La boca de Alberto Fernández se soltó más que lo esperado en la reunión que mantuvo en el Kremlin con su homólogo ruso Vladímir Putin. La promesa de un relanzamiento de la "asociación estratégica integral" entre Argentina y Rusia y, sobre todo, las expresiones de que desea "dejar de tener esa dependencia tan grande con el Fondo (Monetario Internacional, FMI) y con Estados Unidos" y de que el país se abra "hacia otros lados y ahí Rusia tiene un lugar muy importante", harán ruido en la Casa Blanca y en el Departamento de Estado. Lo que buscó, probablemente, haya sido ponerle paños fríos a la fiebre que se ha apoderado del Frente de Todos, aunque el costo a pagar por un remedio tan rudimentario parezca potencialmente demasiado alto.
La foto con el argentino, así como la que tendrá con Jair Bolsonaro a mediados de mes, valen, si no oro, algo parecido para el líder ruso en el marco de la pulseada con Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por el nuevo reparto del poder en Europa. Encuentros de ese tipo, más aun porque juega de local, le permiten demostrarles a sus rivales que las amenazas de aislar a Rusia del mundo en caso de que ese país invada Ucrania no serán tan efectivas como se cree. Por si eso fuera poco, la promesa de encontrar una "puerta de entrada" –tal la expresión de Fernández– hacia lo que Washington considera su "patio trasero" constituye la mojada de oreja perfecta.
Cabe recordar que hace algunas semanas, siempre en torno al conflicto por la pretensión de Ucrania de dejar de orbitar en torno a Moscú e ingresar a la OTAN, Putin dijo que podría apostar armas y tropas en la Venezuela chavista y en la Cuba poscastrista.
Como informó Letra P, el Gobierno sabía de antemano que el viaje a Moscú no era para nada del agrado de la Casa Blanca, observación que se hizo explícita en la previa por parte del consejero de Seguridad Nacional, Jack Sullivan. Anticipándose a un intento de veto en el marco del pedido nacional de ayuda para cerrar el acuerdo con el FMI, el canciller Santiago Cafiero planteó el tema en su reciente reunión con el secretario de Estado, Antony Blinken, ocasión en la que enmarcó la visita de Fernández a Moscú como un compromiso de negocios bilaterales y hasta obtuvo el protocolar pedido de la contraparte de que aprovechara para ayudar a destrabar diplomáticamente la crisis ucraniana.
La reunión de Putin con Fernández, con todo, molestaba menos a la Casa Blanca que la que el ruso mantendrá con Bolsonaro. Mientras Argentina está atada a compromisos financieros, económicos y políticos en virtud del entendimiento con el Fondo para el que pidió el auxilio de Washington, Brasil es hoy un electrón libre dadas la falta de sintonía entre Joe Biden y el ultraderechista huérfano de Donald Trump y la agenda de valores ultraconservadores comunes que se dispone a poner sobre la mesa en su viaje a una Rusia que, para desazón de algunos ultras, ya no es precisamente comunista.
El problema que surge del análisis de la información –tanto la oficial como la obtenida por Letra P– es que Fernández parece haberse salido del libreto. Sus palabras fueron de enorme calidez hacia Rusia y su presencia sirvió a los propósitos de prensa y difusión del anfitrión. Después del almuerzo en que, como se dijo más arriba, habló de su pesar por la sujeción del país con Estados Unidos y el FMI, en la declaración de prensa conjunta posterior no se limitó a repasar áreas de posibles negocios sino que pidió explícitamente "volver a poner en marcha con todo vigor el acuerdo estratégico que se firmó en 2015 para que se convierta en una realidad efectiva".
Fernández cambia una molestia de Washington –que debe considerar subsanable– por un gesto hacia la enardecida tribuna cristinista, cuyo compromiso con la unidad del Frente de Todos quedó más en entredicho que nunca tras la renuncia de Máximo Kirchner como jefe del bloque de los diputados oficialistas y el estruendoso silencio de Cristina Kirchner respecto de lo pactado con el Fondo. Reivindicar el acuerdo argentino-ruso de 2015 es validar la política exterior de la actual vice y sobreactuar una vocación multilateral que, dependencia de Estados Unidos mediante, es lo que sus enemigos íntimos de Todos ponen más en duda que nunca. El uso de la diplomacia como elemento político de consumo doméstico es uno de los vicios más constantes y perniciosos de la dirigencia nacional.
En tren de imaginar vías de salidas a un aparente entuerto con Estados Unidos, la línea argumental de ambos podría pasar por la idea de que Fernández habló, antes que otra cosa, de negocios e inversiones. Difícil… Asimismo, que esa agenda bilateral que prometió dinamizar viene, de hecho, "pisada" por el Gobierno para disgusto de Rusia.
Tras la llegada y posterior bloqueo de la Sputnik V, esa agenda inconclusa pasa –¿pasaba?– en primer lugar justamente por el congelamiento de la asociación estratégica que interrumpió Mauricio Macri y meloneó Fernández.
Segundo, por la falta de un contacto político directo de alto nivel que fuera más allá de la representación diplomática de Eduardo Zuain, cuya experiencia el Kremlin pondera pero que juzga insuficiente para gestionar día a día una alianza que se promete intermitentemente como estrecha.
Tercero, el cajoneo en el despacho de Sergio Massa de la pretensión rusa de abrir un consulado en Tierra del Fuego, ya aprobado en el Senado. El mismo representa, para Moscú, la posibilidad de abrirse una ventana multipropósito hacia un Atlántico Sur militarmente dominado por el Reino Unido –la OTAN nuevamente–, algo clave para pujar por la Antártida. El edulcorante, en el nombre de la sede: Consulado en Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur", lo que implica un aval a la reivindicación nacional sobre Malvinas.
Cuarto, el freno aplicado de hecho a diferentes iniciativas de inversión y, quinto, que el Banco Central termine de allanar la actuación de entidades financieras rusas en la Argentina, las que, en virtud del conflicto en Europa del Este, están bajo amenaza de sufrir sanciones tan severas como la eyección del sistema multilateral de pagos SWIFT.
¿Se fue de boca –otra vez– el Presidente? ¿Sufrió una recaída en lo que el doctor Castro denominaría "síndrome de Zelig?
Consumado el hecho de pretender un imposible ménage à trois diplomático, ¿encontrará la Argentina comprensión en Estados Unidos? ¿Se entenderá allí el tango indescifrable de pedir ayuda y ofrecer cooperación para, sin esperar una semana, ofrecerse como la puerta de entrada del rival geopolítico en la región?
Menuda tarea les aguarda desde hoy mismo a Cafiero y al embajador y amigo del mandatario Jorge Argüello.