En el día de la independencia nacional del Ecuador, asumió como nuevo presidente el conservador Guillermo Lasso. Con un discurso nutrido de críticas tácitas a su histórico oponente, el exmandatario Rafael Correa, afirmó que se inaugura una nueva era democrática en el país y que se “termina la era de los caudillos”. “Aquel ciclo vicioso se acaba hoy y se inicia el camino del encuentro”, afirmó ante la Asamblea Nacional, en un discurso en el que lloró dos veces y en el que reiteró su promesa de vacunar a nueve millones de personas contra el coronavirus en sus primeros cien días de mandato.
“No he venido a saciar el odio de pocos, sino el hambre de muchos”, declaró el banquero e integrante del Opus Dei. Con un discurso centrado en la crítica a la polarización nacional vivida durante los últimos años, Lasso prometió gobernar bajo el lema de su campaña electoral: “el Ecuador del encuentro”. En este sentido, anticipó que estos puntos estarán atravesados por disminuir las “lacerantes desigualdades entre el mundo rural y el urbano”, la “lucha por la igualdad de género”, el combate contra el hambre y la apertura internacional para alcanzar el anhelo de “más Ecuador en el mundo y más mundo en Ecuador”.
En su tercer intento por llegar al poder desde 2013, Lasso, de 65 años, triunfó en el ballotage del 11 de abril último al obtener casi cinco puntos más que el delfín de Correa, Andrés Arauz, y gobernará hasta 2025. Los desafíos que deberá enfrentar serán importantes, al tener en cuenta la crisis económica, política y sanitaria que sufre el país. “No hay mesa servida. Aquí hay que trabajar mucho”, anticipó el presidente saliente, Lenín Moreno, a modo de bienvenida en una entrevista antes de abandonar el Palacio de Carondelet.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Ecuador es el tercer país de la región donde más ha crecido la extrema pobreza en 2020 al saltar del 7,6% al 12,8%. Este impacto económico se ve agravado por el mal manejo de la pandemia que provocó que Guayaquil haya sufrido el primer colapso sanitario regional a inicios del año pasado. El combo se completa con un marco de debilidad institucional y política, luego de cuatro años de oscuros manejos judiciales que han proscripto electoralmente al expresidente Correa y condenado a distintos representantes de la autodenominada Revolución Ciudadana a la cárcel o el exilio.
Asimismo, Lasso también deberá enfrentar las consecuencias de la prematura ruptura de la alianza de gobierno compuesta por su partido, Creando Oportunidades (CREO), y el tradicional Partido Social Cristiano (PSC). La amistad se rompió al elegir las autoridades de la Asamblea Nacional, única cámara legislativa nacional, cuando los asambleístas de Lasso se abstuvieron de apoyar como su presidente a Henry Kronfle, del PSC, tras alcanzar un acuerdo de consenso con el correísmo. Finalmente, los seguidores del flamante mandatario se unieron con Pachakutik y la Izquierda Democrática y nombraron a Guadalupe Llori.
La jugada dejó varios heridos, entre ellos el propio Lasso, luego de que sus exaliados denunciaran que “su palabra y su firman no valen para nada”. El otro es el excandidato presidencial Yaku Pérez, que rompió filas con Pachakutik al denunciar una alianza con “una agenda neoliberal”. El traspié puede ser una muestra del complicado escenario parlamentario que afrontará Lasso, que apenas contará con 12 bancas de un total de 137. La primera minoría, con 49 asientos, la formará el correísmo, al haber ganado la primera vuelta de febrero con el 32% de los votos.
El vecino que Fernández no quería
En las elecciones ecuatorianas, el presidente argentino Alberto Fernández apostó por el derrotado Arauz, que buscó vanamente llevar de nuevo al poder a la Revolución Ciudadana. La relación entre los dos fue muy cercana e incluyó encuentros en la asunción del mandatario boliviano, Luis Arce Catacora, una cena privada en la Quinta de Olivos y una reunión con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Es por esto que la asunción de Lasso significa un doble revés para el Frente de Todos. Por un lado, por la derrota de su aliado y, por el otro, por la llegada al poder de un modelo político y regional contrario al peronista y más cercano a Washington y al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien sí estuvo presente en la ceremonia.
Finalmente, Fernández no viajó a la jura por la crítica situación de la suba de contagios de covid que azota a la Argentina y optó por enviarle una carta a Lasso, en la que le manifestó su “más firme voluntad” de trabajar de forma conjunta para enfrentar “enormes dificultades que se han acrecentado” por la pandemia. “Sepa que al sur de nuestra América cuenta usted con otro presidente que ha hecho suya la máxima del papa Francisco: nadie se salva solo”, le escribió.
En la asunción de este lunes, el gobierno argentino estuvo representado por el canciller Felipe Solá, quien aprovechó el viaje para mantener encuentros bilaterales con las autoridades electas, representantes de los Estados Unidos, Bolivia y Panamá.
“Hoy el Ecuador declara que abre sus puertas al comercio mundial”, aseguró Lasso en su asunción y anticipó que buscará la incorporación plena de Quito a la Alianza del Pacífico “en el menor tiempo posible” y la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC) con los “más grandes aliados” del país, entre ellos Estados Unidos. Sin nombrarlo de forma directa, también criticó la política exterior de Correa que condenó al país al “encierro” y la “decadencia”. De esta manera, la agenda exterior de Fernández encuentra, a priori, pocos puntos de contacto para trabajar de forma conjunta.
Con las dificultades particulares de Ecuador y los problemas comunes de la región, Lasso deberá alcanzar consensos tanto internos como externos para llegar a buen puerto. Con un país polarizado y un continente desunido, los desafíos de su mandato no serán fáciles de sortear.