. La coincidencia le vino bien a Massa para postergar una instancia que había sido promovida como una especie de operativo clamor de las bases para un lanzamiento que sería, en este contexto, al menos imprudente.
Pero el congreso en Mar del Plata tampoco puede esperar mucho más. “Están todos pidiendo cancha en los distritos. Hay que ponerlos a jugar”, resume un operador del massismo sobre los armados distritales de la fuerza y el reclamo de referentes locales que quieren la certeza de que podrán competir en 2023.
“No podemos decirle a los que vienen laburando que sigan esperando a ver qué pasa. Quieren jugar. Por eso ahora, la decisión es ponerlos a todos en la cancha. Diez días antes del cierre de listas, veremos. Tenemos muy buenos candidatos”, dicen en el massismo.