El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, ofreció este jueves una clase de pesca en río revuelto y sorprendió con una conferencia de prensa en la que se paró, detrás de atril y micrófono, como el frontman de un gobierno deshilachado. En esa pose, se presentó como "hombre de Estado" encomendado a dejar de lado "la chicana" y el juego de "la grieta" para facilitar -como no hicieron otras figuras de la coalición gobernante, dijo sin decirlo- los consensos necesarios para "evitar una catástrofe".
En su estudiado physique du rol de facilitador razonable, Massa no erró un solo guiño al republicanismo responsable. Primero, destacó el regreso a las fuentes constitucionales de un Congreso que se ocupa de lo importante. Describió como un "hecho histórico" de la democracia el debate sobre el nuevo endeudamiento con el Fondo que se iniciaría un par de horas después en el recinto de la Cámara baja y cumplió con lo que le manda la organicidad peronista para defender un acuerdo que, "cuando uno mira los últimos 20 que ha firmado el FMI con otros países, es la primera vez que no exige reformas estructurales, ni jubilatoria, ni en los sistemas de impuestos ni laboral”.
El manual del "hombre de Estado" lo llevó, también, a una catarata de gratitud. Le agredeció "al Presidente" y no quedó claro a cuál se refiería porque no dijo Alberto Fernández y enseguida mencionó "al presidente del bloque del PRO, al presidente del bloque de la Unión Cívica Radical y también al presidente del Interbloque Federal, (el hombre sin nombre de pila) Topo Rodríguez".
Las ausencias en esa tira estilo premios Martín Fierro brillaron: no le agradeció, Massa. a la vicepresidenta Cristina Fernández, jefa del Senado autoexiliada en el silencio, aunque le avisó que el lunes la llama; ni a su exsocio político Máximo Kirchner, cabecilla de la rebelión K. Para ella y para él, el tiro por elevación: es hora de dejar la chicana y la grieta porque a la vuelta de la esquina hay "una catástrofe".
Un hombre de estado, de centro, moderado, de diálogo aunque duela y caiga el artículo que caiga. Eso es lo que fue a exhibir Massa en su aparición rutilante en el mediodía de otro día agitado. Ante una pregunta incómoda sobre los sectores internos del Frente de Todos que criticaron en vez de respaldar, cintureó, saltó en largo y eligió, primero, contestar la siguiente pregunta. Después, hizo campaña de sí mismo: de la galera sacó el truco del archivo y agitó el antecedente de la ley que limitó las reelecciones en la provincia de Buenos Aires, norma que lleva su puño y su letra.
Faltó la lluvia de panfletos, nada más.