LOS SUPLENTES DEL PERONISMO IX

Wado, un mariskal para el poscristinismo

Comandó la novela de las renuncias K y hoy mantiene un contacto protocolar con Fernández. Modo campaña, perfil dialoguista y proyección offshore.

 

De Pedro no habla del rol que le tocará ocupar en las próximas elecciones, aunque se mueve desde hace tiempo como en campaña. Desde el Ministerio del Interior, la cartera política por excelencia, salió a recorrer el territorio, trabajó para afianzar relaciones con las provincias, tendió puentes con el Círculo Rojo y hasta fabricó viajes al exterior que colaboraron en la construcción de un perfil propio, alejado de los prejuicios que pesan sobre el universo cristinista. Apostó, con aciertos y errores, y cosechó críticas, celos internos y elogios. Se dedicó a acumular imagen, a la espera de que la exmandataria defina cuál será su rol en 2023.   

 

“No. Yo, como cualquier dirigente al que le toca estar en el Ejecutivo estoy totalmente abocado a la gestión. Lo mismo hacen el ministro de Economía, el jefe de Gabinete, el Presidente”, respondió este jueves De Pedro cuando el periodista Reynaldo Sietecase le preguntó si se preparaba para ser candidato presidencial. Había sido el dirigente social Juan Grabois uno de los primeros en postularlo.

 

El ministro amplió después la explicación. “Las discusiones se van a dar el año que viene. El Frente de Todos (FdT) va a resolver el tema de las candidaturas en su mesa política”, dijo. Lo cierto es que la mesa a la que alude De Pedro no existe todavía ni tiene fecha de conformación. El cristinismo la reclama desde principios de este año, pero Alberto Fernández se resistió a convocarla por considerar que el objetivo del espacio que lidera la vicepresidenta era hacer de esa mesa una auditoría de su gestión.

 

Como publicó Letra P, Fernández piensa llamar en enero a los gobernadores y gobernadoras del FdT para dar el puntapié inicial a la discusión sobre la estrategia electoral del espacio. Ni Cristina ni De Pedro están contemplados en esa convocatoria. El ministro piensa, sin embargo, que la tan mentada mesa se terminará de conformar tarde o temprano con los representantes de todos los sectores del espacio.

 

La relación entre el Presidente y De Pedro se limita a lo estrictamente protocolar. En la Casa Rosada reconocen que, por fuera de la formalidad diaria, ya no tienen tema del cual hablar. Las cartas están echadas. El vínculo quedó dañado sin remedio el día que, sin aviso previo, el ministro puso a disposición su renuncia y encabezó la rebelión del cristinismo contra Fernández, después de la derrota electoral en las PASO 2021.  Aunque el primer mandatario siempre supo que De Pedro era un delegado de Cristina en la Rosada, había generado con el dirigente de La Cámpora una relación de confianza y respeto que lo había llevado, incluso, a ofrecerle ser ministro coordinador en 2019. Fue CFK quien reveló el dato en mayo de este año, en Chaco, en uno de los discursos que dio para criticar la gestión de Fernández. “Me acuerdo que el Presidente quería llevar de Jefe de Gabinete a Wado de Pedro, actual ministro del Interior. Wado fue un excelente funcionario mío, fue secretario general. Pero le dije, ‘creo que le falta, tal vez en el Ministerio del Interior puede ayudar más”, contó la vicepresidenta.

 

Fernández tomó el episodio de la renuncia como una traición personal. Tuvieron que pasar cinco meses para que volvieran a reunirse. Otros dirigentes del peronismo, de buena relación con el ministro, también tomaron nota del episodio que permitió conocer una faceta hasta entonces inesperada.

 

De Pedro buscó la forma de salir del lugar incómodo en el que había quedado ubicado. Mantuvo su ímpetu constructor y salió a ponerle voz a su figura en los medios. Hizo frente a su disfluencia y multiplicó su presencia en entrevistas, se esforzó por explicar sus acciones políticas en público. Mantuvo su ímpetu constructor en diálogos con la oposición y con el establishment. También participó de encuentros de empresarios de primera línea – como el de 2021, en el Foro de Llao Llao- y compartió paneles con figuras de Juntos por el Cambio, como hizo recientemente en la actividad que organizó Fundar, en Rosario, y hasta se animó a hacer gala de su cercanía con el sector agropecuario como administrador de su propio campo. Su búsqueda por mostrarse como la figura más amplia del cristinismo puro y por ahuyentar fantasmas fue permanente.

 

En abril, armó una gira por Israel a la que subió a siete gobernadores y tuvo como objetivo formal participar de la misión de cooperación científico - tecnológica en el manejo del agua. El ministro estuvo acompañado por la exembajadora de ese país en Argentina, Galit Ronen. Cinco meses más tarde, voló con diez mandatarios provinciales a Estados Unidos, junto al embajador norteamericano Marc Stanley. Antes había estado en España, Italia y el Vaticano, donde se reunió con el papa Francisco. Una agenda exterior cuanto menos peculiar para un ministro del Interior.

 

En lo formal, los viajes siempre estuvieron relacionados con el desarrollo económico y productivo de las provincias más postergadas del país, pero también encerraron el objetivo político de mostrar al ministro en un ámbito abierto al diálogo con Estados Unidos, Israel y potencias europeas, en detrimento del prejuicio que indica que Cristina y La Cámpora se alinean en el eje Rusia-China.

 

Los viajes al exterior generaron indignación en el entorno presidencial. Los funcionarios más cercanos a Fernández entienden que De Pedro usó todo su tiempo al frente del ministerio más político para trabajar en el armado cristinista 2023, que chocará necesariamente con el Presidente. Hacia el interior del Instituto Patria su figura también genera recelo, en particular por el buen trato que De Pedro recibe en general en los medios de comunicación, mientras otros dirigentes del espacio padecen el castigo. "Son roles", suavizan en la organización que conduce Máximo Kirchner.

 

De Pedro arriesga. Jugó cuando intentó primerear al Presidente en la foto con la Selección y esperó a los jugadores junto a otros funcionarios al pie del avión que los trajo desde Qatar. No salió bien. Rápido de reflejos, Claudio “Chiqui” Tapia evitó el contacto entre Lionel Messi y de Pedro cuando se abalanzó sobre el ministro del Interior para abrazarlo mientras el capitán argentino pasaba de largo junto a Lionel Scaloni. De Pedro explicó que Tapia lo abrazó porque se conocen desde hace tiempo, que solo buscó formar un “cordón de honor” para recibir a la Selección y que no pretendía la foto con Messi y la Copa. Fue un traspié comentado por propios y ajenos. Pero estuvo cerca y a tono con su decisión de ser protagonista. 

 

“Cualquiera que haga política tiene que acumular imagen”, dicen cerca del ministro, aunque aseguran que todavía falta para las definiciones electorales. “No hay que anticiparse tanto”, apuntan. Por lo pronto, como ordenó Cristina, De Pedro sacó “su bastón de mariscal”, salió a hacer política y logró ubicarse como posible candidato para 2023 para competir en una eventual PASO. En la misma lista se anotan otros nombres de peso. El Presidente, en primer lugar. También Sergio Massa, Daniel Scioli y Juan Manzur. 

 

"Salir a hablar y explicar, bajar, tomar contacto con el barrio, con el barro, con la realidad”, ordenó la jefa. A la espera de las definiciones, el ministro seguirá con su prédica ecuménica. Dirá durante el verano que el próximo Gobierno tendrá que llamar a una concertación nacional, un diálogo de tres puntos básicos que suscriban trabajadores, el campo y las empresas. Cree que el Mundial dejó sembrado un espíritu argentino de unidad y antigrieta que puede servir de base para construir un futuro promisorio.

 

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