"Usá la lapicera con los que tienen que darle cosas al país". El lejano pedido de Cristina Fernández de Kirchner a Alberto Fernández en el último reencuentro de Presidente y vice con registro fotográfico, que data de junio de 2022, recuerda que la pelea entre ambos siempre fue por lo mismo: aunque la metáfora sigue siendo la misma, su significado cambió. Ya no es la gestión. Ahora, la urgencia es el armado electoral. No es la reelección, es la cantidad de sillas en la mesa que deberá acordar la logística de campaña. No es el síndrome del Pato Rengo, es la proporción en las futuras listas.
El clamor CFK 2023 corre los mismos aires que el anticlamor Alberto 2023. Después del "haré lo que tenga que hacer" lanzado por la exmandataria el viernes en Pilar, una promesa hecha ya en el llano en 2016, se le aplicó inflador al apotegma militante "si el pueblo quiere, Cristina puede" para no reeditar el renunciamiento de 2019. Sin bozal electoral, este lunes siguió el operativo para bajar al Presidente que inauguró el sábado Máximo Kirchner. "Me parece absurdo que en ejercicio anuncie que se va a presentar en las PASO a dirimir la candidatura con alguien", le dedicó Teresa García, presidenta del bloque del Frente de Todos en el Senado bonaerense. Sin enarbolar la bandera por un tercer mandato, la exministra de Axel Kicillof apuntó algo incluso más relevante a ojos de la Casa Rosada: "Es la dirigente que aglutina más adhesión para armar el proyecto electoral".
"Si Alberto ya dijo que no es momento de pensar en su reelección, el problema es que no quieren ni siquiera que se siente en la mesa", apuntan desde un sector que soñó en algún momento con la creación del albertismo y apuntan una frase remanida para hablar de La Cámpora: "Van por todo". “Cristina ejerce el liderazgo de este espacio político, que es muy amplio”, se plegó al clamor, este lunes, Leopoldo Moreau.
Cerca de Kirchner, minutos después del discurso en el que no disimuló su pedido para que Fernández haga en 2023 lo que su madre hizo en 2019, reclamaron la composición de la mesa que, hasta ahora, nadie convocó. "¿Quién se va a sentar al lado de Cristina?¿(Claudio) Ferreño? Todo bien con él, pero acá tienen que tener lugar los que tienen votos en esta coalición", era el reproche con el amigo presidencial con base porteña, donde hay una inédita sintonía positiva en un FdT que se muestra unido en todas sus variantes. Con Juan Manuel Olmos, Mariano Recale, Víctor Santa María, Delfina Rossi y Matías Tombolini, entre otras figuras, están preparando un foro conjunto por los 15 años de macrismo en la Ciudad.
La mesa nacional del FdT, dicen en el cristinismo, es necesaria para ayer. "No se puede planificar una campaña que hay que organizar ya", advierten. Fernández no la convoca ni siquiera a pedido de Sergio Massa, su principal apuesta para cuidar su legado si no puede competir él en 2023. Una fuente que lo conoce desde hace años lo graficó con crudeza: convocarla es sucumbir al último reducto de poder que le queda. "Lo van a llamar para hacer de mozo, no para sentarse", es la analogía.
¿Para qué sería esa mesa? Es el quid de la cuestión. No para la administración de políticas públicas en conjunto, con el loteo de una gestión que evidenció sus problemas de origen. En público y en privado, Kirchner viene sosteniendo un discurso derrotista y una preocupación por las bancas post-2023 en caso de volver al llano. Con ese discurso, las últimas veces que tomó un micrófono recordó las jugadas opositoras funcionales en la era Cambiemos, como la ausencia de Héctor Daer en el debate por los fondos buitre. No sólo es una pulsada con la CGT. El pedido del baño de humildad, aducen cerca del líder camporista, no es "una opinión". Lo enmarcan en "una sensación" compartida por todo el ecosistema del frentetodismo, una conclusión a la que llegó Kirchner en sus charlas con la dirigencia. No lo dicen, pero esas conversaciones deberían incluir al massismo.
Mientras tanto, Fernández hace equilibrio. El domingo, en su entrevista con Futurock, volvió a jactarse de no haber creado el albertismo. La paradoja es que, a estar alturas de la interna oficialista, no sólo se lo endilga como un error su propio entorno, también en el cristinismo le reclaman la falta de desafío. "Hubiera echo como Sergio, que se fue, armó un partido, nos ganó las elecciones y después nos amigamos. Esta indefinición, para un gobierno, es peor", le imputan en el Instituto Patria.
"Le salta el alfonsinista. Quiere que lo recuerden como un defensor de las instituciones, lo que incluye haber hecho todo lo posible por evitar una crisis con la vicepresidenta", lo justificó alguien que lo quiere.
Desde que asumió, Fernández buscó, sin éxito, "institucionalizar" el Frente de Todos, a la uruguaya. Cambio de planes en el aire: para entronizarlo, asumió al frente del PJ Nacional, pero se mantuvo al margen del último 17 de octubre. A la vuelta del G20 en Indonesia, tampoco participará de la celebración del 17N, el Día de la Militancia, cuando se cumplen 50 años del retorno del exilio de Juan Domingo Perón. Ese día, las miradas estarán puestas en La Plata, en el discurso de Cristina Kirchner, el segundo en el mismo mes.