Cristina Fernández de Kirchner no está contemplada en la lista de posibles asistentes. Tampoco su lugarteniente en Balcarce 50, el ministro del interior, Eduardo de Pedro, ni el titular del PJ bonaerense, Máximo Kirchner. El Presidente se imagina sentado en la cabecera de una mesa integrada por el poder territorial, gobernadores y gobernadoras, que empiecen a decir en voz alta cómo pretenden que el FdT se organice para competir en las elecciones 2023.
El coro del cristinismo tendría allí al menos dos representantes, el bonaerense Axel Kicillof y la santacruceña Alicia Kirchner. Es sabido que el chaqueño Jorge Capitanich también habla desde el vínculo estrecho que mantiene con la exmandataria. El formoseño Gildo Insfrán y el santiagueño Gerardo Zamora también la frecuentan, aunque hacen su propio juego. ¿Aceptará la delegación cristinista sentarse a una mesa a la que la vicepresidenta no fue invitada? ¿Se puede prescindir de CFK en esa discusión? ¿Qué lugar le toca a Sergio Massa?
“Pero Cristina se corrió, ¿no?”, responden en Balcarce 50. La afirmación es tramposa. La vicepresidenta anunció que no será candidata “a nada” en 2023, pero no renunció a su rol de ordenadora del tablero político, al menos en la provincia de Buenos Aires. Lo dejó claro con los diversos encuentros que organizó en territorio bonaerense, tanto después del acto del 17 de noviembre, en La Plata, como en la cena que compartió en Ensenada con el núcleo duro kirchnerista horas tras su condena en la causa Vialidad.
“Eso lo tiene que hacer Alberto. Yo ya hice todo”, dijo la vicepresidenta cuando un grupo de dirigentes le pidió en La Plata que se pusiera al frente de la convocatoria de la mesa política que tanto reclamaba el cristinismo. “Correríamos el riesgo de que (el Presidente) se victimice y que nunca más exista la posibilidad de generar un espacio de diálogo. Si hacemos eso, nos vamos a equivocar”, agregó.
Fernández mira las cosas desde otra perspectiva. “La mesa política que pretenden armar ellos es una auditoría del Gobierno. Un lugar donde se sometan a discusión todas las medidas que toma el Presidente. ¿Quién sería tan tonto de hacer eso? Lo que hay que hacer y va a haber es una mesa electoral”, indicó a Letra P un hombre de confianza del primer mandatario.
Las razones del mandatario son más personales: siente que el cristinismo lo dejó “solo en el peor momento” del Gobierno, cuando llegó la hora de cerrar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y estallaba la guerra entre Rusia y Ucrania que provocó una crisis económica mundial que se montó sobre la ya generada por la pandemia. Fue entonces cuando Kirchner renunció a la presidencia del bloque del FdT y el sector de legisladores que responde a Cristina le dio la espalda a la Casa Rosada.
Para Fernández, en ese momento se rompió lo que hasta entonces había sido el funcionamiento “normal” – aunque accidentado - del FdT. Esa primera etapa también incluyó momentos de crisis extrema, como la tensión interna que se generó después de la derrota en las PASO 2021 cuando, encabezado por De Pedro, un grupo de funcionarios cristinistas amenazó con dejar el Gobierno. Después del acuerdo con el Fondo, sin embargo, ya no hubo marcha atrás entre los Fernández.
La situación es distinta entre el Presidente y Massa. Fernández le dedica en privado solo palabras de gratitud. A su manera, como un verdadero equilibrista, cree que Massa se puso de su lado en cada conflicto entre la Casa Rosada y el Instituto Patria, en particular en el acuerdo con el Fondo cuando, sin apoyo de Kirchner, salió a buscar votos tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado para aprobar la ley. Le reconoce “una enorme lealtad”. Por eso, no duda en decir que estaría dispuesto a apoyarlo como candidato del FdT, en caso de que los números de las encuestas lo acompañen. Por lo pronto, Massa se dedica a cuidar su vínculo tanto con Fernández como con Cristina, pero dice que no busca ser candidato en 2023.
Por ahora, la Casa Rosada tiene sobre la mesa números que indican que la imagen del gobierno nacional se recupera “por goteo” desde hace cuatro meses. Las opiniones negativas se desinflan y aumentan las expectativas positivas sobre la situación económica futura. Aunque no inviten a tirar fuegos artificiales, los números actúan como un bálsamo.
Las explicaciones que encuentra la mesa chica presidencial a esa recuperación son las que no caen bien en el Instituto Patria. La primera es económica y tiene que ver con el desembarco de Massa, quien finalmente aplicó una receta mucho más ortodoxa que la de su vapuleado antecesor, Martín Guzmán aunque con un apoyo político que el economista nunca tuvo. El Presidente cree que el tiempo la dio la razón sobre el acuerdo con el Fondo y la necesidad de aumentar las tarifas. La desaceleración de la inflación se anota entre los logros más preciados.
Los otros factores son políticos y tienen que ver con lo que, entienden en Balcarce 50, la sociedad considera como señales de que el cristinismo está en retirada en el rol de polo más fuerte del FdT que tuvo desde el inicio de los tiempos. Cristina mantiene un caudal de votos alto, aseguran en el entorno presidencial, pero ya no tan potente como en otros tiempos.
En ese sentido, Fernández recibió en las últimas semanas inquietudes que le generaron cierta sorpresa. Gobernadores de provincias del Norte, en las que históricamente Cristina arrasó en votos, le transmitieron supuestamente al Presidente que ese número se desinfló y la vicepresidenta ya no arrastra el mismo caudal de antaño. Por eso, desde la Casa Rosada salió hace diez días la declaración, que levantó polémica interna, que indicaba que Cristina no será candidata porque “no tiene chances” de ganar en un eventual ballotage.
Los dichos generaron la reacción inmediata del kirchnerismo. “Cristina no va a ser candidata por la persecución, el hostigamiento y la proscripción a la que la sometió la mafia judicial y mediática. En la Casa Rosada parece que lo festejan porque aumenta las chances electorales de Alberto. Qué triste que además lo digan en un off”, apuntó la secretaria parlamentaria del bloque del FdT en Diputados, la camporista Paula Penacca.
Fernández está convencido de que el FdT dirimirá las diferencias en las PASO y que eso terminará de ordenar la interna peronista de una vez por todas. Quiere ponerse al frente del diseño de la estrategia, más allá de su eventual candidatura. Aunque en el fondo no resigna las posibilidad, Fernández ya hizo saber en público que está dispuesto a ceder su lugar si otro candidato garantiza el triunfo del peronismo.
La liga de las provincias juega su propio partido. Tras el renunciamiento de Cristina, un grupo de gobernadores se reunió hace dos semanas en el Consejo Federal de Inversiones (CFI) con los referentes del ala no cristinista de la CGT para empezar a discutir la estrategia electoral 2023. Quieren armar un polo de poder que les permita discutir las listas y evitar que el Instituto Patria tenga la única lapicera. "El tema no es con Cristina, es con Máximo y La Cámpora”, le explicó a este portal uno de los asistentes. Gobernadores y referentes sindicales hablaron en las últimas semanas sobre la necesidad de que sea el Presidente quien encabece la organización del armado electoral. “Pero a condición de que renuncie a ser candidato”, agregó la misma fuente.
Fernández se hizo eco por ahora solo de la primera parte pero no descarta la segunda. En la intimidad ya deja trascender que su decisión no solo obedecerá a razones de estratega. Hacia fines de 2023, sus cuatro años de mandato habrán transcurrido entre una pandemia y una guerra, con una sociedad que abrazó en grandes proporciones el discurso antisistema, una durísima oposición y una interna feroz. Dice que ya pagó altos costos personales y políticos. Cree que la Presidencia es una trituradora de la que es difícil sobrevivir.