Desde el mediodía de este viernes, Chile tiene nuevo presidente. El exlíder estudiantil y exdiputado Gabriel Boric asumió como el mandatario más joven de su historia con la agenda de gobierno más progresista desde el golpe de Estado contra Salvador Allende, perpetrado en 1973. “Ante los pueblos de Chile”, dijo al borde de las lágrimas al momento de su jura, antes de saludar con la mano izquierda a las 500 personas que presenciaban su asunción y esperan por el impacto de sus prometidos cambios en un país que cerró una etapa neoliberal e inauguró un escenario de cambios trascendentales.
Su presidencia genera mucha expectativa en el país y en el continente porque la llegada de Boric al Palacio de la Moneda representa la salida institucional del estallido social de octubre de 2019, que hizo volar por los aires el modelo político, económico y social heredado de la dictadura de Augusto Pinochet que condenó al país a la privatización y a la concentración de la riqueza en unas pocas manos durante las últimas décadas. Su origen militante en el sur del país, su juventud de apenas 36 años y su oferta política para crear un sistema más humano con importantes cuotas de ecologismo y feminismo entusiasman a una importante porción de la población, que espera ver el traspaso de las palabras a los hechos.
“Sepan que vamos a dar lo mejor de nosotros para estar a la altura de los desafíos que tenemos como país”, dijo en su primera alocución como jefe de Estado ante la prensa en la previa del almuerzo de honor preparado para las delegaciones internacionales, entre las que se encontraba la argentina, liderada por el presidente Alberto Fernández, y antes de su primer discurso oficial desde la Plaza de la Constitución, en La Moneda.
La importante ilusión que hay alrededor de su mandato es igual de proporcional al gran desafío que tiene por delante. No es casual que los preceptos de un capitalismo más cercano a la población y a los sectores más olvidados, como los pueblos originarios, la juventud, las mujeres y las diversidades sexuales, llegue al poder en estos momentos, como así tampoco que el ahora exmandatario Sebastián Piñera haya dejado el poder, según la consultora CADEM, con el 71% de desaprobación, el nivel más alto desde Pinochet. Por primera vez desde 1973, llegó al Palacio de la Moneda una representación política progresista que promete acabar con los privilegios de la élite de Santiago y realizar tres reformas muchas veces prometidas y nunca realizadas: educativa, sanitaria e impositiva; exigencias que se profundizaron, a la vez, con el estallido de 2019, cuyo grito Boric supo interpelar para, ahora ya desde el Estado, intentar plasmarlo.
Los últimos días en Chile estuvieron marcados por importantes gestos simbólicos del flamante presidente, que anticipan los cambios que habrá en el país. Como indica la tradición, este viernes, el mandatario abandonó la ceremonia en un Ford Galaxy, pero el dato destacado fue que, por primera vez en la historia, lo manejó una mujer.
También como demanda la historia, este jueves se dedicó a recibir a las delegaciones internacionales. Una de ellas, la japonesa liderada por su ministro de Asuntos Exteriores, Kiyoshi Odawara, le regaló un muñeco de la serie de Pokemón, signo de su juventud y de la nueva generación que llega al poder.
Además, su gabinete, compuesto por 24 ministerios, estará integradio por 13 mujeres que comprenderán una mayoría y, a la vez, comandarán importantes delegaciones, como la de Trabajo, a cargo de Jeannette Jara; Interior y Seguridad, con Izkia Siches; Relaciones Exteriores, con Antonia Urrejola; Defensa, con Maya Fernández Allende (nieta del expresidente); Gobierno, con Camila Vallejo, y el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, con Antonia Orellana.
En el desafío que se presenta para Boric y para Chile habrá otra protagonista fundamental: la Convención Constituyente, que redacta, desde julio del año pasado, una nueva carta magna. A pesar de que la potestad ejecutiva recae sobre las manos del Presidente, el país usa anteojos bifocales para seguir al mismo tiempo el ritmo del Palacio de la Moneda y la Convención, porque el trabajo de la segunda puede modificar el futuro organizativo del país al promover, por ejemplo, un nuevo Poder Legislativo unicameral, el reconocimiento del país como un Estado plurinacional y la legalización del aborto.
A pesar de que Boric no tendrá potestad política ni administrativa sobre ella, deberá mantener una distancia ni muy lejana ni muy cercana capaz de seguirle el ritmo ante la dinámica de cambios generada. Hay una relación mutua entre ambas instancias de la cual no se puede escapar por la latente posibilidad de cambios generada en el país que tarde o temprano impactará sobre el Poder Ejecutivo.
La llegad de Boric genera mucho entusiasmo a interno, pero también externo a partir de la expectativa depositada por la izquierda latinoamericana en un nuevo aliado. Este viernes, en La Moneda, estuvo el presidente Fernández; su par de Perú, Pedro Castillo; el de Bolivia, Luis Arce Catacora; el candidato a presidente de Colombia, Gustavo Petro, y líderes de la oposición de Nicaragua. Quien estuvo invitado, pero no asistió para evitar problemas diplomáticos, fue el expresidente de Brasil Lula da Silva, quien se prepara para volver a ser jefe de Estado en las elecciones de noviembre. “Tengo la mejor expectativa. Chile avizora un futuro definitivamente bueno. Para América Latina, también es un gran impulso”, afirmó el presidente argentino ante la prensa trasandina. Con este escenario se espera que se fortalezca el eje progresista a la espera de lo que dicten las urnas de Colombia en mayo y las de Brasil en octubre.
De la mano de Boric, la izquierda chilena ya volvió al poder. Ahora tendrá cuatro años para transformar las expectativas en realidad, cambiar el modelo nacional para alcanzar mayores cuotas de equidad e igualdad y sentar las bases del Chile post-neoliberal.