Con la última fecha de las Eliminatorias al campeonato mundial de fútbol recién terminada, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, no tardó en dedicarle un tuit a la selección de Gustavo Alfaro que acababa de empatar contra Argentina en Guayaquil y se disponía a festejar su clasificación a Qatar 2022. “Mis felicitaciones a la Tri. El Ecuador entero les agradece su esfuerzo y dedicación. Vamos a Catar, con mucha emoción y la tricolor en lo más alto del mundo”, escribió. Lasso no fue el único presidente que se valió de la competencia sudamericana para dejar un mensaje. Pedro Castillo en Perú, Luis Lacalle Pou en Uruguay y Gabriel Boric en Chile, a pesar de su eliminación, hicieron lo mismo. El fútbol, se sabe, a veces es la mejor excusa para empatizar con una parte de la sociedad.
Lejos de lo que sucedió en Ecuador y Perú, donde la clasificación al Mundial movilizó a la población que salió a las calles a festejar, en Argentina, el holgado camino hacia Qatar diluyó esa efervescencia: no fue un día o una semana, sino casi un año de microalegrías en un contexto de crisis social y desorden macroeconómico.
Todo hubiese sido peor si la Selección acompañaba el desandar de la coalición gobernante. Un funcionario de alto rango se lo reconoce a Letra P: “La verdad, no cambia la ecuación ni de Alberto Fernández ni del Gobierno”. Aunque el Mundial puede tener otra significación, hasta aquí, la Scaloneta ni siquiera edulcoró a un Gobierno ataviado por la crisis y el rumbo económico del país.
Lo que sí generó el equipo dirigido por Scaloni es un cambio en el horizonte de Claudio “Chiqui” Tapia, cada vez más empoderado por los resultados de la Selección.
En oficinas propias y ajenas reconocen que Chiqui empezó a reescribir su historia el día que el equipo que lidera Leo Messi le permitió alzar la Copa América con sus manos, una imagen que simboliza mucho más que el cuadro enmarcado que decora la oficina del presidente de la AFA en el predio de Ezeiza: resultó una homologación que le permitió resistir la desestabilización que fogoneaba Marcelo Tinelli con el aval de Fernández.
Si Tapia hace un año estaba en jaque, la Selección –y en paralelo sus puentes con clubes, el camporismo y el massismo– le sirvió para apuntalarse y construir los cimientos que exhibe hoy en sus redes sociales.
Chiqui hizo lo contrario al Presidente: no solo festejó sino que recordó viejos sinsabores de manera elíptica. “Hace cinco años comenzamos un enorme desafío al frente de la AFA. Si bien hemos tenido que superar varios obstáculos, es un orgullo el crecimiento de la casa madre del fútbol argentino, sobre todo el saneamiento de sus cuentas, y el proyecto integral de selecciones”, publicó en sus redes sociales.
Entre esos obstáculos está la esquiva relación con el Presidente, quien nunca convalidó a Tapia como titular de la AFA. Su denodada y fallida intención de buscar un sucesor fue acaso un anticipo de lo que ocurriría en otros planos mucho más relevantes: su correlación de fuerzas dentro del Gobierno se lo impidió. Quedó clarísimo en el último tiempo: los deseos de Fernández no siempre son los deseos del Frente de Todos.
Clima de época
Si al principio de su gestión gran parte de la dirigencia y el funcionariado (del anterior y del actual Gobierno) lo menospreciaban por “morocho, del Ascenso y basurero”, ahora no son pocos los que le reconocen a Tapia audacia para construir poder y tejer alianzas impensables.
Su cargo en la vicepresidencia del CEAMSE postulado por el Gobierno de la Ciudad de Horacio Rodríguez Larreta y su cada vez más afianzada relación con el camporismo son apenas dos pruebas de ese mapa que ya excede al fútbol.
Porque lo que sucede dentro del esquema de la AFA y de los clubes está más o menos a la vista: Tapia encauzó el caos institucional tras la muerte de Julio Grondona a fuerza de distorsiones y beneplácitos deportivos (torneos de 28 y 37 equipos) y un ordenamiento económico. Los desarreglos de algunos contratos dudosos, sobre todo en este tiempo de viento a favor, quedan casi como quejas marginales de aliados despechados.
La muestra de ese sinuoso camino sucedió en diciembre. Mientras crecían las sospechas por los arbitrajes en los partidos de Barracas, lo que prevaleció fue una analogía de café que se repetía entre periodistas y dirigentes para sintetizar la astucia del presidente de AFA: si Grondona demoró 24 años en que su débil Arsenal ascendiera a Primera, Tapia logró eso con Barracas Central en poco más de cuatro.
Los mismos colaboradores que en diciembre definían a Tapia como “exultante” por la trilogía de 2021 –ascenso de Barracas, ratificación de su mandato 2021-2025 y Copa América–, ahora lo definen como “ilusionado”.
Mientras Tinelli cuenta en Instagram que le encantaría y sueña con viajar a Catar para acompañar a la Selección, Tapia ultima detalles de lo que será la concentración del equipo de Scaloni en el país anfitrión del Mundial. En esa contraposición entre lo virtual y lo real y entre el presente de los dos dirigentes que más se enfrentaron en el último tiempo en la órbita del fútbol argentino, hay un indicio bastante preciso de quién ganó y quién perdió.